Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

Tres perlas

 

Ayer, día internacional de la mujer, terminé de pasar a romance el capítulo 49 de la segunda parte del Quijote −como algunos ya sabéis sigo empeñado en concluir mi particular versión de la obra−. En dicho capítulo Cervantes, por boca de Sancho y echando mano del refranero, nos deja tres perlas acerca de la mujer y de su papel en la sociedad de aquel tiempo.

Venían a cuento los refranes porque una bella doncella a la que su padre había mantenido encerrada desde la muerte de sus madre, diez años antes, se había fugado de noche disfrazada de hombre con la complicidad de su hermano con el único fin de ver al menos las calles y las plazas de su pueblo. Sancho, de ronda y ejerciendo de gobernador de la ínsula de Barataria, antes de devolverla a la casa paterna, a modo de consejo le suelta su retahíla de refranes: “La doncella honrada, la pierna quebrada y en casa”. “La mujer y la gallina por andar se pierden aína”. “La que es deseosa de ver también tiene deseo de ser vista”.

Teniendo en cuenta que ya hace cuatrocientos años, más o menos, desde que esto se escribió, e incluso el refranero vendría de mucho antes, no es difícil de comprender que la gente de aquel tiempo viese a la mujer de ese modo. Cuatrocientos años después, en este mundo en el que vivimos de las modernidades, de la tecnología, de las libertades, de las igualdades, etc., etc., nos sorprenden tres noticias relacionadas con la mujer de las que los medios de comunicación se han hecho eco estos días, que son como otras tres perlas de la sociedad moderna al estilo de las de Cervantes.

Por un lado el imán de Tarrasa que al parecer se dedicaba a aleccionar a los hombres en el modo en cómo tratar a sus mujeres cuando se mostraran díscolas o indisciplinadas. Al parecer, según lo trascendido, en la aplicación del castigo físico o emocional están para este buen hombre las bases de la sumisión de la mujer a la voluntad del ser superior que, a su modo de ver, es el hombre. Está claro que este imán sigue impartiendo doctrina muy anterior incluso a los tiempos cervantinos. Esperemos que todo el peso de la ley, si las cosas son como se dicen, caiga sobre él y no pueda volver a arengar a los hombres en el modo en cómo cercenar los derechos de la mujer.

Por otro lado, hemos visto cómo el Presidente de la Asociación de la Prensa de Granada echaba mano del cinturón para tratar de impedir que una manifestante pro Palestina mostrase su disconformidad con el evento que se estaba desarrollando en la sede de dicha asociación y en la que por lo visto en las imágenes habían conseguido atraer a tantos invitados como manifestantes, un par de ellos por bando. Fue deprimente ver a todo un cargo institucional actuando como lo hacían nuestros abuelos cuando cometíamos alguna travesura. Si el hecho siempre es reprobable, resultaba patético ver la actitud del máximo representante de la prensa granadina, per se y por lo que representaba, actuar como lo hizo frente a la protestante y joven abanderada que era el blanco de su ira. No sabemos si el valeroso periodista hubiese actuado igual de ser un muchacho el que gritaba en favor de Palestina y en contra de Israel, mucho me temo que no. Los valientes con ellas suelen ser bastante cobardes con ellos. La solución cayó por su peso y al día siguiente el que lo era dejó de ser Presidente de la Asociación, por fortuna para sus miembros y escarnio para el dimitido, cuyas excusas hasta sobraban.

Y para terminar, las manifestaciones de nuestro excelso Ministro de Justicia, que no pierde oportunidad para dejar más boquiabiertos a aquellos que lo tenían por un progre infiltrado en las filas del PP. Para defender su postura ante la actual ley del aborto, que tras su prometida reforma quedará en menos de nada, presupone que la mujer embarazada, ni tan siquiera la que quiere quedarse en estado, sufre una violencia de género estructural −o algo así vino a decir− que la obliga a abortar, o poco menos. Es decir que vivimos en una sociedad en la que sus propias estructuras dominan la voluntad de las mujeres para que una vez embarazadas se vean obligadas a interrumpir su embarazo de modo traumático. No sé en qué sociedad vive el señor Gallardón o la opinión que tiene este ministro de las mujeres españolas y de su capacidad para discernir y decidir por sí mismas. Pensará que nadie mejor que él y los que le rodean para orientar a las mujeres, pobrecitas ellas, por el camino que deben seguir sirviéndoles ya masticados los consejos y las guías que las libren de la perdición. Al día siguiente muchos de sus compañeros de gabinete y no pocos correligionarios de postín, junto con sus adeptos mediáticos, salieron a aplaudir la valentía con la que el ministro se enfrenta a los demonios morados y rojos.

A poco que nos empeñemos las quijotescas perlas nos resultarán más que aceptables, y es que ya casi nada me extraña viendo los "perlas" que tenemos a nuestro alrededor.

 

 

Teodoro R. Martín de Molina. 9 de marzo de 2012

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