Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

Sarcasmo

 

Partiendo de la base de que el juez Garzón nunca ha sido santo de mi devoción, por su particular visión de entender la justicia, el exceso de protagonismo que siempre ha tratado de tener en aquellos casos en los que ha tomado parte, bien por él mismo o porque  los medios así lo quisieron, por su puesta al lado de las tesis del gobierno de turno en lo referente a las actuaciones con el entramado del terrorismo, y al modo, a mi parecer, vengativo más que jurídico de actuar en el caso de Segundo Marey contra la cúpula del ministerio del que él había formado parte, pues bien partiendo de esa base, no me cabe en la cabeza que hoy sea el día en el que este juez, nos sea más o menos simpático, esté a las puertas de ser acusado de prevaricación y en el umbral de ser expulsado de la carrera judicial debido a las denuncias presentadas por los grupos más ultraderechistas de este país como son la Falange y el llamado sindicato Manos Limpias o Manos Libres, que no sé muy bien cómo se denominan los fascistas que se esconden tras nombre tan rimbombante.

            Parece un contrasentido que después de estar oyendo y leyendo sentencias de los distintos tribunales de la geografía española sobre rebajas de penas a violadores, maltratadores, o asesinos, porque entienden sus señorías que el acusado no actuó con alevosía y ensañamiento a pesar de asestar decenas de puñaladas a su víctima, o porque sólo le causó los daños propios del acto; sentencias donde condenan a periodistas por informar, o bien esas otras que exculpan a aquel que otro tribunal mantuvo en prisión durante años por no haber tenido en cuenta las pruebas pertinentes al caso, digo que parece un contrasentido que ahora los jueces del supremo se afanen en demostrar que Garzón cometió prevaricación al tratar de averiguar dónde están los desaparecidos y asesinados durante el franquismo.

            Echan mano de la ley de amnistía de la transición, argumentan que Garzón la ignoró deliberadamente, y, cómo no, elevan a ésta a los altares de los períodos más brillantes de nuestra historia, no porque nos devolviera la democracia que Franco nos arrebató, sino porque con ella y la mentada ley se echó tierra sobre todo lo sucedido durante la época franquista. Está visto que en este país se habla mucho y algunos se llenan la boca hablando de las bondades de la transición y pienso que lo hacen así porque con ella se trataron de tapar, y se taparon, todos los horrores de la dictadura franquista a la que esos mismos están tan apegados, o así lo parece.

            Como no soy versado en la materia no puedo discernir acerca del fondo del asunto, pero mi percepción me dice que detrás de todo esto y de la diligencia que se ha dado el Consejo General del Poder Judicial para tratar de suspender al juez de sus funciones incluso antes de que sea acusado formalmente por el supremo, está la obsesión de la ultraderecha contra todo aquel se atreva a tocar nuestro pasado más negro e inmediato, además están las rivalidades propias de los magistrados de los distintos estamentos jurisdiccionales, de las que, por lo visto, el señor Garzón es uno de sus principales blancos. Se ve que la ultraderecha no sólo está en la calle sino que alarga sus tentáculos a todas las instituciones del estado, sobre todo en aquellas más clasistas y menos evolucionadas como es el caso de la judicatura.

            Por utilizar un adjetivo suave, diría que resulta ridículo que cualquier magistrado tome en consideración denuncias presentadas por determinados sujetos perfectamente identificados que sólo buscan acogerse al más mínimo resquicio que la ley les brinda para poner en tela de juicio a todo aquel que no coincide con sus planteamientos en todos y cada uno de los momentos de su trayectoria. Así intentaron hacerlo no hace mucho con López Garrido, y anteriormente con Ibarretxe, Atutxa, López y tantos otros responsables políticos del país Vasco y ahora lo pretenden hacer con Baltasar Garzón porque les ha tocado su fibra más sensible, aquello que más quieren y que más añoran. Si fuese por estos sujetos daríamos marcha atrás y le darían viento fresco a la transición y a todo el aire de libertad que trajo a nuestro país que a unos les dio la vida pero que  otros parece que los asfixia.

            Aquellos que tienen sus ideas manchadas con la iniquidad, la represión, la injusticia, el menosprecio de los más elementales derechos, usan los adjetivos limpio o libre, mientras tratan de imputar a los defensores de tales derechos de todo lo anterior.

            Sarcástica la actitud de algunos jueces, tanto como el nombre escogido por el sindicato denunciante. Mas para sarcasmos, el mayor de todos es que, de algún modo, resulte ser Garzón el último represaliado del franquismo.

 

Teodoro R. Martín de Molina. 13 de febrero de 2010.

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