Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

OPINIÓN

Un esfuerzo

 

Un esfuerzo es lo que nos pide el gobierno que hagamos todos los españoles para que seamos comprensivos con la “reformas” que están adoptando, que conllevan un no menor esfuerzo sobrevenido pues siempre les toca a los mismos tener que rascarse el bolsillo para sacarnos de la crisis. Crisis que en su momento provocaron otros con su pésima gestión, su codicia y sus tretas para engañar a todo el que se ponía a su alcance.

            Y yo, como soy tan buen español, voy a hacer también mi propio esfuerzo, uno más además de los otros, que no es sino que el de ponerme delante del ordenador para tratar de enlazar unos cuantos párrafos por ver si me desahogo un poco después de ver, oír y leer lo que ayer pasó en el Congreso de los Diputados, donde Rajoy, por fin, actuó como primer ministro y se decidió a dar la cara para presentarnos las medidas más feas e insolidarias que hasta el momento presente se hayan tomado en nuestra treintañera democracia.

            Digo que este simple hecho de ponerme a escribir me supone un esfuerzo porque, la verdad, ya me estaba acostumbrando al relax alpujarreño, en el que me levanto con el trinar de golondrinas, gorriones, colorines y algún que otro ruiseñor que buscan el fresco del nogal, o las escasas aguas del arroyo que corre en las proximidades, dejo transcurrir la mañana entre el canto de las perdices, el arrullar de palomas, esporádicos ladridos de perros vecinos que anuncian la presencia de personal humano en sus proximidades y, tras reparadora siesta, las chicharras, las avispas y los zumbadores tábanos son los que nos acompañan mientras nos refrescamos entre baño y baño y volvemos a descansar a la sombra de rosal trepador. Por la noche mientras reponemos fuerzas en la terraza, oímos el croar de las ranas, el ulular de la lechuza y algún perdido maullido de gato en busca de quién sabe qué.

            La conexión con el mundo exterior es escasa y en la mayoría de las ocasiones de pasada, sin profundizar en los contenidos. Con los titulares de Internet ya tenemos más que suficiente para hacernos una idea de que todo sigue igual que nos lo dejamos una semana atrás, o tal vez, un poco peor. Y para repetir los argumentos de siempre, o casi siempre, es mejor dejar pasar las ideas y esperar a ocasión más propicia, o mejor aún, dedicarme a terminar trabajos que tengo comenzados y que ahora es época propicia para poder continuarlos y algunos en concreto tratar de acabarlos, que ya va siendo hora, o dedicar el tiempo a actividades manuales que aún me siguen gustando.

            Pero ayer, cuando en las redes sociales comenzó a propagarse la imagen de los señores del PP, parlamentarios y ministros, puestos en pie ovacionando con sonrisa de oreja a oreja a un no menos sonriente Rajoy, después de su faena en el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo, no me quedó más remedio que darle vueltas en la cabeza a la idea de escribir algo al respecto. De ahí este esfuerzo en el que ahora me hallo inmerso, del que no sé si saldré con bien.

            Al ver la foto, pensé por un momento que los diputados populares aplaudían a su jefe de filas porque acababa de anunciar que iba a rebajar el IVA general al 16% y el reducido al 7, haciendo lo que habían prometido cuando Zapatero los subió; también pensé que acababa de decir en el parlamento que iba a darle una paga de compensación a los funcionarios por los recortes que sufrieron en la última etapa del gobierno socialista.

Al ver la cara de satisfacción de la Vicepresidenta no pude menos que imaginarme que la ampliación de la cobertura por desempleo y la subida del salario mínimo interprofesional era cosa de días, o que la revaloración de las pensiones más allá de la malvada congelación de ZP sería tal que las subidas de retenciones del IRPF, del butano, de la electricidad, del IBI, la implantación del copago farmacéutico, el pago completo de medicamentos de escaso valor terapéutico,  y algunas otras cosillas sin importancia –unos eurillos de nada, que nos dicen-, apenas si lo van a notar. Que los bancos volvían a hacer fluir el crédito a familias y empresas, que los desahucios eran sustituidos por la dación en pago, que el importe de las acciones preferentes serían devueltas en su integridad a todos los cándidos que creyeron encontrar una bicoca en las promesas de los siempre ejemplares banqueros. 

            Era tan manifiesta la euforia de la bancada popular que por un momento creí que la intervención de España por parte del Eurogrupo era una falacia inventada por los medios progresistas, que el rescate de los bancos no era tal, sino un préstamo por el que recibiríamos pingües intereses en vez de pagarlos, que España tiene un gobierno soberano que hace lo que tiene que hacer y no lo que le dicen otros, que los mercados habían caído rendidos a la confianza que irradia el Presidente, sus ministros y portavoces varios, que la dichosa prima de riesgo había dejado de ser un problema y estaba en niveles equiparables a los del bono alemán, que la bolsa había vuelto a alcanzar los 10.000 puntos y que esto era Jauja pues todas las erráticas medidas tomadas por Zapatero formaban ya parte del pasado, tanto que ya ni tenían que hablar de la herencia recibida si no era para magnificar la grandeza de sus logros tan espectaculares.

            Tras tanto creer, imaginar y pensar me estoy empezando a cansar, así que bueno será dejar por hoy este esfuerzo que me está haciendo sudar. Estamos de vacaciones y, en vacaciones siempre me ha gustado emplear el tiempo en otros menesteres distintos a aquellos a los que me dedico en el tiempo ordinario. Aunque a decir verdad, como suelen decir los que están en mi situación, lo peor del tema es que yo ya no tengo vacaciones. Así que a veces me hago un lío con todo esto. Será por eso por lo que se me ocurren estas ideas tan peregrinas.

            Y Zapatero de media maratón en Escocia. Es que no tiene remedio.

 

Teodoro R. Martín Molina. 12 de julio de 2012

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