Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

PLAZA DE ORIENTE

No sé qué día de la semana ni a qué hora, pero sé que he visto en algún momento en la tele un programa que habla de Francisco Franco. Sólo lo he mirado a retazos, y no siempre el mismo día, porque en mi casa el mando a distancia es propiedad de cualquiera menos mío, algo que agradezco infinitamente a mi familia.
En una de las secuencias, rescatadas del Nodo, discursaba Franco sobre los enemigos de la patria y que, como los mandamientos, se resumían en dos: los comunistas y los masones.
Este discurso, no ya franquista sino del mismísimo generalísimo, me ha recordado el que en estos tiempos que corren por nuestro “atribulado” país, repiten una y otra vez los que, lo pretendan o no, más próximos están, porque así lo sienten, a los modos y los tics del régimen por antonomasia. Para estos los enemigos de la “patria” ya no son los comunistas y los masones, son los socialistas y los nacionalistas, y todo lo que de ellos emana.
Cambian de lugar de concentración, cambian los lemas, cambian el aspecto, pero siguen siendo los mismo
s. Son los ultranacionalistas españoles que se reúnen para oponerse a todo lo que suponga mover un ápice los, para ellos, fundamentales cimientos de la nación española, aquellos que el dictador dejara (o creyera dejar) atados y bien atados.
Los que no apoyaron la constitución en el año 78, pretenden hacernos creer ahora que son sus abanderados; aunque no nos engañan. No defienden la constitución, la utilizan para atacar a los considerados enemigos de la “patria”: personas, organizaciones, instituciones, legislación, etc, y, en definitiva, a todo aquel que no piense como ellos piensan. La verdad es la luz, y la verdad está con ellos, por lo tanto fuera de ellos sólo existe la oscuridad y las tinieblas; tinieblas que nos aproximan al abismo, al averno al que nos veremos abocados todos los que no pensemos según su recto proceder.
Cada día, g
racias a las manifestaciones de esta derecha española, a las personas que la representan y a los modos y argumentos con los que defienden sus postulados, me siento un poquito menos español y creo un poquito menos en la “sacrosanta” nación: España. Algo parecido me pasó un tiempo ha con la selección de fútbol, allá por la época en la que Clemente era seleccionador nacional, desde entonces cuando veo un partido de la selección (de los que ya paso en muchas ocasiones), lo hago de un forma relajada y sin preocuparme en demasía por el resultado final, y en esta actitud mía de ahora mucho tuvieron que ver las personas que representaban a la selección y los modos y argumentos con que la defendían.
Si para defender una opinión, un postulado, tienen que atacar a otra opin ión o postulado, pocos serán los argumentos con los que cuentan para la defensa de los propios. Volviendo al fútbol, dicen que no hay mejor defensa que un buen ataque, ellos lo han tomado al pie de la letra y así lo hacen: atacan a todo lo que surge del gobierno y de los que lo apoyan, “disparan” a todo lo que se mueve, se apoyan en lo que más le convenga a su causa, y retoman, y con qué gusto, la estrategia de los años noventa: tensión permanente, crispación por doquier y crítica con o sin razón, con o sin fundamento (¡qué más da!, algo queda), y en último lugar se nos presentan como los únicos que pueden “salvar” a la “patria” del “caos” y la “perdición”.
Pero mientras tanto, este país, la nación, España, sigue su rumbo sin que, aparte del PP y sus voceros (que no son pocos), apreciemos las resquebrajaduras del territorio ni de sus conceptos.
Sí que
se aprecian algunas actitudes de los defensores de esos postulados que producen cierta pena, como  la política soterrada y del boca a boca para llevar a cabo un efectivo boicot a los productos de determinados territorios, mientras los dirigentes se lavan las manos al respecto y dicen eso de: “A mí no me m iren, que yo...”. Cuando oigo a alguien próximo decir que ha dejado de comprar cava, fuet, o una determinada marca de yogourt o pizza, porque los producen en tal sitio, no me queda más que sentir una profunda tristeza.
No sé si esta estrategia de la descentrada derecha le dará los resultados apetecidos, pero si tomamos como referencia sus anteriores ataques y la demonización que hicieron de los nacionalistas vascos y de los independentistas de ERC, la verdad es que debían de pensárselo un poco. Pues los resultados fueron concluyentes en ambas ocasiones, y mientras los atacantes obtenían peores resultados, los atacados los mejoraban ostensiblemente. Y hoy en día pienso que cualquier partido político de ámbito nacional tiene muy difícil llegar al gobierno sin un apoyo de los nacionalista y una fuerte implantación en los territorios a los que más ataca nuestra ajada derecha. Pero allá ellos con sus estrategias (iba a decir miserias, pero no lo he dicho).
Teodoro R. Martín de Molina.    Diciembre-2005.