Prólogo
al catálogo de la exposición "Mi entorno íntimo" de
Salvador Martín de Molina. Jaén, 29/03/2007.
SENSACIONES, COLORES Y REMEMORANZAS
Miguel Viribay
Yo nací para la pintura. Mi primera
intensa, alegre vocación fue ella,
entre blancas paredes de cal, playas
y olas...
Rafael Alberti
Así comenzó este soldado hómerida del siglo XX, como
fue calificado por el desaparecido pintor Manuel Rivera en el turno de contestación
al poeta gaditano en su discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas
Artes de San Fernando. Así también pudo empezar el discurso
académico, nunca pronunciado, Juan Ramón Jiménez...
poetas andaluces ambos y, por encima de cualquier otra cosa, ungidos por
una estética de claror más que excelso y una palabra de redoblada
justeza que, desde sus más remotos orígenes exigió no
ser tocada. Alberti, bañado en un Sur mediterráneo y en la
honda sabiduría popular, aunque de muy difícil acarreo y libérrimo
horizonte, deseó anunciar: también yo soy la rosa . Desde
otra orilla, Juan Ramón, exégeta desde altísimo parnaso
de lo trascendido, sigue habitando la memoria de nuestra reciente lírica
hasta extraerle sus timbres más robustos y mestizos abiertos a dos
mares: el de la ética y el de la renuncia al olvido, aconsejó,
! No le toques ya más, que así es la rosa¡ . Iniciado
en jurisprudencia, pintura y música, acabó poeta, acaso siguiendo
el adoctrinamiento del espíritu y el clima que habita y distingue
el territorio de Salvador Martín de Molina.
Así o de modo muy parecido, un día ya lejano, comencé
unas notas dedicadas a la pluralidad de Salvador para dar cuenta de aquel
su primer quehacer pictórico; por lo demás, fiel a este o,
si lo desean al revés, que a estas cosas del ensimismamiento sensible
no se sabe bien adónde poner la rosa: ¿en uno mismo, o en los
demás?... Sí: hoy, deberían ser otras las acotaciones
que me vuelve a confiar mi compañero Salvador; sin embargo, he decidido
retomar aquel pulso ya lejano con el que me acerqué por vez primera
a su pintura, sabiendo que la muestra es otra y otro el tiempo y el clima
del creador, tan adscrito al mestizaje de la pluma y al pincel como a las
geografías de Málaga y Jaén... Raíz y enraizamiento
que muy calladamente han existido en el hombre hasta romper en la incontenible
dualidad de hoy, como puede verse en estas piezas expuestas. Sí: hijas
de muy otro equipaje y, claro es, nacidas desde otro vuelo y otra sensación
de pintor.
Desde aquella primeriza exposición han pasado años y muchas
ilusiones por las manos y la razón de Salvador Martín de Molina.
Cosas, en fin, que han llenado y llenan de ilusiones la imaginación
del poeta y plástico malagueño-jaenés, de reflexión
inquieta y, a mi ver, anexa a otro sosiego y otra presencia que demarcan
este y otros trances... Sin embargo, el oleaje que hoy conmueve al hombre
y sacude sus resortes sensibles, extrae nuevos bríos de iluminación
interior que conducen al regreso del paisaje. Acaso guardado o, para decirlo
con mayor grado de precisión, oculto e impreciso en la mochila del
pintor que escribe o del poeta que pinta... Al fin, deseo entre los deseos
todos: mestizaje y oleaje en Salvador Martín de Molina; y, claro es,
eco interiorizado de versos y otros tantos romances pensados en colores que
nos vienen hablando de su obra pictórica, desplegada a modo de resumen
a través de los gestos que, a manera de gramática, configuran
cada una de las pieza de esta exposición. Todo está presentido
y probablemente precisado aquí: el pintor con vocación de poeta
o, de preferirlo, el poeta con vocación de pintor...
