Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

"¿Y QUÉ LE VOY A HACER?"

    “Al que nace barrigón, tontería que lo fajen”. Refrán que podemos aplicar a muchos, entre otros a mí, sin ir más lejos. Por eso he titulado este artículo con pregunta tan fatalista. Somos muchos los tozudos, que por fortuna o desgracia, mantenemos una línea de la que es muy difícil que nos descabalguemos a pesar de las recomendaciones y consejos que solemos recibir. Serán hechos concretos y contados los que quizá puedan hacernos modificar nuestro perímetro abdominal en señaladas ocasiones, mas no es ésta la pauta general que solemos seguir. 
    No son pocas las personas de mi círculo familiar y de amistades que me aconsejan que no me declare tanto en mis escritos, que trate de no ser tan diáfano y que me conforme con mostrar sólo el vértice más amable de mi modo de parecer y de entender lo cotidiano. Pero cuando veo cómo campan a sus anchas, por los medios que de verdad tienen amplia difusión, personajes que sin tapujos de ningún tipo defienden postulados o atacan planteamientos para mí totalmente fuera del más mínimo sentido de la ecuanimidad que se les deberían de exigir, pues ellos bien que se los exigen a los demás, me rebelo, no hago caso a los que con la mejor de las intenciones me invitan a moderarme en mis opiniones y me desahogo ante los pocos que me leéis en estas disertaciones mías que sólo sirven para eso: para desahogo de unos pocos, aunque también para irritación de otros tantos, a los cuales pido perdón, mi intención no es irritarlos.
    Ya me gustaría a mí disponer de un ágora en la que el número de personas que tuviesen acceso a mis escritos fuese la milésima parte de la que muchos predicadores de la noticia disponen a través de cualquiera de sus medios, pero eso deben de habérselo ganado con el paso del tiempo, con su trabajo y buscando la forma y el modo que más agrade al que al final de mes le cumplimenta su nómina, algo bastante improbable en mi caso pues es evidente que yo me debo a mí mismo y, probablemente (como me sugería un paisano en uno de sus amables comentarios), si no fuese así, dejaría de expresarme con la independencia y la parcialidad que me caracterizan, trataría de contentar al que pagara y así mis planteamientos, quizá sin pretenderlo, se aproximarían a la línea editorial marcada por el que se gasta los cuartos en que lo que unos opinan lo lean o escuchen otros.
    Conste que, a pesar de lo que os pueda parecer, no son pocas las ocasiones en las que, a propósito, rompo la punta del lápiz o dejo abandonadas en alguna libreta las notas que he garabateado para redactar algún escrito sobre temas de actualidad con el propósito de no abundar y repetir argumentaciones anteriores, pero tan fundamentadas, a mi entender, como aquellas; así que, me hago el longui y dejo transcurrir el tiempo sin emitir opinión esperando se presente nuevo asunto sobre el que desahogarme aportando mi parecer. Soy consciente de que actúo de este modo porque sé que mis opiniones no van más allá de unos pequeños círculos de familiares, amigos y conocidos y no tienen más trascendencia que la que yo, en mis narcisistas elucubraciones personales, les quiera dar.
    No obstante, también soy consciente de que mi voz, mis escritos, para unos poquitos, sirven de contrapunto con lo que a diario reciben de los canales, llamémosles normales, de difusión de noticias y opiniones. Esos pocos, probablemente, se identifican con mis escritos porque piensan de igual modo y ven reflejados en ellos las ideas que sobre determinados temas tienen y en las que nuestros planteamientos son coincidentes, y no se deciden a plasmarlo más allá de la viva voz y del entorno próximo, si es que se lo permiten. Si después, estas argumentaciones son oídas en boca de alguna estrella de la opinión o de la comunicación, nos ratificamos en lo acertado de nuestro parecer, aunque de acertado tenga bastante poco. Y no sé por qué necesitamos el refrendo de ellos, ¿es que no es tan válida nuestra opinión, la del hombre de la calle, como la del profesional que cobra por emitirla? A mi modo de ver, en muchas ocasiones, tienen las nuestras mucho más valor, aunque sólo sea por la espontaneidad de las mismas y por la ausencia de presión de cualquier tipo a la que aquellos se encuentran sometidos y de la que nosotros estamos libres, libres, libres.

Teodoro R. Martín de Molina. Abril, 2007

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