LA alarma saltó este martes. ¿Donde está el alcalde? Nadie, al parecer, en la pequeña localidad de Gaucín lo había visto desde hacía varios días. Nadie, y ya es difícil en un pueblo donde todo se sabe, sabía dar cuenta de su paradero. La ausencia del primer edil desató todo tipo de especulaciones, alimentadas unas veces por el imaginario colectivo, otras por comentarios no siempre bienintencionados, de esos que nunca faltan en este país de pícaros y envidiosos. Pero el desaparecido apareció nada más publicarse en la prensa que podría haber abandonado sus responsabilidades públicas al sentirse incapaz de soportar la presión de un Consistorio al borde de la quiebra. Nada más lejos de la realidad. El alcalde se hallaba disfrutando de «unos días de vacaciones con su esposa en una costa española», como el mismo explicó, dejando, eso sí, la puerta abierta a una posible dimisión a su regreso. La verdad es que para ese viaje no se necesitaban alforjas. El secretismo en las actuaciones públicas, aunque sea para preservar legítimos motivos personales, nada ayuda.
El caso es que no hay caso, salvo una posible dimisión del munícipe, algo, por cierto, poco frecuente entre la clase política.
Llama la atención como una repentina desaparición, que al parecer no ha sido tal, ha desatado todo tipo de interpretaciones. Y es que la de alcalde se ha convertido en los últimos tiempos en una profesión de alto riesgo. Empezando por los más extremos e inimaginables, en los que la realidad supera cualquier ficción. Que se lo digan a los pequeños municipios de Fago y Polop. Pero no hay que irse tan lejos. Hace unos meses el alcalde de Alfarnatejo denunciaba la intención de algún vecino de liquidarle prendiéndole fuego a su casa.
También hay quienes tienen tentaciones de desaparecer del mapa para ahorrarse los muchos quebraderos que el urbanismo les está dando por su mala cabeza con las licencias. Y no son pocos los que, presuntamente, se han forrado y el riesgo de caminar por el filo de la navaja de la ambición y la avaricia se puede convertir en una realidad entre barrotes.