¡Que vivan los novios!
Cuentan, en tono jocoso, que una de las patrullas
del mítico revolucionario mexicano Pancho Villa cabalgaba al encuentro
de su jefe por los secos territorios del norte de México. De vez
en cuando, el cabecilla del grupo gritaba con voz potente, procurando q
ue todos los que lo seguían lo oyesen bien, los
consabidos vivas al guerrillero: “¡Que viva Pancho Villa!”. Todos los
que iban detrás respondían al unísono con un sonoro:
“¡Que viva!”.
Como quiera que la cabalgada se fue dilatando en el tiempo y los que seguían al lugarteniente de Villa, aunque igual de fieles, cada vez iban más cansados tras semanas cabalgando, llegó un momento en el que las respuestas a los ¡vivas! al jefe se iban debilitando y eran menos perceptibles desde la cabeza del grupo. La historieta concluye con la respuesta que dio el único correligionario que quedó con fuerzas para gritar después de meses a caballo: “¡Que viva! ¡Pero que no viva tan lejos!” Con un cansancio similar al de ese correligionario, un cierto tono jocoso y parafraseándolo, eso digo yo: “¡Que vivan los novios! ¡Pero que vivan en su casa!” Que vivan en sus casas ellos y todos los que están haciendo el agosto, de cualquier tipo, a su costa, a nuestra costa y a costa del evento. Que nos dejen de atosigar y no nos los pongan de desayuno, almuerzo y cena. Que se gasten su dinero como les venga en gana, pero que no tiren más del erario público. Que se dejen de marketing y propaganda y que nos dejen pensar libremente... Y como quiero predicar con el ejemplo, hasta aquí llega mi queja. Yo, que estoy cansado, no os quiero cansar más. Teodoro R. Martín de Molina. Mayo-2004 |