Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

 PAÍS DE PILLOS

 

Somos un país de pillos y no tenemos remedio. El Lazarillo, Guzmán de Alfarache o don Pablos no son más que los prototipos que la literatura elevó a los altares de la fama, pero los mismos que en cada época de la historia han pululado por nuestra sociedad recordándonos que la cultura del pillo está más que enraizada entre nosotros y que debemos contar con su estigma como una parte más de la idiosincrasia del español.

            Nuestros modernos pillos ya no visten con harapos ni andan por los caminos engañando a todo aquel cándido que se presta a sus juegos y argucias, aunque sus aspiraciones siguen siendo las mismas con los mismos procedimientos: el engaño y la estafa. Abundan los pillos del día a día, pero hoy existen unos señalados pícaros que suelen ir bien trajeados y se sientan detrás de una buena mesa de despacho y en muchas ocasiones al frente del consejo de administración de una empresa de postín. Alguno, como el que hoy me lleva a escribir estas líneas, llega incluso a presidir a todo el empresariado español.

            El timo de la estampita se repite ya con demasiada frecuencia. Unas veces caen en él los amigos del dinero fácil, los avariciosos o ingenuos que aún piensan que hay quien cambia duros a cuatro pesetas  Gescartera, Fórum Filatélico, Afinsa…, y en otras ocasiones los que pican el anzuelo son los más necesitados, los que con grandes esfuerzos reúnen el dinero para comprar el pasaje que les llevará por Navidad a su país de origen donde pretenden reencontrarse con los suyos, sus más allegados –Air Madrid o Air Comet, por ejemplo, y estos son los que de verdad me llevan a pensar que estos pillos modernos son gente sin corazón, sin principios, sin moral y sin nada de lo que tanto cacarean en cuanto tienen oportunidad de ello.

            El dios de Díaz Ferrán no debe de ser el mismo que el de los sudamericanos a los que vilmente ha estafado. Este señor se permite la desfachatez de decir a los cuatro vientos que él no habría elegido su compañía para volar a ningún sitio dada las informaciones que corrían sobre la fiabilidad de su propia empresa, en vez de dejar de vender los pasajes. Como si los inmigrantes que compraron en el mes de julio o agosto los billetes fuesen personas que leen todos los días The Financial Times o las páginas salmón de los diarios. De igual modo, no podía ser de otra manera, en esa mismas declaraciones culpaba a los trabajadores, de la situación de Air Comet y, posteriormente, a la crisis, los bancos y los jueces británicos del cierre de la misma. Sólo le ha faltado, y me extraña muchísimo, culpar al señor Zapatero de todo lo que a él y a su empresa ¿pronto habrá que decir sus empresas?  les ha sucedido.

            Este señor que, según informaciones periodísticas, adquirió su empresa insignia Marsans al amor de las privatizaciones del gobierno de Aznar, que no solamente le regaló la empresa sino que la SEPI le ofreció 758 millones de dólares para reflotarla, dinero que a día de hoy nadie, excepto él, sabe dónde están; pues bien, este señor que tiene más de oportunista que de empresario es el que dirige al empresariado español y es con el que tienen que negociar el gobierno y los sindicatos para tratar de llegar a algún tipo de acuerdo de concertación que ayude al país a salir de la crisis actual. Con esos antecedentes, ¡cómo para fiarse de él!

            Es el mismo que se alinea día tras días con los planteamientos y postulados económicos de la derecha y que parece tener más de político que de empresario; algo que no es extraño en buena parte del empresariado español, defensores a ultranza del liberalismo económico y tan partidarios de las reformas laborales que conlleven la merma de los derechos de los trabajadores. Estos empresarios que padecemos son los mismos que llegada la ocasión, como la actual, dejan en la estacada a proveedores, trabajadores y clientes, y la resolución de sus quiebras en manos del estado o de los bancos que si llegan a tener problemas, como está comprobado, también serán rescatados por el gobierno de turno con el dinero de todos los contribuyentes. Al mismo tiempo es el estado el que se encarga, como en el caso Air Comet, de socorrer a los damnificados, mientras tanto los responsables de estas estafas millonarias se suelen ir de rositas con su cartera suficientemente llena como para no tener problemas por todo el resto de sus vidas.

            Díaz Ferrán es sólo un ejemplo, si echamos la vista atrás no nos será difícil recordar a otros pillos que alcanzaron las más altas cotas de poder económico en nuestro país.

            De pena.

 

Teodoro R. Martín de Molina. 26 de diciembre de 2009

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