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Romance a la muerte de un amigo
Este último arrechuche, arrechuche de la muerte, me ha pillao aquí en tu pueblo y no he podido ir a verte.
Aquí me ha pillao en tu pueblo, en tu pueblo buen amigo, en este pueblo que es tuyo en éste que no es el mío, pero que por tal lo tengo aun no habiendo aquí nacido porque algunos como tú te hacen sentirte acogido.
Sin ser de la misma sangre nos consideramos primos y así nos hemos tratado desde que nos conocimos; siempre fuiste tan amable, cariñoso y comprensivo, que resultará imposible alojarte en el olvido.
Aunque todos bien sabemos que tenemos que morirnos, ahora que la dama negra, la que en nadie hace distingos, vino a acordarse de ti a entenderlo me resisto, pues ha dejado a María, a los nietos y a los hijos con un dolor en el alma que nada podrá suplirlo.
Mas tengo la confianza de que el sitio al que te has ido debe de tener balcones grandes con tenues visillos, por donde te asomarás a ver lo que hacen tus niños; y le mandarás tu aliento que será aliento bendito, y que en cuanto que lo noten los dejará más tranquilos.
Abuelo, marido y padre, que a fuerza de ser sencillo, sólo con una mirada, sólo con leve suspiro, a los que estaban con él les enseñaba el camino, más ahora desde allí hasta donde lo ha subido nuestra Virgen del Rosario dándole el mejor cobijo.
Teodoro R. Martín Molina. Alcázar de Venus, 10 de julio de 2012 |