Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

 

Ya casi parece extraño, pero el pasado día siete “una paisana” desde Madrid escribía en el Libro de Visitas de la web. Tratando de responderle escribo estos párrafos.

 

A una paisana

 

No sé si escribirte estas líneas a ti o escribirlas a mí mismo. Como tú, yo soy uno de los muchos gaucineños que vivimos fuera del pueblo y que nos hacemos la misma o similar pregunta. Y, al igual que a ti,  a mí también  me gustaría que alguien nos explicase qué es lo que pasa con los alcaldes de nuestro querido Gaucín para que el pueblo siga apareciendo en los medios por motivos tan poco gratificantes y, a veces, hasta bochornosos.

            En mi anterior artículo mostraba mi deseo de que el Toro de Cuerda se convirtiera en noticia de primera plana al día siguiente y remitieran las referidas a las ocurrencias del alcalde, pero “mi gozo en un pozo” y nos despertamos el lunes y el martes sin una noticia que echarnos a la vista relativa al evento y sí varias con más de lo mismo. Y hoy vuelven a la carga con la intriga acerca de quién será el tercer alcalde del pueblo en la presente legislatura. La incógnita la despejarán en cuanto el que maneja los hilos del teatrillo decida por todos los ciudadanos. Los demás nos movemos en la duda de si volveremos a tener un alcalde imputado u otro, como el actual, que se deje guiar por sus “sabios” consejos.

            Visto lo visto hasta el momento, no sería de extrañar que en poco tiempo Gaucín vuelva a aparecer en los papeles por temas similares a los que durante toda esta legislatura lo ha sido: asuntos triviales que en nada favorecen la imagen que damos del pueblo y que, en no pocas ocasiones, nos convierten en motivo de chanza, cuando no en el hazmerreír, de todos los que tienen acceso a tales informaciones o noticias.

            Cuando comencé mi andadura cibernética con La Gaceta de Gaucín, allá por el mes de enero de 2003, lo hacía en los siguientes términos:

Somos muchos los naturales de Gaucín que andamos desperdigados por toda la geografía andaluza, española y mundial. No es que yo sea uno de los más enamorados de nuestro pueblo (varios miembros de mi familia me redoblan con creces en su amor por Gaucín, y suplen a aquellos que, como yo, somos menos efusivos). A los naturales tendríamos que añadir los descendientes de los que aún vivimos y de los que ya nos esperan donde sea. Y a unos y a otros, aquellos que sin ser nacidos en nuestro pueblo han demostrado hacia él tanto o más cariño que muchos de nosotros.”

            A ti, mi anónima paisana, te englobo entre los muchos que formamos parte de los gaucineños emigrados a los que no nos llenaría nada en el mundo de mayor satisfacción que el hecho de que nuestro pueblo fuese noticia por motivos alegres y que nos hicieran sentir el orgullo de ser nacidos allí; pero está visto que ese orgullo lo mantenemos porque es algo innato a la mayoría de nosotros, no porque desde los responsables políticos de turno se afanen porque así sea, bien al contrario parecen empeñados en que cuando alguien nos mencione algunos de los aspectos por los que Gaucín es noticia, nos hagamos el loco o tratemos de evadir el tema para no sentir el bochorno que la vergüenza ajena te hace padecer en algunos momentos ante hechos y circunstancias que son poco explicables. O bien, nos obliga a echar mano de otros argumentos –que por suerte no nos faltan– que hacen mitigar el sonrojo que nos producen ciertos acontecimientos como los que últimamente han estado teniendo lugar en Gaucín.

            No sabría bien decirte, mi angustiada paisana –porque angustia es lo que parece denotarse en tu petición–,  qué es lo que está pasando con los alcaldes de nuestro querido Gaucín. Mucho me temo que lo que ocurre es algo parecido a lo que está sucediendo en tantos y tantos pueblos de toda España, el ascenso al poder de unas personas más pendientes de sus intereses particulares y los de sus allegados o adláteres que de los de la comunidad a la que dicen representar. Y de eso los verdaderos y auténticos responsables no son precisamente estos personajes, sino que somos todos aquellos que cuando vamos a votar no sopesamos convenientemente a las personas o los grupos a los que para todo el período de tiempo que comprende una legislatura vamos a darles nuestra confianza.

