Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

PANCARTAS.


De pequeño, en mi familia, siempre que manifestábamos alguna opinión crítica sobre la actitud o las acciones de otras personas, solía decirnos mi madre una frase lapidaria que en muchas ocasiones resultada totalmente ajustada a la realidad: “Todo lo que se habla cae encima”; así que nosotros, en muchas ocasiones, le hacíamos caso pues la experiencia nos decía que fulanito que había criticado a tal o a cual por esto o aquello, ahora se encontraba en una situación similar al criticado, cuando no mucho peor.
Algo parecido le está ocurriendo a la cúpula del PP que sigue los dictados de aquellos miembros y adláteres más reaccionarios y más trasnochados y que dan aliento a las bases de igual categoría y que, a lo que se ve, no son pocos.
Cuando las circunstancias cambian, aquello que a unos parecía tan despreciable en los demás, pasa a convertirse en lo más respetable cuando son esos unos los que hacen uso de ello; se llevan a cabo idénticas acciones, claro está que con valoraciones diametralmente opuestas sin el menor atisbo de rubor.
Durante la última y nefasta etapa del gobierno de Aznar con los fenómenos de la huelga del 20J y su posterior interpretación, el hundimiento del Prestidge y la subsiguiente gestión del suceso, la guerra de Irak y el antes, durante y después de la misma, y la guinda del pastel con la increíble manipulación informativa del atentado del 11 de marzo, aquellos que estaban en la oposición fueron calificados con todos los adjetivos de tono peyorativo habidos y por haber por aquellos otros que ocupaban el poder y los que los apoyaban, por ponerse al frente de manifestaciones, más o menos multitudinarias, y de unas dimensiones, en ocasiones, de carácter nacional.
Estos hechos ocurrían al cabo de casi ocho años de gobierno de la derecha y con unas actuaciones que, en muchas ocasiones, fueron criticadas o no secundadas por no pocos militantes del partido en el poder. Una vez en la oposición no han tenido espera y apenas cumplido un año del gobierno de Zapatero, las huestes del PP han recogido las pancartas y, aunque las motivaciones no son semejantes ni por casualidad, se han echado a la calle subrepticiamente detrás de otras siglas, organizaciones o instituciones que están muy próximas a su política cuando no son los que les dictan cómo actuar ante situaciones tan “sangrantes” como el hecho de intentar acabar con el terrorismo y buscar la paz por medio del diálogo, que una parte de los documentos incautados por los golpistas del 36 retorne al lugar del que fueron expoliados o que las personas homosexuales puedan unirse con los mismos derechos y deberes que los heterosexuales, por el hecho de que a dichas uniones las han llamado matrimonio.
Cualquiera que tenga ganas de perder el tiempo puede hacer una somera, o profunda, comparación de los motivos que a unos y a otros, en aquellas y en estas circunstancias, han llevado a las calles y a colocarse detrás de las pancartas a los que defienden las dos tendencias que actualmente se perciben en nuestro panorama político: el PP por un lado y el resto de los partidos políticos en el otro.
Cada uno puede pensar lo que quiera pero aquí, como le ocurría al patoso en la mili, la derecha debe seguir pensando que son todos los demás los que llevan el paso cambiado, porque “yo que soy don Fulano, no puedo estar equivocado, los equivocados son esa chusma que forma el resto de la tropa”, para ellos los pancartistas, los desleales, los miserables, los antipatriotas, los manipuladores, etc, etc, etc, eran, son y serán todos aquellos que no piensen y actúen según su “recto proceder”, estén a un lado o al otro de la pancarta, porque los decentes han sido, son y serán ellos, encuéntrense donde se encuentren. Pues, ¡que sigan así!, y que el joven don Manuel gane en Galicia, tres fines de semana seguidos en apoyo de la causa bien lo merecen.

Teodoro R. Martín de Molina. Junio-2005