NUESTRO ABUELO TEODORO DE MOLINA

LA GACETA DE GAUCÍN

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UN ROMANCE DE FAMILIA
A los de Molina-Faura, ancestros y descendientes,
con motivo de la vigésimo segunda reunión familiar.


Herramienta me han prestado

Para poder escribir

Romance donde contar

Lo que nos reúne aquí,

Mas al no tener papel

Me tengo que decidir

Por guardar en la memoria

Lo que tengo que decir,

Que ya en el ordenador

Ha quedado tal que así:

 

Alcanzan ya veintidós

Los años que con buen fin

Los que podemos venimos

Para volver a sentir

El lazo que compartimos

Y nos hace tan feliz.

Ese lazo es nuestra sangre

Que con reposado fluir,

Con más o menos problemas,

Al músculo hace latir;

Son los principios mamados,

Del que fue nuestro adalid,

Que bien los supo sembrar

Como sarmientos de vid.

Todos somos descendientes

De una saga de Gaucín,

De Molina nos llamamos

Y es un orgullo decir

Que en nuestros antepasados

Bien podemos descubrir

Las virtudes que a nosotros

Nos quisieron transmitir:

Dignidad, honra y amor

Fue todo aquel pedigrí

Que supieron inculcar

Tanto en ti como en mí.

No ambicionamos riquezas

Ni cosas de gran postín,

Tan solo nos conformamos

Con absorber de raíz

La savia que nos ayude

A luchar en buena lid

Con los problemas que hallemos

En nuestro diario vivir.

Espero me perdonéis

Si cometí algún desliz

En estas cosas del verso

O en el contenido en sí,

Pero tened por seguro

Que lo que se ha dicho aquí

Es lo que brota cual fuente

De aquello que recibí

De Josefa la Serrana

Y de Pepito Martín,

Que igual pudo haberlo escrito

Un hijo de tío Joaquín,

Alguno de María Luisa,

O del primero en morir

Que se llamara Teodoro

Al igual que el benjamín

De aquellos que reunidos

Nos acordamos de ti.

De ti que ya te marchaste

O no pudiste venir,

Y a ti te lo dedicamos

Para que puedas sentir

El orgullo de saber

Una, cien veces y mil

Que lo bueno de estos actos,

Su propia bondad en sí,

Es ver de dónde venimos

Y a donde queremos ir,

Y saber que nuestro origen

Nos vinculará hasta el fin.


Teodoro R. Martín de Molina.
 MARZO DE 2010