Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

colaboraciones      narrativa     romances    mis alumnos   enlaces   libro visitas   contactar  prensa digital  inicio  presentación

OPINIÓN

 

¿Para qué votar?

 

Es una pregunta que cada vez me hago con más frecuencia. Y no es que esté de acuerdo con las tesis de los indignados al cien por cien, ni mucho menos con aquellos que abogan por la abstención como una forma de dejar el terreno más nítido a un determinado partido. Me hago esta pregunta ante lo que, desde que estalló la crisis financiera, viene dándose en los países europeos más afectados por la misma.

        Así estamos viendo estos días cómo en el parlamento griego se ha votado una moción de confianza a un gobierno que heredó de sus antecesores todo el marrón de la situación económica del país y que hoy mismo está votando un nuevo plan de ajuste que le ha sido dictado por las autoridades de otros países y de los organismos supranacionales que dirigen la economía mundial. Además, el hecho de la votación es un evidente paripé puesto que están obligados por los susodichos y los tan mentados mercados a aprobarlo si es que quieren que el país no vaya a la bancarrota, si no es que ya lo está.

       Qué importa que los griegos votaran a un partido de izquierdas en su momento o que hubiesen votado al de la derecha. Tanto uno como otro tendrían que haber seguido los mismos pasos independientemente de sus ideologías porque los agencias de calificación, los mercados, los gurús de la economía mundial y los prebostes de la unión europea con Merkel y Sarkozy a la cabeza, le imponen lo que tienen que hacer para poder recibir sus ayudas que después tendrán que reembolsar con el incremento conveniente para que los socorristas consigan su pertinente beneficio.

        Y si lo que está pasando en Grecia lo trasladamos a Portugal, donde acaban de cambiar de gobierno, o a España, donde posiblemente ocurra lo mismo dentro de pocos meses, ¿podemos pensar que los nuevos gobiernos van a tener manos libres para hacer algo muy distinto de lo que han hecho los anteriores? ¿Es creíble que tal y como están las circunstancias los gobiernos nacionales de países con problemas y sometidos a todo tipo de presiones de los depredadores del euro puedan tener autonomía para hacer una política distinta a la que les dicten desde Bruselas, Berlín, París o Nueva York? Mucho me temo que estas anteriores preguntas tengan mucho que ver con la pregunta inicial y que me lleva a la conclusión de que nuestra tan cacareada democracia participativa solamente es una pantalla en la que los ciudadanos, cargados de buena fe, participamos dando nuestros votos a un determinado partido que cuando llega al poder se encuentra con las manos atadas y por convencimiento, a regañadientes, o a la fuerza, que dicen que así ahorcan, se ve obligado a llevar a cabo la política económica que los poderosos les dictan.

       En un primer momento cuando surgió la crisis de forma tan terrible en todos los países del primer mundo y los gobiernos tuvieron que acudir en ayuda de la banca estadounidense, británica, alemana, francesa, etc, se llegó a hablar en algún momento del replanteamiento del capitalismo y de los mercados tal y como había estado funcionando hasta ese momento. Incluso se llegó a hablar de una refundación de la doctrina capitalista para evitar la absoluta dependencia del sistema respecto de la banca, de los mercados, de los especuladores, defraudadores y demás tiburones, pero eso duró poco, sólo hasta el momento en el que los bancos, los mercados, los especuladores y demás escualos, les volvieron a enseñar el camino a todos los gobiernos, y como resulta que los gobiernos de los países más poderosos y los mercados, los banqueros, los especuladores y demás selacios son lo mismo, aquí nos vemos aquellos países con menos poder agachando la cabeza y diciendo amén a lo que les dicten desde arriba.

       Mientras tanto nosotros seguimos votando, pero ¿para qué?

 

Teodoro R. Martín de Molina, 29 de junio de 2011

 
<<VOLVER A OPINIÓN>>