Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

 

¿Qué queréis que os diga?

 

La verdad es que no dispone uno de mucho tiempo y, a veces, tampoco tiene muchas ganas de ponerse a expresar la opinión sobre la rabiosa actualidad. Es por ello por lo que en muchas ocasiones, cuando se dan ambas circunstancias en sentido contrario, es cuando me arremango y me pongo a disparatar sobre asuntos más próximos o lejanos en el tiempo. Y después del 22-M la verdad es que uno se encuentra como para ponerse a entonar la vieja canción de Mecano que decía algo así como “hoy no me puedo levantar, el fin de semana me sentó fatal…”, o aquella otra de Martirio en la que la cantante onubense decía que se había levantado mala, mala de verdad y que necesitaba de una pastilla “pa” ponerse a funcionar. Como bien comprenderéis, más o menos así se encuentra este humilde opinante.

            Pasados un par de días, o tres, de la celebración de las elecciones municipales y autonómicas, y tras los resultados cosechados, ya podéis imaginar las pocas ganas que tengo de ponerme a escribir del tema y por ello ando agarrándome a falsos pretextos para no hacerlo, entre otros motivos porque tampoco sé muy bien por dónde coger el tema para hacer una faena medianamente aliñada en la que, aun siendo fiel a mi línea de pensamiento, no desvaríe en demasía ante el chaparrón que a algunos nos cayó el domingo pasado.

            Y como con esto del cambio climático el tiempo está loco, loco de verdad, no es extraño que estos chaparrones se repitan en un futuro no muy lejano y entonces a algunos hasta nos sea difícil encontrar un lugar en el que guarecernos.

            Aunque muchos se resistan a reconocerlo, bien podemos comprobar qué verdadero es esto del cambio climático, ya que hasta las gaviotas, que antes solamente sobrevolaban las zonas costeras, desde un tiempo a esta parte se han ido poco a poco adueñando de todo el territorio de España hasta que por fin el domingo pasado consiguieron inundar los cielos patrios con sus suaves revoloteos sobre la marea azul que ha copado todo el suelo de la nación. Algunos brotes verdes, tan pocos deseados por algunos, quedan por las agrestes tierras del norte y por la fabril Cataluña que siempre, incluso en sus peores momentos, se distinguieron por su singularidad, cosa que tampoco gusta mucho a los mismos.

            Está visto que los encargados de custodiar el medio ambiente algo deben da haber hecho mal, o muy mal, para que en tan corto espacio de tiempo el cambio haya sido tan profundo. Un animal carnívoro y semi carroñero se ha convertido en herbívoro y parece dispuesto a arrasar con todo vegetal que se le ponga a tiro de pico –las rosas parecen ser su alimento preferido–. Así, se corre el riesgo de que con tal proliferación del pájaro volantín estas especies entren en peligro de extinción, cosa que desde todo punto de vista resultaría nefasto para el equilibrio que todo sistema ecológico necesita. A la sombra de tanta gaviota difícilmente van a conseguir emerger de nuevo con el vigor suficiente las mustias rosas de estos finales de mayo.

            Esperemos que aquellos que evidentemente se equivocaron, sepan aprender de los errores cometidos y que poco a poco vuelvan las gaviotas a anidar y pulular por los lugares por donde solían permitiendo que al menos de vez en vez se vea florecer alguna que otra rosa que también son necesarias en este jardín en el que el graznar del pájaro se puede llegar a convertir en molesto con el paso del tiempo por mucho que a algunos les guste tanto como el olor del amoniaco a aquel estudiante del chiste.

            Y si no florecen las rosas que, al menos, algunos capullos sigamos teniendo la oportunidad, y el valor, de seguir expresando libremente nuestra opinión.

            ¿Qué queréis que os diga?

 

Teodoro R. Martín Molina. 25 de mayo de 2011.

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