Portada de "Cascarabitos"  
CASCARABITOS. Fragmentos del capítulo XIII 
  

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“Al llegar a la Plaza de la Universidad vio el coche de Alonso aparcado frente a la casa de la tía Adoración. Vicente, siempre que pasaba por allí, solía entrar en casa de Adoración y estarse con ella un rato charlando de cosas de Alzujara.
La tía Adoración y su casa eran refugio de todo alzujareño de paso por Granada y de todos aquellos que por el motivo que fuese estaban desplazados en la capital. Los pocos que estudiaban buscaban un momento para ir a charlar un rato con ella, los que hacían la mili pasaban por su casa para cambiarse de ropa y también se la dejaban para que se la lavase, el que iba de médicos dejaba lo que había comprado hasta la hora de coger la Alsina de regreso, el recovero la visitaba al llegar y antes de irse, mientras hacía todos los recados que tenía que hacer ella cuidaba de lo que le había dejado en encargo.
Llevaba muchos años viviendo en el mismo lugar. Cuando se vino de Alzujara, antes de la guerra, estuvo sirviendo en casa de don Manuel de Falla, después de casarse y enviudar consiguió empleo como encargada de la “habitación de señoritas” en la facultad de derecho del edificio central de la universidad. No paraba en todo el santo día, cuando terminaba en la universidad limpiaba escaleras o recogía la ropa de alguno de los señoritos de la zona para lavársela y planchársela, fregaba el suelo de doña Tal o doña Cual...
Vivía en la portería de uno de los edificios de la Plaza de la Universidad en el que, además de la labor de portera, realizaba multitud de tareas para casi todos los vecinos del edificio.
Todo lo que trabajaba sólo le daba para ir tirando pero, a pesar de ello, siempre recibía a sus paisanos con grande alegría y siempre tenía a punto el cafelito o la galletita para invitarlos, café o galletas que, en muchas ocasiones, otro de los paisanos le había dejado como obsequio por el favor que ella le había prestado.
Si esto lo hacía con los paisanos en general, qué no iba a hacer por los de la familia como eran los casos de Alonso y Vicente, ambos, aunque por vía uterina, sobrinos de la tía Adoración.
—¡Ay, Alonso! ¿Y cómo es posible que vayas a hacer eso?
Vicente escuchó la voz extrañada de la tía Adoración preguntándole a Alonso por algo que él le debía haber contado. Empujó la puerta de cristales que daba paso a la única habitación que junto con el dormitorio que había bajo el hueco de la escalera formaban la vivienda de Adoración, el retrete y una pila para lavar estaban en otro pequeño espacio que había a la derecha de la escalera principal del edificio de viviendas.
—¡Qué mentiras le estás contando a la tía Adoración! —exclamó Vicente al entrar— ¿Qué pasa, tía Adoración? ¿Cómo andas?
Los tres estuvieron un rato charlando de las pequeñas cosas que a todos les interesaba para estar al tanto de la vida y milagros de cada uno de los parientes del pueblo. Después, los dos amigos se despidieron de la tía Adoración y se fueron caminando hacia la pensión Albaycín en la que Alonso se solía quedar cuando pernoctaba en Granada camino de Madrid.”
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