Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

PUNTO Y APARTE. 

Tengo pendiente varias lecturas, algunos artículos por escribir y retomar escritos que en su momento dejé aparcados por otros menesteres. A pesar de todo lo anterior, voy a hacer un break y escribir unas pocas líneas sobre un fenómeno televisivo de los últimos meses que llama poderosamente mi atención, se trata del éxito que está consiguiendo Canal Sur  que ha llegado a superar en audiencia a todas las cadenas de ámbito nacional y a ser la autonómica con el mayor números de espectadores, tanto porcentualmente como en números absolutos, según los medidores de índices de audiencia.

¿A qué se debe ese éxito? A mí no me cabe la menor duda que mucha culpa la tiene el presentador Juan y Medio. Este actor, presentador, showman y trabajador de otros apéndices del espectáculo ha conseguido desde el pasado mes de septiembre, creo, que la mayoría de los espectadores andaluces se queden en la cadena autonómica durante el horario de sobremesa con “Punto y Medio” y las noches de los viernes con “Menuda Noche”, por las tardes tiene otro programa de lunes a viernes, que la verdad no sé cómo se llama y tampoco sé si tiene tanta audiencia.

He visto en más de una ocasión los antes mencionados programas (el de los viernes procuro no perdérmelo) y ante la oferta en esa franja horaria de las demás cadenas televisivas no me cabe la menor duda que los espectadores andaluces somos mucho más afortunados que todos aquellos que no tienen acceso a los programas de Juan y Medio y, probablemente, algo más inteligentes que aquellos que optan por la competencia.

Maravilla de algunas personas: ser capaces de llegar a la empatía y sintonía con los mayores y con los pequeños. Mayores, en general, bastante mayores, y pequeños, en su mayoría, muy pequeños. El tacto en el trato, el saber reírse con y nunca reírse de, la socarronería, la espontaneidad, la improvisación, la frase ingeniosa, el chascarrillo oportuno, el silencio adecuado, la mirada cómplice, el uso de la memoria cultural de su pueblo y de sus vivencias que son las de muchos de los invitados y espectadores de sus programas, el ingenio, la sencillez de sus razonamientos, etcétera, etcétera, etcétera, hacen, a mi entender, que este almeriense, pueblerino andaluz cosmopolita, llegue al corazón de los invitados a sus programas, de los colaboradores que junto a él hacen que triunfen los mismos y al de los teleespectadores de todas las edades que se paran por un momento a escuchar durante un rato sus disquisiciones, las de los invitados o las de los colaboradores.

Si en el programa de la tarde son memorables las conversaciones con sus colaboradoras, con el público,  con los que buscan pareja y las de estos con sus interlocutores telefónicos, ¿qué decir de las preguntas de los “enanos” de Menuda Noche? ¿De las intervenciones de Antonio con su caja y sus gaditanos cuplés? ¿De los regalos de una de las niñas? ¿De las caras de los gemelos? ¿Del chiste “verde” del pequeñín que se sienta en lo más alto? Y para remate de los tomates: ¡La actuación de María Figueroa! ¡Con esa voz que no sabe uno de dónde le sale! ¿Habráse visto cosa más singular que esta especialísima niña de 4 años? ¿Dónde se puede encontrar mayor cantidad de serenidad, sencillez, frescura, capacidad, templanza, naturalidad, voz..., en una palabra: ARTE, por centímetro cuadrado que en la piel de esta pequeña algecireña? Y por si esto fuese poco, después de su actuación se abalanza sobre Juan y Medio para que la coja en brazos, y éste con una de sus manos oculta las tres cuartas partes del cuerpecillo de La Figueroa.

Quizás estos dos programas de los que hago, o pretendo hacer, tan grandes elogios no tengan la calidad ni el valor artístico, informativo, recreativo, divulgativo o formativo que se le debe suponer a todo buen programa de televisión, pero ambos han tenido la fortuna de llegar al corazón de la base y la cúspide de la pirámide de edad de nuestra sociedad televisiva andaluza y por ello triunfan y consiguen el apoyo de los teleespectadores y todo debido al trabajo sin grandes pretensiones de un presentador, quizás venido a menos o de vuelta de todo, y a una televisión que ha sabido “desapostar” de lo más heavy de los programas de color rosa.

Dicho lo dicho, tras este punto y aparte, retomaré los escritos pendientes, procuraré escribir los artículos que dejé en la memoria, si no se me han olvidado, y seguiré con las lecturas que tanta falta me hacen.

 Teodoro R. Martín de Molina. Marzo-2005.