Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

colaboraciones     narrativa    romances   mis alumnos  enlaces   libro visitas   contactar   inicio  presentación

OPINIÓN

VÍCTIMAS


El pasado sábado 4 de junio, entre 200.000 y 1.000.000 de víctimas del terrorismo se manifestaron en Madrid para decirle al gobierno que en su nombre no dialogue ni negocie con la banda terrorista ETA o con los de su entorno. Fuimos más de 43.000.000 las víctimas del terrorismo que no nos manifestamos ese día por ese motivo ni por ningún otro.
Algunos pensarán que es una barbaridad lo que acabo de exponer en el párrafo anterior, pero pensemos.
Desde hace más de 30 años nuestro país, España, viene sufriendo el azote de distintas bandas terroristas, fundamentalmente ETA, a las que en marzo de 2004 se les unieron los fundamentalistas islámicos. Y todos los españoles sin excepción, incluyendo incluso a los más próximos a los terroristas, hemos sido y somos víctimas de su fanatismo y de su irracional modo de entender la solución de lo que ellos entienden como problema político del País Vasco.
Si en un primer momento, durante la dictadura franquista, las acciones de la banda se entendían como un movimiento de liberación que incluso podría ayudar a todo el país a salir del régimen autoritario (recuérdese el mirar para otro lado, en general de todos los que de uno u otro modo discrepábamos del régimen franquista, respecto del atentado contra el almirante Carrero), con la llegada de la democracia aquello empezó a no tener sentido de ser y con el posterior asentamiento, tras el fallido golpe de estado, muchísimo menos. Mientras que la mayoría de los grupos terroristas se disolvieron o fueron disueltos, ETA ha continuado en su particular lucha, entre otros motivos porque siempre ha contado con un apoyo popular del que no gozaron los demás, y porque su ideario primitivo se ha convertido en un interés bastardo que nada tiene que ver con aquello, hechos estos que para nada justifican su actuación ni la defensa de unas ideas con los métodos que llevan la muerte y la desgracia a unas pocas familias y sus consecuencias a toda una nación.
Somos víctimas todos porque durante este tiempo los sucesivos gobiernos han tenido como eje fundamental de su política la lucha contra el terrorismo, éste ha sido durante muchísimos años el principal problema que percibía mayoritariamente la población española, los mayores esfuerzos de los gobiernos han ido dirigidos a la erradicación de este mal. Si los esfuerzos, el eje de la política nacional, la preocupación de la sociedad estaban centrados en la política antiterrorista, es evidente que otros problemas y otras situaciones que deberían haber sido tarea prioritaria pasaron a un segundo plano y a ellas no se les dedicaron todas las energías por mucho que se pretendiera.
Somos víctimas porque se ha legislado en muchas ocasiones, y últimamente más, a la carta y a golpe de vísceras, algo que en un particular está mal visto, qué decir a nivel de un gobierno o de un parlamento. Porque la justicia ha actuado en muchas ocasiones al dictado de los gobiernos y eso nunca es bueno para la salud democrática de una sociedad. Porque los primeros gobiernos de la democracia hubieron de echar mano de los métodos empleados en la dictadura para luchar de modo ilegal contra la plaga que en aquella época azotaba todo el territorio nacional y que llevó a los elementos más involucionistas de la sociedad civil y militar a sucesivas intentonas golpistas. Porque de ese tipo de actividades ilegales se aprovecharon unos cuantos en beneficio propio lo que conllevó a un concepto de clase política corrupta que salpicó a la mayoría de los hombres y mujeres que se dedican a defender los intereses generales del país.
Somos víctimas porque la convivencia entre los españoles de unas y otras regiones se ha visto deteriorada, porque miramos con recelos a los que proceden del País Vasco y buena parte de ellos también recelan de los demás, incluso recelan entre ellos mismos, y aunque se grite con cierto efectismo eso de “vascos sí, ETA no”, en el fondo no se tiene la más mínima simpatía por todo lo que suene a vasco y hoy por extensión (y por desgracia) a lo que huela a independentismo e incluso a nacionalismo, porque la práctica terrorista y el uso político que han hecho de ella determinados políticos y medios han contaminado de tal modo las dichas ideas que dan la sensación de siempre estar impregnadas de la sangre producto del terrorismo. Porque muchos de los que quisieran estar allí no lo pueden hacer, y muchos de los que nos gustaría visitar aquellos lugares tenemos demasiados reparos y estamos cargados de prejuicios que nos impiden hacerlo.
Por estos y otros muchos “porques” entiendo que todo el pueblo español es víctima del terrorismo.
Está claro y es evidente que aquellos que sufrieron en sus carnes o en las de sus familiares el efecto directo del terrorismo son víctimas doblemente, por un lado por todo lo antes expuesto y por otro por estar en la primera línea del sufrimiento y del dolor. Por ello creo que tienen todo el derecho a expresar su opinión como mejor estimen, y si lo estiman del modo que lo hicieron el pasado día 4, pues muy bien.
Ahora bien, también es evidente que del total de manifestantes habría que restar un buen número de aquellos que, al amparo de los que sufrieron el terrorismo en sus carnes, los utilizan y hacen un uso malvado de su dolor con el único propósito de desgastar al gobierno y deslegitimar las decisiones que por amplia mayoría aprueba el parlamento y que en nada contradice a lo que exigían los manifestantes, o ¿es que estas víctimas y todos los que interesadamente se esconden detrás de ellas no quieren el final del terrorismo?  Según mis informaciones, lo que he oído, visto y leído el parlamento “autoriza al gobierno a iniciar conversaciones/negociaciones con ETA o su entorno una vez haya cesado la violencia y los terroristas hayan abandonado las armas”, y ¿es este supuesto peor que aquellos en los que se produjeron, con idéntico fin, conversaciones/negociaciones con los terroristas en anteriores gobiernos? Está claro que no, entonces ¿a qué viene este movimiento de la AVT y sus socios del PP? ¿Qué pretenden? ¿Que nunca se pueda llegar al final del túnel y que si se llega sea con un gobierno de la derecha? ¿Que un final negociado no vale y lo único que interesa es un bando del alto mando en el que se comunique que: “en el día de la fecha, rendido y cautivo el ejército enemigo...”, seguido de juicios sumarísimos que tan bien le suena algunos? ¡Basta ya de utilización espuria (cuánto gustan algunos comunicadores del uso de esta palabra) de las víctimas y de su dolor!
Todo lo que sea acabar con el terror y con sus consecuencias, bienvenido sea. Que no haya más víctimas y que el homenaje que todos rindamos a ellas sea ese, ver que el terror no vuelve a sembrar el dolor en ninguna familia y que por siempre ha dejado de influir en la vida política y social de nuestra España, que el tributo que se haya de pagar sea el justo para que la reconciliación entre todos llegue a ser posible; en un principio algunas decisiones pueden doler en los sectores más sensibles, pero a la larga si el fin que se pretende y aquél que se consigue son loables todos sabremos olvidar y todos podremos perdonar.
No creo hablar en nombre de nadie, pero en el mío sí, y en mi nombre sí puede y debe negociar el gobierno el fin de la violencia terrorista, éste y cualquier otro gobierno.

Teodoro R. Martín de Molina. Junio-2005