LA GACETA DE GAUCÍN

INICIO

colaboraciones  contactar  enlaces   libro visitas  mis alumnos   mis libros  narrativa  opinión prensa digital  romances           



El Gato con Botas

Teodoro R. Martín de Molina.


Se dice que un molinero
cuando la muerte avistó,
a sus tres hijos queridos
tres cosas solas dejó:
para el mayor el molino,
al segundo conformó
con el asno que tenía,
y para el hijo menor...
sólo le quedaba un gato
y el muchacho lo heredó.
Poco consuelo tuvieron
con tan escasa porción,
mas los hermanos mayores
encuentran la solución
porque aúnan sus herencias
y trabajan en unión.
El pequeño se decía,
entre llantos de amargor,
que en comiéndose a ese gato
ya su herencia se acabó.
Sin mostrarse muy alarmado,
el felino que lo oyó
con calma y suave tono
al muchacho respondió:
   —Un saco y un par de botas,
sólo necesito yo.
En breve comprobará
que muy pronto mal juzgó
al animal que su padre
en herencia le dejó.
Las palabras del minino
al principio rechazó,
mas tras recapacitar
el muchacho decidió
dar al gato lo pedido
al pensar que no hay peor
intento que el no intentado
y por ello así actuó:
al gato dio lo que quiso
y a su suerte se confió.
Teniendo ante sí las botas
el gato se las calzó,
sobre su negro pescuezo
el saco se lo colgó
y a donde pastan rebaños
el gato se encaminó.
Hierbas frescas y semillas
en el saco colocó
y tan largo cómo era
en el suelo se tumbó.
Al poco, un corderito
al saco se dirigió,
y buscando las semillas
dentro de él se metió.
En menos que canta un gallo
el gato el saco cerró
y con tan rico presente
al palacio se marchó.
Cuando delante del rey
el gato se presentó,
el corderillo atrapado
al monarca le ofreció.
Del Marqués de Carabás,
el que era su señor,
dijo que era aquel regalo
que al monarca le mostró.
   —Pues mucho yo le agradezco
a ese marqués, su señor,
el regalo que me ha dado
—el monarca contestó.
Algunos días más tarde
entre el trigo se escondió,
teniendo el saco entreabierto
unas perdices cazó,
y sin pérdida de tiempo
al palacio se marchó.
De muy buen agrado el rey
el nuevo obsequio aceptó.
Así anduvo unos meses,
en nombre de su señor,
llevando cosas al rey
haciéndole gran honor,
hasta que un día muy temprano
en el palacio escuchó
que el monarca con su hija,
la princesita Leonor,
junto a la orilla del río
iban a ir de excursión.
   —Es ocasión excelente
—astutamente pensó—,
debes seguir mis consejos
—al molinero explicó—
e irte a dar un buen baño
a donde te indique yo.
Lo demás es cuenta mía,
eso no corre de vos.

El Marqués de Carabás
a su gato obedeció
y mientras tranquilamente
se daba su chapuzón,
el rey con su carruaje
por aquel lugar pasó.

   —¡Socorro! ¡Auxilio! ¡Socorro!
—Gritaba a pleno pulmón—.
Allá en lo hondo del río
se está ahogando mi señor.
   Al oír aquellos gritos
la carroza se paró
el rey sacó su cabeza
y al gato reconoció,
y sin perder un momento
a sus guardias los mandó
que fuesen a socorrer
al marqués y al que gritó
.
Siguiendo su estratagema,
el gato astuto explicó
que las ropas del marqués
un ladrón se las llevó.
El monarca, de inmediato,
a un cortesano mandó
a que trajese un vestido,
de su propio vestidor,
el Marqués de Carabás
merecíase lo mejor.
Vestido tan bien vestido
la princesa lo encontró
un joven muy a su gusto
y de él se enamoró.
Satisfecho de que el plan
a resultar comenzó,
el gato, taimadamente,
al séquito adelantó;
a todo el que se encontraba:
campesino o labrador,
con hacerlos picadillo,
a todos amenazó
si no decían que aquello
todo era de su señor.
Los prados, lagos y tierras,
el trigo, maíz y arroz,
todo por arte de magia
al molinero pasó.

Que muy rico era el marqués
el monarca concluyó.
   —El Marqués de Carabás
es de todo poseedor.
   Fue siempre igual respuesta
que a su pregunta escuchó.
   A un bello y grande castillo
por fin el gato llegó,
al que un viejo hechicero
con frialdad recibió
(de todo lo antes dicho
él era el dueño y señor).
   —Me han asegurado —dijo—
que tú posees el don
de convertirte al instante
en un animal feroz.
   —Es cierto cuanto te han dicho
—el ogro le respondió—,
para que tú lo compruebes
y yo refuerce mi don,
vas a verme en un instante
convertido en un león.
   Pronunció raras palabras
y en león se convirtió,
El gato salió corriendo
del susto que se llevó.
   Cuando vio que el hechicero
a su ser normal volvió,
bajándose del tejado
al hechicero probó
diciéndole que lo hecho
no tenía gran valor,
que lo difícil sería
convertirse en un ratón.
   Muy herido en su amor propio
el hechicero exclamó:
   —Para mí todo es posible,
mentecato enredador.
   Diciendo nuevas palabras
se convirtió en un ratón:
en abrir y cerrar ojos
el gato lo devoró,
pasando hacienda y castillo
a manos de su señor.
   —El que seáis mi yerno,
sólo depende de vos.
   Le dijo el rey al marqués
cuando el castillo avistó.
   Con graciosa reverencia
la honra él la aceptó,
y en esa misma jornada
la boda se celebró.
  A partir de ese momento
el gato se convirtió
en un ser muy refinado,
que su tiempo lo empleó
sólo en cazar los ratones
a modo de distracción.


<<VOLVER A INTRODUCCIÓN>>