CARTA A UN TERRORISTA
Execrable fanático terrorista.
Verá que no le
miento a la madre, ni le insulto, no me cisco en sus castas, ni tan siquiera
le digo el asco que me da. No me extiendo en mencionar todos y cada uno
de los calificativos a los que usted se ha hecho acreedor.
No voy a dejarme llevar
por la rabia y el dolor que todas y cada una de sus acciones me produce,
es más, tras ese dolor y esa rabia, aparece en mi mente una extraña
lucidez que no sabría muy bien explicarle a que se debe, pero es
desde esa lucidez, desde la que deseo dirigirle la presente misiva.
Tengo que decirle ante
todo, que me da igual el motivo por el que usted mata, ya sea por la libertad
de un pueblo oprimido o supuestamente oprimido, por venganza de una guerra
injusta y cruel, o porque no acepta de buen grado que su señora se
haya cansado de usted. Si mata usted en el nombre de Cristo, en el de Alá
o en nombre de las multinacionales a las que les interesa la desestabilización
de cualquier parte del mundo. Para mí esos, sus motivos, carecen
de importancia. No entiendo, jamás he entendido que unas ideas, sean
cuales fueren, se defiendan asesinando a otros seres humanos, por mucha
razón que usted pudiera llegar a tener, desde el momento en que
empuña un arma para defender esa razón, deja de tenerla.
Usted señor terrorista,
da igual su nacionalidad y motivación, ha teñido de sangre
mi país, ha asesinado a personas que en su momento se manifestaron
en contra de una guerra, una actitud política o una condición
personal, a consecuencia de la, que usted asegura, que los ha matado. ¿No
le parece, realmente, por dos veces cruel, asesinar a personas que se echaron
a la calle para defenderle a usted y los suyos, hace apenas un año,
o dos, o tres, o veintitrés?
La otra tarde escuche
a un político de mi país, uno de esos que nunca lucharon
por la democracia ni la libertad, que no apoyó la constitución
que los españoles nos dimos hace veinticinco años, pero que
ahora, cada vez que puede y tiene oportunidad habla de democracia y constitución
como si fuera un regalo suyo al pueblo; decir que los responsables de la
matanza de mis compatriotas son únicamente ustedes los asesinos.
Y, ¿sabe una cosa?, casi me dio más asco que el que usted
me da, porque, mire usted, pensé que no era justo responsabilizarle
a usted solo. No crea que le defiendo o le comprendo, nada más lejos
de la realidad, es solo que la lucidez esa de la que le hablaba con anterioridad
me hace tener una perspectiva de las cosas que creo que se acerca más
a la base del raciocinio, que la que normalmente preside mis actos.
Por eso pensé
que no era usted el único responsable de la barbarie, también
ese político que con su impecable camisa y su corbata a juego, que
ahora se sacude la sangre de los inocentes, dejándola toda en la
conciencia de usted, si es que la tiene, es tan responsable como usted,
por apoyar a un líder tan fanático y sanguinario como usted
en una guerra injusta e ilegal, que ha servido, al margen de para satisfacer
fines políticos y personales no tan ocultos, pero que a nadie importan
un pimiento, para que usted tenga una excusa con la que poder saciar su sed
de sangre.
Pero no crea que con
estas palabras descargo toda la responsabilidad de lo ocurrido en usted y
quienes le atacaron. No es así, también es culpable el ciudadano
de a pie, honorable padre de familia o atenta ama de casa que votó
en unas elecciones a los señores de la guerra, que les apoyó
en todas las decisiones de las que hoy sufrimos las consecuencias. Pero
no acaba ahí la responsabilidad, no fanático terrorista, aún
hay más, yo humilde cuenta cosas que en este momento, haciendo de
tripas corazón, me dirijo a usted a través de esta misiva,
también soy cómplice y responsable de sus crímenes,
porque yo, que no les voté, yo que no les apoyé, tampoco hice
nada por evitar que se salieran con la suya y mi actitud ha servido en el
mismo grado de excusa para que usted, infame terrorista, haya teñido
las calles de Madrid con la sangre de honrados ciudadanos que se dirigían
a su trabajo o a sus clases.
La diferencia
entre todos nosotros, es que los ciudadanos hemos aprendido la lección,
y al menos en lo que a mi concierne, no volverá a ocurrir, se lo
debo a las victimas que entre todos hemos causado, me he prometido que
a partir de ahora volveré a la lucha, aunque sea un incomprendido
y me fastidie tener que asumir responsabilidades, desde ayer, o antes de
ayer, o puede que antes, no lo sé. Soy un militante activo en la
lucha por la libertad y la paz.
Quizás algún
día, fanático terrorista, tenga usted que matarme, eso significará
que usted no ha entendido nada, que sigue siendo manipulado por seres tan
infames y manipuladores como los que le llenan la cabeza de absurdas ideas,
basándose en las cuales, usted mata, mientras ellos brindan con
cava de excelente bouquet.
Pero de momento,
hoy, y siendo fiel a mi promesa, le invito a reflexionar sobre su talante,
sobre eso que usted llama su lucha y que no es más que el argumento
que usted utiliza para engañarse y seguir matando. Quiero que
reflexione sobre lo que esta consiguiendo, si realmente es usted consciente
que lo único que usted hace es agitar más el odio entre los
pueblos, fomentar más y más el deseo de venganza, la
lucha y la desconfianza entre seres de una misma raza, la raza humana.
Quisiera, si le
parece bien, que dejara de pelar el cable que detonará su próxima
bomba, quien sabe si adosada a su cuerpo, y dedicara dos minutos de
su despreciable tiempo a meditar, si lo que usted está haciendo no
es al fin y al cabo lo que le interesa a esa gente a la que usted dice combatir.
Esa gente poderosa y sin escrúpulos, que nos manipula a usted y
a mí.
Y
si al final de ese tiempo de reflexión, se da cuenta que tengo razón
y que no somos más que unas marionetas en manos de los poderosos,
si al final conviene conmigo en que todos somos hermanos, por favor no me
mate.
Si no es
así, no me cabe más que esperar que nuestros hijos sean más
inteligentes que usted y yo, y que ellos puedan lograr lo que usted y yo
fuimos incapaces de lograr, la PAZ para el mundo, si es que para entonces
queda algo de mundo, claro.
Hasta nunca. Espero que usted lo pase mal.
Un simple contador de cosas.
José Miguel Montalbán. Abril, 2004.