Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN


EL BARBERO

 “Cuando las barbas de tu vecino...” sabio refrán como todos ellos.
Uno, que es hombre versado y conoce varias lenguas, lee con atención lo que durante los últimos días publican los periódicos en lengua árabe de la zona del golfo, y a través de la parabólica conecta con las cadenas de radio y televisión de ese
lugar de Oriente; sobre todo está al tanto de lo que se dice de los países limítrofes por el este y el oeste con Irak: Irán y Siria; por ello está bien informado de las últimas noticias que por allí circulan, noticias todas relacionadas con el clima de euforia que viven sus habitantes ante el halagüeño porvenir que se les avecina.
¡Albricias! Vienen a decir en sus titulares casi todos los medios de comunicación de los mencionados países. ¡La democracia está al caer! Es otra de las frases que más repiten. Claro, y es que cuando han visto el éxito de las democráticas elecciones de Irak, sólo piensan, y apenas duermen pensando en ello, en el momento glorioso en el que Mr. Bush dé la orden para establecer un régimen democrático en los vecinos de la última nación liberada de la opresión y conducida por el justo y noble brazo de los demócratas (bueno, republicanos) americanos y sus más fieles aliados
a la auténtica democracia al estilo occidental, que digo occidental: occidentalísimo.
  Mr. Bush, Mrs. Rice y Mr. Rumsfeld están dando los primeros pasos, poniendo las primeras piedras y buscando la justificación necesaria para no defraudar a los  millones y millones de sirios e iraníes que sueñan con el momento en el que, como en su hermano y vecino país, los aviones norteamericanos comiencen con sus bombardeos liberadores, que después darán paso a los tanques y helicópteros liberadores, a las liberadoras tropas, armadas hasta los dientes, que se encargarán, sabiamente, de asediar ciudades y acariciarlas con obuses hasta que no quede piedra sobre piedra y así resulten totalmente liberadas, de interrogar a todos los enemigos de la democracia que consigan hacer prisioneros y hacerles recitar de memoria el credo demócrata, de, sin darse cuenta, eliminar a los informadores poco afines; en definitiva, de dejar preparado y listo el país , los países, para que en un tiempo récord se celebren elecciones, se elijan a los auténticos representantes del pueblo para que copien la constitución que se les dé y si en un momento cometen algún desliz, ser removidos democráticamente por  el mismo que los colocó en el poder, es decir, el pueblo (el pueblo americano quiero decir, representado por su presidente).
Una vez conseguida la implantación de un régimen democrático, como Dios manda, sólo quedará atender a los huérfanos y viudas de los que perdieron la vida durante la “liberación” o a manos de la “insurgencia terrorista” que, sin duda,  habrá llenado y llenarán sus ciudades de cadáveres un día sí y otro también, llegando a convertirse en algo normal de puro repetirse. Pero esa ayuda, como casi todo en este mundo, tendrá su precio.
En esos países existen algunos iluminados que se atreven a creer en un dios distinto del nuestro (el verdadero), tienen una forma de pensar y de gobernarse distinta a las nuestras (las verdaderas); algunos, incluso se creen que porque tengan una historia de miles de años, tienen algo que merece ser tenido en consideración (los americanos en un par de cientos de ellos, miren adonde han llegado); que porque su cultura también lo sea, tienen que ser distintos a lo que está establecido en el uso occidental; pero qué sabrán esos árabes que sólo tienen petróleo.
¡Ah, petróleo! Palabra mágica. Explotado por los que saben explotarlo, a 50€ el barril, come rcializado por las compañías que tiene que hacerlo, que a su vez están en las manos de los que tienen que estar. Pero qué se creerán esos moros.
Uno que no es para nada versado, que sólo conoce su lengua y que apenas sabe leer, no tiene que estrujarse mucho los sesos para leer entre líneas y escuchar
entre frases y, como tú, entender que todo lo que oculta el renovado afán democratizador de los modernos cruzados representantes del honesto pueblo americano (que no porque su pueblo lo sea ellos tienen que serlo) no es más que interés crematístico: dinero y más dinero, el auténtico dios del mundo moderno.
¡Qué Dios misericordioso haga que el barbero no se acuerde de nosotros! (Ni de los demás).
Teodoro R. Martín de Molina. Febrero, 2005.