Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

OPINIÓN

Pereza

La medianoche del jueves dio comienzo la campaña electoral catalana. Como si en todo el tiempo anterior a ese momento, las proclamas de unos y otros no hayan formado parte de dicha campaña sin necesidad de que se oficializase la misma.

Llevamos no sé ya cuánto tiempo con el tema recurrente de las catalanas para mayor gloria del señor Mas y de sus correligionarios y, ahora, ya hemos entrado en la cuenta atrás para que el próximo día 25 se certifique lo que las encuestas vienen anunciando desde hace bastante tiempo.

Siento pereza por desparramar unas letras sobre el asunto porque, en verdad, está resultando un tema tan manido y tan reiterativo que ya, a algunos nos llega a cansar tanto ver, oír y leer los planteamientos maximalistas de los nacionalistas de ambos signos: catalán y español. No obstante, algo de eso me propongo a pesar de las pocas ganas.

Yo que para nada soy patriota, y que el hecho de que Cataluña consiga, por su propio esfuerzo, la mayor cota de autogobierno o la independencia, si es lo que ellos desean y deciden, me trae un poco al pairo, percibo que el asunto es un tema recurrente que nunca como ahora ha conseguido las cotas de notoriedad que antes había alcanzado. Y esto no surge de la nada, sino que se basa en comportamientos, de ahora y de antes, que los soberanistas han sabido aprovechar de un modo más que astuto.

En Cataluña, donde siempre se caracterizaron los nacionalistas por su capacidad para pactar y colaborar con el poder establecido en Madrid, jamás se mostraron tan abiertamente soberanistas como en el caso del señor Mas, que subido a lomos de la pasada manifestación de la Diada y el no de Rajoy al Pacto Fiscal, ha montado un tinglado del que ni él mismo sabe muy bien cómo saldrá, pero que, mientras tanto, el “run run” soberanista nos amenaza con perseguirnos por tiempo indeterminado. También parece bastante claro que el momento escogido ha sido el más oportuno para correr un tupido velo sobre la gestión de la crisis que están llevando a cabo los convergentes en Cataluña, que en poco o nada se diferencia de lo que hacen los populares a nivel del estado.

Es evidente que por motivos distintos los dos partidos mayoritarios a nivel estatal han puesto, cada uno con sus actuaciones pasadas y presentes, su granito de arena para que hoy nos encontremos en el punto en el que nos encontramos. Por un lado el planteamiento del PP presentando recurso de inconstitucionalidad al Estatut aprobado en el Parlament y en el Congreso de los Diputados, de igual modo las campañas orquestadas en contra de todo lo catalán, desde la recogida de firmas en contra del estatut, hasta las recomendaciones para no consumir productos catalanes, el hostigamiento continuo desde la prensa madrileña próxima al PP contra todas y cada una de las decisiones adoptadas por las instituciones catalanas, es evidente que no han ayudado a que los ánimos soberanistas se apaciguaran y, mucho menos, a que el sentimiento de españolidad de los catalanes fuese en aumento.

Por otro lado el afán de los socialistas catalanes por comerle terreno a los convergentes e independentistas en las reivindicaciones nacionalistas, unido a la prisa por gobernar fuese con quien fuese, no sólo una vez, sino repitiendo sin tener para nada en cuenta la poco satisfactoria experiencia de la primera ocasión, ha conseguido que el espacio social que ocupaba el partido socialista en Cataluña haya sido ocupado por otras fuerzas de izquierda o por los propios nacionalistas. Lo cual ha hecho que poco a poco el PSC se haya ido convirtiendo en un partido cada vez más secundario.

En aquellos polvos: la deriva nacionalista del PSC unida a su urgencia por gobernar en Cataluña, y el desaforado españolismo del PP con su oposición frontal a todo lo que viniera de aquellas tierras, los soberanistas catalanes han encontrado el lodo perfecto para ocultar la insolidaria gestión del gobierno de Convergencia i Unió, y les ha servido de argamasa con la que gestar el boom soberanista con el que seguirán dándonos la vara hasta no sabemos muy bien cuándo, y que nadie sabe hacia dónde nos conducirá.

Es bastante probable que los resultados  del próximo día 25, salvo sorpresa de última hora, harán que los dos grandes partidos nacionales se tengan que replantear seriamente su forma de actuar con Cataluña y en Cataluña, al tiempo que los nacionalistas tendrán que ser muy ágiles para poder nadar y guardar la ropa, o ingeniárselas en el modo en cómo ser independentistas y no morir en el intento.

Mientras tanto, a algunos no nos queda más que lo que ya sabemos: contra pereza, diligencia.

Habrá que sobrevivir, digo yo.

  

Teodoro R. Martín de Molina. 12 de noviembre de 2012

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