OTRAS VOCES
A mi ver, esta es la fuerza enlazable a través de una preselección
natural, bien dispuesta para ocultarnos las diferentes habitaciones de Salvador
y, casi de modo súbito, darle salvoconducto al artista para traspasar
el umbral que antes lo separó de su territorio estético, animado,
claro que sí, por los versos y los colores, un día ocultos
y casi de pronto, instalados en el frontispicio de su vivir. Como naciéndose
desde otras voces que, sólo en apariencia, le habían vuelto
la espalda, merced a las exigencias de la vida y el derecho... Hoy, como
dejé escrito al comenzar estas reflexiones sobre el quehacer de Salvador,
son otras las cotas de sosiego y muy otros los vuelos del hombre y del artista.
En cualquier caso, engarzables desde la fluctuación que acuna y, en
ocasiones, oculta sensación y realidad a manera de laberinto más
interiorizado que interior.
Aunque nuestra memoria nos sea leal, no siempre nos enseña sus cartas
en el juego. En ocasiones, transmitamos sobre nuestra actividad a manera
de aventura, cuya sombra se empeña en separarse de nosotros hasta
que conseguimos domeñarla... Suele suceder cuando la plenitud de la
Luz se desploma sobre nosotros: de arriba a bajo, como un mazazo celeste
recibido en perfecto estado de perpendicularidad con nuestro eje corpóreo,
cuya simetría hace posible que sombra y cuerpo se confundan y, con
toda precisión, calculen ritmo y tiempo de desplazamiento sin previa
hoja de ruta. Precisándose sin precisar: indistintamente. Es entonces
cuando alcanzamos la conjunción y entonces cuando intuimos nuestro
paraíso: confundidos ecos de palabras y música, aromas dispersos,
imprecisos colores...
En fin, tesoros otrora dormidos, de algún modo, tamizados desde nuestra
juventud, nos son desvelados hasta seducir nuestra otoñal sensibilidad
y conformar el océano particular a través de la percepción
de las cosas, cuyo conocimiento nos habían sido negado. Así
el nuevo espejo que refleja de modo no siempre advertible, nuestra marea
interior en un ir y venir de sensaciones concretadas en formas, sonidos,
palabras y colores, no siempre distinguible de su cabal axialidad con el
pasado, orquestal u orquestado que, al cabo, define la verdad.
Un día, Salvador Martín de Molina, encontró el modo
de evitar su sombra. De precisarla y acompasarla a su trayectoria confundiéndola
con la recia corporeidad que define su compostura física y su equipamiento
humano... Sí: hace tiempo encontró su Luz, la que él
sabe precisar para sí con rigor y ductilidad: hacia uno u otro lado,
con grados y precisión de los tiempos de desplazamiento. Acompañado
con muy diversas imágenes, se dio cuenta que no sólo es necesario
caminar unidos, hacia falta sentir el contacto y hacer tangible su anterior
estado de memoria en un otro tiempo no acabado... Este es el entramado que
da luz desde la Luz a la paradoja no siempre precisada que tiende a acunar
el arte en cualquiera de sus formas.
En las más universales obras de los creadores mora escondida su geografía.
Cosa distinta es que el artista, escritor o pintor, sepa expresarse... En
efecto, Rilke, en una etapa caracterizada por la búsqueda, dejó
anotado en Los apuntes de Malte, "...que no basta con haber vivido y tener
muchos recuerdos para sentarse a escribir un poema, que es necesario olvidar
y tener la paciencia de esperar a que un día retornen desde el estanque
de la memoria". De modo parecido sucede a quienes pintan... Sí: el
paisaje es ajustado y sensible catalizador de la temperatura que existe entre
el ser humano y la tierra: su tierra. Recuérdese la "Vista de Delft"
pintada por Vermeer.
