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“Al llegar a la Plaza de la Universidad
vio el coche de Alonso aparcado frente a la casa de la tía Adoración.
Vicente, siempre que pasaba por allí, solía entrar en casa
de Adoración y estarse con ella un rato charlando de cosas de Alzujara.
La tía Adoración y su casa
eran refugio de todo alzujareño de paso por Granada y de todos aquellos
que por el motivo que fuese estaban desplazados en la capital. Los pocos
que estudiaban buscaban un momento para ir a charlar un rato con ella, los
que hacían la mili pasaban por su casa para cambiarse de ropa y también
se la dejaban para que se la lavase, el que iba de médicos dejaba
lo que había comprado hasta la hora de coger la Alsina de regreso,
el recovero la visitaba al llegar y antes de irse, mientras hacía todos
los recados que tenía que hacer ella cuidaba de lo que le había
dejado en encargo.
Llevaba muchos años viviendo en
el mismo lugar. Cuando se vino de Alzujara, antes de la guerra, estuvo sirviendo
en casa de don Manuel de Falla, después de casarse y enviudar consiguió
empleo como encargada de la “habitación de señoritas” en
la facultad de derecho del edificio central de la universidad. No paraba
en todo el santo día, cuando terminaba en la universidad limpiaba
escaleras o recogía la ropa de alguno de los señoritos de
la zona para lavársela y planchársela, fregaba el suelo de
doña Tal o doña Cual...
Vivía en la portería de
uno de los edificios de la Plaza de la Universidad en el que, además
de la labor de portera, realizaba multitud de tareas para casi todos los
vecinos del edificio.
Todo lo que trabajaba sólo le daba
para ir tirando pero, a pesar de ello, siempre recibía a sus paisanos
con grande alegría y siempre tenía a punto el cafelito o la
galletita para invitarlos, café o galletas que, en muchas ocasiones,
otro de los paisanos le había dejado como obsequio por el favor que
ella le había prestado.
Si esto lo hacía con los paisanos
en general, qué no iba a hacer por los de la familia como eran los
casos de Alonso y Vicente, ambos, aunque por vía uterina, sobrinos
de la tía Adoración.
—¡Ay, Alonso! ¿Y cómo
es posible que vayas a hacer eso?
Vicente escuchó la voz extrañada
de la tía Adoración preguntándole a Alonso por algo
que él le debía haber contado. Empujó la puerta de
cristales que daba paso a la única habitación que junto con
el dormitorio que había bajo el hueco de la escalera formaban la vivienda
de Adoración, el retrete y una pila para lavar estaban en otro pequeño
espacio que había a la derecha de la escalera principal del edificio
de viviendas.
—¡Qué mentiras le estás
contando a la tía Adoración! —exclamó Vicente al entrar—
¿Qué pasa, tía Adoración? ¿Cómo
andas?
Los tres estuvieron un rato charlando
de las pequeñas cosas que a todos les interesaba para estar al tanto
de la vida y milagros de cada uno de los parientes del pueblo. Después,
los dos amigos se despidieron de la tía Adoración y se fueron
caminando hacia la pensión Albaycín en la que Alonso se solía
quedar cuando pernoctaba en Granada camino de Madrid.”
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