¿Por qué?
¿Por qué te estuve tanto y tanto, esperando y tus labios jamás me lo dijeron? Tan grande era mi amor, enamorado, que con sólo nombrarte, sentía celos. ¡Qué maravilla te perdiste, mi amor! La de mis ojos negros y tiernos, mis labios rojos, puros, húmedos y sinceros, las caricias tan tibias de mis morenos dedos, las palabras de miel, sal, hierbabuena y romero. Tú solo hubieras tenido ¡más, mucho más! y todo eso.
Mujer de la calle
Volvió la esquina como una flecha yo contemplaba la calle desde la acera, era menuda como pluma que el viento se lleva pasó a tropezones sobre la dura tierra. Era una intrusa, quizá una prostituta callejera, miré su cuerpo delgado y hostigado por la espera; rojo vestido llamaba la atención del transeúnte, risas hirientes, insultos y desprecios. Dejad que siga su vida ya trazada. ¿Era el destino? ¡No lo creo, era su sino! Vagando siempre en lugares extraños sola en su soledad y desengaños. Volvió a pasar y yo la contemplé, era bonita y fina de verdad; sus ojos grandes, llenos de soledad; sus pasos cansados, llenos de vanidad.
Nota. Éste y los demás poemas de nuestra paisana Ana Mª del Carmen Corbacho Jiménez, que publicamos en la sección "Colaboraciones" de La Gaceta de Gaucín, se los debemos a la amabilidad de su hijo Ricardo Gálvez Corbacho que periódicamente se pone en contacto con nosotros para enviarnos los sentidos poemas de su madre. |