Castillo de Gaucín y Sierra de Casares. www.serraniaderonda.com

LA GACETA DE GAUCÍN

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COLABORACIONES


     

CARTA A UN TERRORISTA

Execrable fanático terrorista.
         Verá que no le miento a la madre, ni le insulto, no me cisco en sus castas, ni tan siquiera  le digo el asco que me da. No me extiendo en mencionar todos y cada uno de los calificativos a los que usted se ha hecho acreedor.
         No voy a dejarme llevar por la rabia y el dolor que todas y cada una de sus acciones me produce, es más, tras ese dolor y esa rabia, aparece en mi mente una extraña lucidez que no sabría muy bien explicarle a que se debe, pero es desde esa lucidez, desde la que deseo dirigirle la presente misiva.
         Tengo que decirle ante todo, que me da igual el motivo por el que usted mata, ya sea por la libertad de un pueblo oprimido o supuestamente oprimido, por venganza de una guerra injusta y cruel, o porque no acepta de buen grado que su señora se haya cansado de usted. Si mata usted en el nombre de Cristo, en el de Alá o en nombre de las multinacionales a las que les interesa la desestabilización de cualquier parte del mundo. Para mí esos, sus motivos, carecen de importancia. No entiendo, jamás he entendido que unas ideas, sean cuales fueren, se defiendan asesinando a otros seres humanos, por mucha razón que usted pudiera llegar a tener, desde el momento en que empuña un arma para  defender esa razón, deja de tenerla.
         Usted señor terrorista, da igual su nacionalidad y motivación, ha teñido de sangre mi país, ha asesinado a personas que en su momento se manifestaron en contra de una guerra, una actitud política o una condición personal, a consecuencia de la, que usted asegura, que los ha matado. ¿No le parece, realmente, por dos veces cruel, asesinar a personas que se echaron a la calle para defenderle a usted y los suyos, hace apenas un año, o dos, o tres, o veintitrés?
         La otra tarde escuche a un político de mi país, uno de esos que nunca lucharon por la democracia ni la libertad, que no apoyó la constitución que los españoles nos dimos hace veinticinco años, pero que ahora, cada vez que puede y tiene oportunidad habla de democracia y constitución como si fuera un regalo suyo al pueblo; decir que los responsables de la matanza de mis compatriotas son únicamente ustedes los asesinos. Y, ¿sabe una cosa?, casi me dio más asco que el que usted me da, porque, mire usted, pensé que no era justo responsabilizarle a usted solo. No crea que le defiendo o le comprendo, nada más lejos de la realidad, es solo que la lucidez esa de la que le hablaba con anterioridad me hace tener una perspectiva de las cosas que creo que se acerca más a la base del raciocinio, que la que normalmente preside mis actos.
         Por eso pensé que no era usted el único responsable de la barbarie, también ese político que con su impecable camisa y su corbata a juego, que ahora se sacude la sangre de los inocentes, dejándola toda en la conciencia de usted, si es que la tiene, es tan responsable como usted, por apoyar a un líder tan fanático y sanguinario como usted en una guerra injusta e ilegal, que ha servido, al margen de para satisfacer fines políticos y personales no tan ocultos, pero que a nadie importan un pimiento, para que usted tenga una excusa con la que poder saciar su sed de sangre.
         Pero no crea que con estas palabras descargo toda la responsabilidad de lo ocurrido en usted y quienes le atacaron. No es así, también es culpable el ciudadano de a pie, honorable padre de familia o atenta ama de casa que votó en unas elecciones a los señores de la guerra, que les apoyó en todas las decisiones de las que hoy sufrimos las consecuencias. Pero no acaba ahí la responsabilidad, no fanático terrorista, aún hay más, yo humilde cuenta cosas que en este momento, haciendo de tripas corazón, me dirijo a usted a través de esta misiva, también soy cómplice y responsable de sus crímenes, porque yo, que no les voté, yo que no les apoyé, tampoco hice nada por evitar que se salieran con la suya y mi actitud ha servido en el mismo grado de excusa para que usted, infame terrorista, haya teñido las calles de Madrid con la sangre de honrados ciudadanos que se dirigían a su trabajo o a sus clases.
          La diferencia entre todos nosotros, es que los ciudadanos hemos aprendido la lección, y al menos en lo que a mi concierne, no volverá a ocurrir, se lo debo a las victimas que entre todos hemos causado, me he prometido que a partir de ahora volveré a la lucha, aunque sea un incomprendido y me fastidie tener que asumir responsabilidades, desde ayer, o antes de ayer, o puede que antes, no lo sé. Soy un militante activo en la lucha por la libertad y la paz.
         Quizás algún día, fanático terrorista, tenga usted que matarme, eso significará que usted no ha entendido nada, que sigue siendo manipulado por seres tan infames y manipuladores como los que le llenan la cabeza de absurdas ideas, basándose en las cuales, usted mata, mientras ellos brindan con cava de excelente bouquet.
          Pero de momento, hoy, y siendo fiel a mi promesa, le invito a reflexionar sobre su talante, sobre eso que usted llama su lucha y que no es más que el argumento que usted utiliza para engañarse y  seguir matando. Quiero que reflexione sobre lo que esta consiguiendo, si realmente es usted consciente que lo único que usted hace es agitar más el odio entre los pueblos,  fomentar más y más el deseo de venganza, la lucha y la desconfianza entre seres de una misma raza, la raza humana.
          Quisiera, si le parece bien, que dejara de pelar el cable que detonará su próxima bomba, quien sabe si adosada a su cuerpo, y dedicara  dos minutos de  su despreciable tiempo a meditar, si lo que usted está haciendo no es al fin y al cabo lo que le interesa a esa gente a la que usted dice combatir. Esa gente poderosa y sin escrúpulos, que nos manipula a usted y a mí.
           Y  si al final de ese tiempo de reflexión, se da cuenta que tengo razón y que no somos más que unas marionetas en manos de los poderosos, si al final conviene conmigo en que todos somos hermanos, por favor no me mate.
           Si no es así, no me cabe más que esperar que nuestros hijos sean más inteligentes que usted y yo, y que ellos puedan lograr lo que usted y yo fuimos incapaces de lograr, la PAZ para el mundo, si es que  para entonces queda algo  de mundo, claro.
     Hasta nunca. Espero que usted lo pase mal.
     Un simple contador de cosas.

José Miguel Montalbán. Abril, 2004.