CALIDAS SENSACIONES
A mi modo de ver, Salvador Martín de Molina ha sabido guardar en su
estanque íntimo un archivo de reflexiones e imágenes de muy
cálidas sensaciones: colores que hoy, agostados los días de
prisa indeclinable, fluyen en borbotón desde el oleaje de la vida,
depurándose a través del catalizador de la práctica
y la amistad que para él, como para otras personas, supone el estudio
y la remansada palabra de José Rodríguez Gabucio. De modo tenaz,
este pintor, poeta, articulista pegado a la actualidad, se conduce por una
vía de figuración con códigos y normas precisas. No
estamos ante una casualidad, el pintor que hoy inaugura esta
nueva sala jaenesa, cuenta con años de trabajo. No. No comenzó
ayer en la práctica del arte que, de seguro, fue posterior a su observación.
Años de estudio, cuya evidencia mora en estas obras dejadas de manera
directa y sencilla: como a modo de repente.
Nadie se equivoque, es oportuno precisarlo también: este jurista no
ha dejado de serlo. En todo caso, con los años ha ganado libertad
y completez: en el acarreo de su vida siguen habitando las leyes tanto como
los colores y los versos... Paisajes interiores al cabo que, probablemente,
se le acercan en rememoranzas y pálpitos de una juventud dejada que
no olvidada: siempre envuelta en una luz de aura que se mece entre el azul
del mar mediterráneo y el interior jaenés: Sur que marca la
obra y la actualidad de Salvador.
Sin renunciar a nada Martín de Molina ha encontrado en la pintura
un medio de comunicación, una música alada y lejana, tal vez
olvidada, y actualmente recobrada con la que orna y conduce su vivir. Así
una temperatura que guarda relación con el verso, también oculto
un día, hoy desplegado al aire para quien desee oírlo o leerlo,
animado por una poética que, como puede verse, aparece habitada de
colores dispuestos en formas que también conforman su pintura en correlato
de correspondencia.
DE FORMA NATURAL
Tengo para mí que Salvador nunca abrigó la sospecha de conducirse
por carriles de abstracción más o menos sugerentes, su discurso
tiene marcada definición alrededor del pálpito de los seres
y las cosas que Carmen Pérez Miñano percibe dentro de la conducta
del amateurs así: "El fruto de la palmera está maduro y esa
madurez extrema se manifiesta de forma natural en la pintura de este hombre
que parece que lleva toda la vida dedicándose a ella". Y precisa:
"Salvador Martín, aparte de prestigioso jurista de oficio, es poseedor
de una rica y dilatada vida cultural, desarrolla una gran actividad pictórica
fruto de la cual es esta nueva exhibición de treinta obras que ha
querido llamar, con modestia, bosquejos" .
Efectivamente: por aquellas calendas Martín de Molina llevaba
diez años de práctica en el taller de Rodríguez Gabucio
y había celebrado alguna muestra personal dentro de una concepción
estética de pareja poética desde el natural; esto es: de la
realidad circundante. De aquí la siguiente elocuencia de José
Rodríguez Gabucio. Dice así: "Salvador Martín, pinta
Gaucín desde su atalaya giennense. Su cálida paleta nos acerca
a unas imágenes por todos compartidas y soñadas que pertenecen
al patrimonio colectivo de los gaucinenses" .
Dos años después, Martín de Molina continúa trabajando
desde semejante territorialidad, su universo corre pegado a la vigencia que
precisa de la narración para no contaminarse: Sólo lo que es
capaz de narrar puede hacernos comprender, escribió Wualte Benjamín...
Sí: Salvador sigue narrando sus vivencias y alumbrando su universo.
En este sentido escribe Manuel Urbano: "Podría decirse que la peripecia
de Martín de Molina es la de un Orfeo y su larga residencia giennense
es una búsqueda enamorada de la esencia de su tierra de nacencia,
la Diosa. Pero si Orfeo, que emociona a las piedras y a todos lo animado
y encanta a la fauna y a las flores con su música, pierde a Eurídice
por volver la vista atrás, nuestro pintor -quien también palpita
en la poética de la palabra- retoma para reconquistar definitivamente
con su sentir plástico la tierra y las piedras, la luz y las cales
con las que nunca dejará de existir" .
