Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

"PANTOMIMA"

             A comienzos del siglo pasado, el dramaturgo irlandés Bernad Shaw en su obra “Major Barbara” pone en boca del protagonista masculino (un multimillonario propietario de una fábrica de armamentos) la siguiente arenga ante la defensa del gobierno de su país que hace su hijo varón:
    “¡El gobierno de tu país! ¡Yo soy el gobierno de tu país! ¿Crees que tú y media docena de aficionados como tú sentados en una fila en  medio de esa algarabía de tontos podéis gobernarme a mí? No, amigo mío: haréis aquello por lo que os paguemos. Declararéis la guerra cuando nos convenga, y mantendréis la paz cuando no sea así. Cuando quiera algo para que suban mis dividendos, descubriréis que mi deseo es una necesidad nacional. Cuando otros deseen que mis acciones bajen, llamaréis a la policía y a los militares en mi ayuda. A cambio contaréis con el apoyo y el aplauso de mis periódicos, y el placer de imaginar que sois unos grandes hombres de estado. Fuera de aquí, muchacho, y vete a jugar con tus asambleas y tus artículos de fondo, los partidos históricos, sus grandes líderes y el resto de tus juguetes. Yo volveré a mi casa para contar el dinero con el que pagar a los músicos y a los que llevan la voz cantante.”
    Esto que está escrito hace más de cien años podría ser un breve en cualquier periódico de tirada nacional en estos días. Si lo trasladamos a los tiempos actuales sólo tenemos que cambiar, y no siempre, la profesión del protagonista; ahora serían financieros, propietarios de medios de comunicación o grandes empresarios de cualquier ramo los que deciden lo que conviene y no conviene a los países y a sus gentes.
    Así vemos a banqueros, que no dicen nada de las multimillonarias inyecciones de dinero recibidas pero sí, con todo el descaro del mundo, piden la anticipación de elecciones; a los todo poderosos medios reconviniendo, cuando no amenazando, a los gobernantes porque no han visto en sus deseos “una necesidad nacional” y olvidándose de los beneficios antes recibidos; a los grandes empresarios del automóvil cerrando parcial o totalmente sus factorías sin el más mínimo pudor después de haber recibido millonarias subvenciones por parte de los gobiernos de turno, y así sucesivamente…
    ¿Dónde está el poder que dicen tener los gobiernos? ¿Qué capacidad de acción tiene un gobierno ante tan poderosos “amigos”? Está claro que o siguen las directrices emanadas de los distintos consejos de administración o tienen los días contados.
    A resignarse tocan y trataremos de comprender, más bien sobrellevar, el hecho de que nuestro porvenir no está en manos de aquellos a los que elección tras elección votamos, sino en las de los que mueven sus hilos y los hacen bailar al son de la música que más les guste, que son los verdaderos y ocultos protagonistas de esta pantomima global en la que se ha convertido, quizás siempre fue, la política.


Teodoro R. Martín de Molina. Septiembre de 2009.
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