            Sería vano y pretencioso por mi parte tratar de desvelarte, apreciada paisana, los motivos por los que cada uno de los ciudadanos se inclina por tal o cual persona o grupo. Entre los votantes debe de haberlos, acorde con sus motivaciones, cándidos, interesados, reflexivos, inconscientes, incondicionales, chaqueteros, agradecidos, rencorosos, bienintencionados, perversos, sesudos, ligeritos…, y, en general, pienso que existe poco clarividente y mucho tozudo que no ve mucho más allá de lo inmediato y persiste en el error de confiar en aquel o aquellos que no merecen tal confianza, pues sus acciones así nos lo ponen de manifiesto.

            Deberíamos ser más dados a analizar exhaustivamente los pros y los contras de los candidatos a los que vamos a dar nuestro voto. No deberíamos guiarnos por las palabras grandilocuentes y las vanas promesas que tanto acostumbran a poner sobre la mesa, más bien deberíamos considerar  razonadamente de dónde vienen, lo que han hecho o han dejado de hacer con anterioridad, si es que estuvieron desempeñando el gobierno o la oposición, o cuál ha sido su trayectoria personal  y profesional que siempre nos podrán dar una pista acerca de lo que nos puede deparar el futuro sin que nos llevemos grandes sorpresas, con las mínimas ya tenemos bastante.

            Eso que a ti te preocupa, no sé si desconocida paisana, es lo quisiéramos saber todos los gaucineños, sobre todo aquellos que, como tú y como yo, vivimos lejos del pueblo, porque se supone que los que viven allí deben de estar al tanto, en mayor o menor medida, de todo lo que pasa con los sucesivos alcaldes, y es en ellos, en los que viven el día a día del pueblo y tienen derecho al voto en el municipio, sobre los que recae la responsabilidad de dar un giro a la situación de los últimos tiempos de modo que  la noticia que transcienda de nuestro pueblo sea positiva o, como mal menor, que no transcienda noticia alguna, porque visto lo visto , ese hecho ya sería más que bueno para nuestro querido Gaucín, y por lo tanto para la generalidad del ciudadano.

            Pero, estimada paisana, no creo que ni tú ni yo, ni ninguno de los que salimos en su momento de Gaucín, tengamos derecho a nada, puesto que como alguien, no sé si con su verdadero nombre y apellido o usurpando el de otro que con esto de los correos electrónicos nunca se sabe, me decía en un email, después de escribir en enero de 2007 el artículo titulado “Saltimbanquis de la política”, que los que “abandonamos”  el pueblo no podemos hablar de las personas ni los temas políticos que les afectan, puesto que nada conocemos al respecto; que ellos, los que se quedaron allí “luchando por mejorar el pueblo” son los que pueden hacerlo.

            De modo que, amiga y paisana, los gaucineños de la diáspora poco o nada contamos para esos “luchadores” y nos vemos abocados, en el criterio de los “salvadores del pueblo”, a mantenernos en silencio, o bien llegar a nuestras propias y equivocadas conclusiones según lo que trasciende por medio de lo que dice la prensa o los autos judiciales y guardárnoslas para nosotros. Nuestras intuiciones basadas en todo ello y en lo que podemos percibir en nuestras esporádicas visitas al pueblo o en los contactos de todo tipo con otros familiares y paisanos solamente son apreciaciones “parciales” y “faltas de escrúpulos” que nada tienen que ver con la realidad de la vida de nuestro querido Gaucín.

            Así que, sintiéndolo mucho, mi preocupada paisana, no puedo responder a tu pregunta. Seguro que si te respondiesen los que se quedaron luchando, y de qué modo, por mejorarlo, la respuesta sería contundente: “Aquí no pasa nada, lo que ocurre es que los que vivís fuera os imagináis cada cosa…”

            Y así debe de ser. No digo más.

 

Teodoro R. Martín de Molina. 11 de abril de 2010

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