Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

 

Y bla, bla, bla, bla…

 

Está visto que hablar no cuesta nada y que tan gratuita sale la interpretación que algunos hacen sobre los términos que se emplean a la hora de referirse a los demás, como los cometarios emitidos desde cualquier tribuna pública o privada.

            Así esta semana nos despertamos con dos interpretaciones léxicas que al común de los ciudadanos nos deja un tanto perplejo. Dichas apreciaciones semánticas provienen, como en tantas ocasiones, de un juez y, en ésta, de una parlamentaria autonómica. Ambas señorías se quedaron tan campantes cuando interpretaron, el uno, que llamar “zorra” a su esposa no supone insulto alguno sino más bien un halago, y la otra con el apoyo de todo el séquito de sus compañeros diputados, que el vocablo “pajarraco” referido a los socialistas no es más que una acepción lingüística aumentada.

            Es evidente que su señoría, el juez del Olmo, debe de andar como loco detrás de todas sus parientes féminas dedicándoles tal epíteto en cada ocasión que se vea con ellas en el pasillo de la casa o al subir las escaleras, al despedirse o cuando se reencuentra con ellas después del trabajo. Cuando quiera llamarlas taimadas, ladinas o astutas –esto último dicho sin ánimo de invitar al uso de la rima fácil–, las llamará “zorras”, que es lo más normal del mundo y es el apelativo que todos usamos cuando nos referimos a las mujeres que queremos. Y sentirá una inmensa gratitud hacia todos aquellos que al referirse a las mujeres de su familia lo hagan usando el sustantivo referido a la garduña transformado en adjetivo por mor de sentencia judicial, gratitud que seguro irá acompañada de gran júbilo y alegría.

            La misma alegría deben de sentir los parlamentarios castellanos-manchegos cuando alguien se refiera a su presidenta, la señora de Cospedal, como la “pajarraca” que gobierna la comunidad. Y seguro que pensarán que el uso de tan delicado término no hace más que ensalzar la ya de por sí más que ensalzada figura de la secretaria general del PP. Y al ser un acepción lingüística aumentada, estarán deseando que en cada ocasión que algún compañero parlamentario se dirija a ella, o a cualquiera de los  diputados del PP, lo haga utilizando tan galante, cortés y sonora denominación. Es seguro que pensarán que el término los define perfectamente e incluso al ser una acepción aumentada deben de considerarse doblemente satisfechos por recibir tan encantador piropo en sede parlamentaria.

            Para acabar la semana nos despedimos con las palabras de Durán i Lleida una vez más haciendo sangre con Andalucía, aunque sin mentarla. Hace un tiempo fueron los de Esquerra con el tema de los impuestos, hace poco fue Artur Mas con su apreciación sobre el castellano de sevillanos y malagueños y ahora le ha tocado el turno al beato Josep Antoni que en el absurdo discurso del que no tiene discurso nos quiere hacer olvidar toda la historia de España con el lamento del buen samaritano catalán que costea a los vagos borrachos del sur con sus aportaciones a las arcas del estado. Bien se les podría responder con otras muletillas carcas del mismo estilo referidas a los catalanes, pero no creo que merezca la pena, que con su “pan tumaca” se coman sus resentimientos.

            Por último, anoche vi en varias teles las imágenes de la cogida del torero Juan José Padilla en Zaragoza a consecuencia de la cual el diestro probablemente pierda la sensibilidad de la parte izquierda del rostro y el ojo del mismo lado. En alguna tele también nos recordaron la de Julio Aparicio en Madrid, en la que el asta del animal le entró por la garganta y le salió por la boca. Después he leído algunos comentarios en Facebook en los que apoyan al torero herido en Zaragoza al tiempo que hacen apología de la fiesta nacional al grito de “torero, torero”, ¡bendito sea Dios!

            Hablando de zorras, pajarracos, vagos y toreros se nos ha ido la semana y se ha acabado este artículo sin decir ni una palabra de la convención pepera en tierras malacitanas, que es donde más notable y palpable ha sido el  “bla, bla, bla, bla…”

           

Teodoro R. Martín de Molina. 9 de octubre de 2011

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