Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

OPINIÓN

 

RETRATARSE

 

En estos tiempos que corren, donde la hipocresía se adueña de casi todo en la vida pública, qué alegría da ver a gente fresca que se muestran tal como son, sin ambages, sin ningún miedo y sin importarles lo más mínimo ser catalogados como aquello de lo que ellos presumen ser. Si además dependen del público se hace más meritorio el hecho de que sean capaces de mantener la coherencia con su forma de pensar y de sentir.

Hace poco, en uno de mis paseos matutinos, me encontré con un viejo compañero y, en el transcurso de la conversación, dimos en hablar de algunos de nuestros antiguos alumnos que han alcanzado cierta notoriedad y fama en el mundo de la música. Fundamentalmente de dos de ellos: Antonio Arco, vocalista de El Puchero del Hortelano, y Juan Pinilla, cantaor flamenco ganador, entre otros muchos premios, de la lámpara minera 2007. Nos alegramos de lo bien que les iba en sus respectivas carreras artísticas. A este respecto mi antiguo compañero dijo que a Pinilla le iría mejor si no se “retratara” tanto.

Para él, el retratarse del cantaor significaba un escollo en su promoción artística, pues siempre que tenía ocasión exponía sus planteamientos de izquierdas y, a veces de izquierda radical. Quizás llevase razón mi colega, porque las cosas suelen suceder según esa lógica, pero en realidad Juan no hace más que defender en público las ideas aquellas que cimentó en el seno de su familia y que después ha ido fortaleciendo a lo largo de su formación como persona y como artista, en pocas palabras: es consecuente con su forma de entender el mundo y así lo manifiesta sin ofender a nadie. No pierde ocasión de reivindicar sus ideales desde todos los foros en los que el joven cantaor hueteño tiene oportunidad de hacerlo, que no son pocos. Y eso a algunas personas les parece una mácula más que algo digno de ser resaltado.

En aquel momento me vino a la memoria la famosa frase de Méndez Núñez: “Más vale honra sin barcos, que barcos sin honra”, y disentí al respecto con mi compañero -algo que tampoco es raro en mí-. Por eso cuando veo que alguna persona es capaz de anteponer sus ideas, su forma de entender el mundo y la vida, sean cuales sean, a sus intereses materiales, para mí esas personas tienen un valor añadido.

Y ese valor añadido también lo aprecié la noche del pasado domingo cuando, después de disfrutar como un enano (niño chico) y henchirme de alegría al ver a Natalia  de Molina -nieta de mis tíos Joaquín y María Isabel- recibir el Goya a la actriz revelación, pude comprobar con gran satisfacción lo claritas que tiene sus ideas la joven actriz, y el desparpajo y la rotundidad con que las defendió delante del auditorio, después de haber desparramado toda su emoción y agradecimiento por el escenario, a sus compañeros, a su familia y a sus maestros –que la enseñaron a ser libre y tener criterio-, Natalia también se retrató en su forma de entender la vida, la libertad y la capacidad de decidir de las mujeres. “Nos lo quitarán todo, pero no nuestra capacidad de hacer los sueños realidad”. Bonita forma de terminar sus palabras, y a las que yo no les quito ni les pongo una coma.

A mí, la verdad, me gusta esta forma de retratarse. Quizás a otros les guste más la que tuvo el abanderado español en Socchi con sus recomendaciones a los homosexuales durante la celebración de los Juegos de Invierno, o tal vez la del ministro Wert la misma noche de los Goyas, que también se retrató, y de qué manera; pero de él mejor no hablamos en esta ocasión.

 

Teodoro R. Martín de Molina. 11 de febrero de 2014.

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