Por cuanto a mí hace, en alguna ocasión he recurrido a la sapientísima
observación aristotélica acerca de los sentidos para afirmar
como nuestro inicial entorno nos acompaña y, de algún modo,
nos seduce y abre al universo desde el pequeño microcosmos particular
de cada uno... Así es como llega a la pintura Martín de Molina,
recorriendo caminos exteriores diferentes y transformándolos en paisaje
habitado "por su poesía y por sus pinceles", como precisa Francisco
Juan Martínez Rojas de la siguiente manera: "Sus palabras nos han
recordado aquellas otras de San Agustín `Conocer es amar´, y
es que esta armónica conjunción de realidades diversas, cuando
no aparentemente diferentes, es uno de los rasgos de la personalidad de nuestro
Consejero" .
AÚRICO CAMINO
Ciertamente, Salvador es un hombre culto incapaz de dejarse ganar por lo
fácil. Parecería que en este mundo posmoderno, todo debería
estar acompasado y adscrito al provincianismo de Nueva York, cuya cultura
está siendo paradigma para snobs. Quiero decir: para esa masa de sinenobilitate
separados de toda ética, tendente a la lógica del neo capitalismo
liberal que subasta en continua almoneda la estrategia de lo último,
configurando la cultura áptera que nos envuelve, de cuyo peligro da
cuenta a modo de elocuentísima metáfora José Saramago
en Ensayo sobre la ceguera. Sí. Es, no se nos olvide, la cultura del
nuevo capitalismo que, acorde con los preceptos del ensayo citado, ha situado
Richard Sennett siguiendo un corpus de análisis sobre la metamorfosis
del capitalismo; cuyo estudio da como resultado un comportamiento de las
instituciones tendente a negar las competencias del individuo y afirmar las
formas de consumo que, sitúan a la deriva no progresista de la cultura
neocapitalista.
A modo de contrapunto: Salvador elige la cosa por encima de su símbolo:
lo contrario de lo que, según Baudrillard, acaece en la sociedad de
masas, donde la representación de la realidad se sobrepone a la realidad
misma hasta alcanzar el simulacro, abocándonos hacia aquello que conviene
que suceda. Este es el punto de partida de muchas imágenes actuales
arrancadas a las nuevas tecnologías, cuya influencia alcanza una buena
parte del arte de hoy, especialmente al llamado contemporáneo; generalmente
utilizado por algún Tartufo de nuevo rostro embravecido ante lo moderno.
Con intencionalidad diferente y acertada, recrea el paisaje, la naturaleza
muerta o la persona -son los dibujos de Josefa Segovia, los dedicados a la
familia del artista y la atención briosa y oleosa prestada a la más
que cimera obra cervantina- nos habla de la renuncia de Martín de
Molina a cualquier actividad mentirosa o meramente decorativa. Acaso conociendo
que "El trabajo final es el del regreso. Si las fuerzas han bendecido al
héroe, ahora éste se mueve bajo su protección"
.
Así su acercamiento al universo de Don Quijote del que Galera Andreu
escribe:"...la Mirada de Salvador, que es la de acercar su propio trabajo
artístico a la aventura quijotesca, no en términos de pretenciosa
emulación, sino de sincera confesión de una frustrada vocación,
quizá por cobardía o miedo a asumir la labor creativa como
única y principal forma de vida" .
Hoy, Salvador se siente en el áurico camino del regresó...
Sí: libre de anteriores ataduras, Martín de Molina nos acerca
con cada nueva pieza salida de su pincel o de su pluma, el latido de su renovada
vocación artística de cuyos resultados da cuenta la muestra
a la que sirve de compañía el texto que el lector tiene en
sus manos, hasta concluir con una muy hermosa metáfora de "éstasis
vespertino" trazada por Juan Ramón, en la que: el álamo/termina
bien en sí mismo .
|