Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

 

Personajes

 

Cuando pequeños, mi madre nos contaba historias de personas y personajes que ella había conocido, o de los que había oído hablar, a lo largo de su vida. Formaban parte de la vida diaria, eran personas normales que en ocasiones guardaban dentro de sí unos valores dignos de ser resaltados. Nosotros con los ojos abiertos pendientes de sus palabras con los oídos prestos a no dejar escapar el más mínimo detalle de lo que nos narraba con proverbial sencillez y belleza, permanecíamos quietos para no perder detalle del relato en cuestión.

            Uno de ellos, y que es de esos que nunca se te olvidan, era el de Fray Leopoldo de Alpandeire yendo de puerta en puerta por los alrededores del Triunfo derramando bondad y pidiendo a los que poco tenían para aquellos que aun tenían menos que ellos, o bien su paseo misa tras misa entre los bancos de las distintas naves de la iglesia de los Capuchinos arrastrando sus cansados pies calzando unas desvencijadas sandalias al tiempo que ponía delante del feligrés la taleguilla por ver si depositaba alguna limosna. Cuando ya mayor mi madre se daba sus paseos por el pasillo mientras rezaba el rosario, también arrastraba sus zapatillas como Fray Leopoldo, y me recordaba a él por su espíritu siempre franciscano. Hoy cuando yo transito en mi casa de una habitación a otra también suelo arrastrar las zapatillas como mi madre y tal vez como Fray Leopoldo y, aunque en casi nada me parezca a ellos, al hacerlo me acuerdo de ambos.

            En estos días, el pasado domingo doce de septiembre, se ha procedido al acto de la beatificación de Fray Leopoldo en Granada, ciudad en la que fundamentalmente desarrolló su labor como limosnero de la congregación capuchina a la que pertenecía y en la que tantos y tantos devotos del fraile de la serranía de Ronda lo honran con sus oraciones y peticiones de ayuda. Estoy seguro de que con la mejor voluntad las autoridades eclesiásticas se han volcado para que el acto, llevado a cabo en la base aérea de Armilla, fuese lo más relumbrante posible. También estoy seguro de que la humildad del beato Leopoldo de Alpandeire se habrá rebelado contra toda la parafernalia montada en torno a su beatificación, pues si algo lo distinguía era su afán por no ser nadie, por pasar desapercibido, pero es bien sabido que los deseos de los homenajeados casi nunca coinciden con los de aquellos que los homenajean, que muchas veces dan la impresión de preparar los actos para su particular lucimiento más que para el realce de la figura del homenajeado.

            Pero en fin, vayamos a lo que vamos. He querido partir de la figura ejemplar y sencilla de un personaje con mayúsculas para contraponerla a la de otros personajillos que con afán de protagonismo han surgido en estos primeros días de septiembre en los medios de comunicación nacionales e internacionales.

            El profesor Neira que, aupado a la fama por un acto que en sí mismo pudiese ser considerado como heroico, ha resultado ser un auténtico bluff en el que el ansia de populismo de la presidenta de Madrid puso sus ojos con el fin de ganar adeptos a su causa entre lo más casposo de su comunidad. No cabe duda que la personalidad, la ideología y las formas y modos de los que hizo gala el tal profesor hasta llegar a ser encumbrado por la lideresa con su nombramiento al frente del Observatorio Contra la Violencia de Género, se desmoronaron cuando fue sorprendido conduciendo ebrio y sus posteriores declaraciones tras ser condenado por el juez, como si con las anteriores no hubiese habido bastante. La Presidenta no tuvo más remedio que suprimir el organismo en cuestión, porque ni el profesor iba a dimitir ni, por lo visto, ella lo podía cesar. Ejemplo digno de ser tenido en cuenta para que nadie lo imite, aunque ya sabemos que el hombre (genérico) es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, doña Esperanza no tardará mucho en buscar a otro fenómeno para sus electoralistas propósitos.

            El Presidente de la República francesa es otro que junto a buena parte de la clase política francesa y europea se está llenando de gloria con sus actuaciones en contra de los colectivos rumanos de etnia gitana que viven en Francia, la patria de la libertad, la igualdad y la fraternidad, quién lo diría. Seguro que si esos gitanos fuesen morenos (vamos, negros) como lo son la mayoría de los componentes de los distintos equipos franceses de atletismo, fútbol o baloncesto, por poner algunos ejemplos, no correrían la misma suerte, pero es que lo de los campamentos gitanos clama al cielo y ya iba siendo hora de que alguien que los tuviese bien puestos, como el pequeño Sarkozy, actuara como él ha actuado poniendo de patitas en la frontera a todos estos improductivos (por no decir delincuentes) extranjeros que aunque sean europeos en nada se parecen a nosotros. Tras el rapapolvo de la Comisaria europea de justicia, la luxemburguesa Reding, pronto han salido en ayuda del francés sus amigos de Italia y Alemania. Las condenas del parlamento europeo (con la abstención de los populares, faltara plus) y la regañina de la Comisión Europea se las pasa por el Arco del Triunfo (nunca mejor traída la expresión) el Presidente francés que incluso se burla de la Comisaria invitándola a llevarse a su país a los gitanos, si tanto le gustan. Los de aquí, me refiero a los populares, como casi siempre en estos temas, callan y quedan al acecho de ver donde mete la pata Zapatero para emplearse a fondo con él culpándole de esto y de aquello, y de lo de más allá.

            Como paradigma de todo lo que los fundamentalistas aportan a la convivencia de los seres humanos, las prédicas del pastor Terry Jones de Florida en contra del Islam y animando a quemar el Corán en un aquelarre de furia y fuego que nos retrotraiga a la oscura época del Ku Klux Klan, a la siniestra del Nacional Socialismo alemán o a los más negros tiempos de nuestra santa Inquisición. Pero lo peor del asunto no es que este iluminado arengara a sus cincuenta adeptos a cometer semejante barbaridad, sino que los medios de comunicación de medio mundo se hicieran eco de tan aberrantes recomendaciones dedicándole el tiempo y el espacio que debería ser empleado en la causa contraria, es decir en propuestas que ayuden a la concordia, pero se publica lo que vende y por lo visto es éste un asunto en el que los medios encuentran filón para ir despertando los más bajos instintos de aquellos que prefieren eliminar al distinto antes que convivir con él.

            Un ejemplo del día a día, para terminar. Hace poco aparqué el coche en zona azul y no sabiendo donde estaba la maquinita expendedora del ticket le pregunté al controlador por su ubicación. Refunfuñando un poco me indicó dónde se encontraba y como estaba en la misma dirección en la que él iba, fuimos caminando juntos. Al pasar junto a un extranjero que tocaba primorosamente su acordeón rodeado de algún que otro foráneo de color, la expresión de rigor surgió de los labios de mi ilustrado y ocasional compañero: “Aquí no hay nada más que moros y negros”.

           “Y controladores, mi amigo, y controladores”, le respondí mientras me alejaba de él en busca de la máquina expendedora de tickets.

Teodoro R. Martín de Molina. 15 de septiembre de 2010.

 
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