Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

 

Salvados

 

Menos mal. Estamos salvados. No tenemos de qué preocuparnos. Ya sabemos lo que nos espera en cuanto gane las elecciones el PP. La reserva espiritual de nuestra nación, como de toda la vida ha sido, está en los pensadores y creadores de opinión de la derecha. En ellos también se encuentran todas las recetas para sacarnos de este berenjenal (carajal, les gusta a ellos decir con su proverbial gracejo) en el que nos han metido los “socialistos”. La sabiduría reside tras las meninges de esas mentes preclaras que les preparan discursos a los populares para que se luzcan en el hemiciclo o en las comparecencias ante los medios con sus gracietas, juegos de palabras e insultos varios (no es mal ejemplo la intervención del senador  Van Halen cuando, casi sin respiración, se dirigía en ejemplarizante tono a la ministra de exteriores.)

            No hay tertulia que se precie en la que no se echen unas risas, que ahora se dice así, a cuenta de cualquier miembro del gobierno, o aproximado que se tercie, por motivo bien o mal traído al caso, que a ellos les da igual. Del mismo modo, sus opiniones destilan el mayor de los respetos hacia las tesis contrarias y son modelos a seguir por cualquiera que desee no apartarse ni un ápice de la ética periodística o del libro de estilo de todo buen profesional de la pluma.

            No hay cosa que les produzca más alegría que una noticia que pueda ser tomada como motivo para desprestigio del gobierno, ni nada que les produzca mayor escozor que aquello que pueda ser considerado como positivo para los intereses gubernamentales. Así son de inteligentes: todo lo malo para el gobierno, que por fuerza es malo para la generalidad de los ciudadanos, parece que les beneficia a ellos, y lo mismo ocurre en el caso contrario, lo bueno para el gobierno, que debería repercutir en beneficio del ciudadano, para ellos es pura hiel.

            Pululan por platós televisivos, estudios de radio y redacciones de periódicos, la mayoría de ellos en más de un medio a la vez, con lo que podemos disfrutar por la mañana de su voz, a lo largo del día de su pluma y ya por la noche de su figura. Saben de todo y para todo tenían solución. Digo tenían porque normalmente las suelen aportar a toro pasado que es cuando casi siempre se acierta. Y son el espejo en el que se miran muchos dirigentes populares y tantos votantes de la derecha que después repiten sus argumentos por muy peregrinos que sean en sus contenidos y vergonzantes en las formas.

             No es que sean nuevos en estas lides, que ya los conocemos de tiempo ha. Son los mismos de siempre, los que antes de la llegada de Aznar al poder se confabularon hasta lograr desalojar del poder a los socialistas, los mismos que durante el mandato de Aznar le doraron la píldora y ocuparon los medios estatales para mayor gloria del líder, y los mismos que tras las sucesivas derrotas de Rajoy se han conjurado día tras día para, por todos los medios y con todos los medios, hacer que este tan brillante político acceda a la Moncloa.

            Son los Sánchez Dragó, Carlos Dávila, González Ferrari, Carlos Herrera, Isabel San Sebastián, Jiménez Losantos, Sáenz de Buruaga y demás adeptos a la causa conservadora que abandonaron los medios públicos de ámbito nacional para recalar en otros regionales o en los privados más escorados a la diestra y seguir con las soflamas catastrofistas de siempre y elevando el ánimo de los adictos con sus arengas públicas o privadas. A ellos se les han unido otros conocidos como Mario Conde que nos da lecciones de honradez y buena gestión empresarial en cada una de sus apariciones, y algunos de menos renombre como el tal Salvador Sostres que parece tener gustos sexuales iguales o parecidos a los de su compañero de cadena Sánchez Dragó. Bien que ambos cuentan con la compresión y el apoyo de toda la camarilla y el de la presidenta de la comunidad madrileña que es la que manda en esa tele, para la que la literatura es literatura y las conversaciones privadas son conversaciones privadas, más allá de lo que se vierta en un caso o en el otro.

            Si tuviéramos la suerte de que fuese doña Esperanza la que llegase a la Moncloa en vez de don Mariano, como les encantaría a la mayoría de los aquí nombrados y no nombrados, no estaríamos solamente salvados sino que estaríamos requetesalvados.

            ¡Líbranos, Señor, de las tentaciones y los malos pensamientos!

 

Teodoro R. Martín de Molina. 19 de noviembre de 2010

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