Sentimientos, ilusiones y fe
Este pasado 28 de febrero amaneció Granada con una nevada impresionante. Y como Granada, toda Andalucía. Nuestra tierra que, de por sí, siempre es bella, este año parece haber querido revestirse de blanco para celebrar, más pura que nunca, su día. Mas, bajando a lo terrenal, a lo mundano, a nuestro cotidiano devenir, puedo deciros que ya no están los cuerpos como para salir a la calle a jugar con la nieve y, por ello, me quedé en casa y estuve prestando cierta atención a la entrega de las medallas y demás reconocimientos que con motivo de la fecha se entregan a personas, personajes e instituciones de nuestra comunidad por parte del gobierno andaluz. Al día siguiente también presté atención a un programa acerca de las seis primeras mujeres, seis, que salieron a lidiar en la arena política del parlamento andaluz en su primera andadura. Yo, que soy poco amigo de la tele, en esta ocasión me he sentido reconfortado por el seguimiento de ambos programas televisivos, porque con ellos he reverdecido ciertas emociones, sentimientos e ilusiones que en el actual momento político en el que nos vemos envueltos, me dan cierta esperanza para seguir teniendo fe en el porvenir de nuestra tierra y de todas las personas que la conformamos, pues pienso que esto, lo de ahora, algún día debe de cambiar. De los discursos y declaraciones del acto protocolario del Parlamento y del teatro de la Maestranza de Sevilla, no me voy a referir a los que desarrollaron los políticos de turno, sino al discurso de agradecimiento del actor malagueño Antonio Banderas. No sé si estaba actuando o brotaban de lo más profundo de sus sentimientos las palabras que fue dirigiendo a cada uno de los galardonados y especialmente a la memoria del joven García Caparrós, innecesaria víctima de aquél recordado 4 de diciembre, pero a mí me humedecieron los ojos y me transportaron a aquellos días en los que tantos y tantos andaluces nos sentimos capaces de cambiar el devenir, siempre sojuzgado, de nuestra tierra. La vehemencia, el tono y la emoción puestas por Banderas fueron capaces de retrotraerme a aquellas fechas y hacerme sentir como en aquellos entonces lo hacía. Del programa que hacía referencia de las seis primeras mujeres que accedieron al Parlamento Andaluz, de las que sólo recuerdo a Amparo Rubiales, resaltar la ilusión que reflejaban sus palabras al referirse al reto al que se enfrentaban en un mundo en el que la política, como tantas otras cosas de aquellos tiempos, era asunto sólo de hombres. Comprobar cómo ninguna de ellas, como la inmensa mayoría de sus compañeros de legislatura, son hoy famosas por affaires relacionados con cuentas supermillonarias, sueldos estratosféricos u opacos y otras corruptelas al uso. Como anécdota señalar que una de ellas decía que recibían por su trabajo de parlamentaria un sueldo mensual de 25.000 pesetas (150€). Mi sincero homenaje a todas ellas, y a todas y todos los que se han dedicado a la política procurando solamente el beneficio de los ciudadanos. Son muchísimas las cosas de hoy que no las cambiaría, por nada del mundo, por la de aquellos tiempos, pero las ilusiones, las emociones y la fe de esos momentos, quizá las eche en falta hoy. Tal vez fueran las ilusiones, las emociones y la fe del que no tenía casi nada, que se suelen olvidar cuando nos creemos que ya todo está conseguido. Nada más lejos de la realidad. Esperemos que estas sensaciones no se hayan dormido para siempre en el pueblo andaluz y que seamos capaces de retomar la senda del progreso y la reafirmación de lo genuino de nuestra tierra que en la alocución de Banderas y en los comentarios de aquellas primeras parlamentarias andaluzas me pareció percibir.
Teodoro R. Martín de Molina. 3 de marzo de 2013. |