Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

 Otro 11M

 

Estaba este pasado fin de semana escribiendo unas notas sobre el tratamiento informativo y político del 7º aniversario de la matanza del 11M en el que trataba de reflejar la perplejidad que me producen las teorías conspiratorias de los medios de siempre, que parece que nunca van a acabar por muy condenados que estén sus autores, y las medias tintas del partido de la derecha que a regañadientes dice aceptar las decisiones judiciales, pero que siempre deja entrever un atisbo de duda o sospecha que les hace aproximarse sin querer-queriendo, que dicen los niños, a las teorías que desde el día siguiente a la victoria del partido socialista en 2004 pulularon por las tertulias y mentideros de los despachos peperos y de los medios oficiales y paraoficiales adeptos a su misma causa. Han pasado 7 años y aún siguen dale que te pego con el mismo discurso y haciendo distinciones entre buenos y malos a la hora de homenajear a las víctimas: por un lado se veía a la cúpula del partido de la derecha con las asociaciones de víctimas que suelen manifestarse con ellos en contra del gobierno, y por otro a la señora Manjón a la que se le unen algunos socialistas, manifestando en público conversaciones privadas con el vicealcalde de Madrid en las que éste deja bien a las claras el tan cacareado respeto y sensibilidad que determinados políticos tienen por las víctimas y sus familiares me refiero a su preocupación por la proliferación de monumentos y su referencia a las señoritas que pasean la calle de la Montera de Madrid.

            Pues bien, como decía, trataba de expresar por escrito mi asombro cuando las noticias sobre el terremoto de Japón y sus terribles consecuencias me hicieron desistir del asunto que traía entre manos, pues no deja de ser una estupidez volver a tratar de lo mismo y sobre los mismos cuando ya por todos son conocidas las respectivas posturas y poco nuevo podemos añadir al tan manido asunto sino constatar, una vez más, el dicho popular de “cada uno es cada uno, como ya dijo Unamuno”.

            Así que hago una grande cambiada y quiero dedicarle unas líneas a las aterradoras noticias que nos llegan desde Japón.

            No cabe duda, y es algo que hemos podido constatar a lo largo de los años, que los japoneses siempre han estado preparados para que los terremotos que sufrían las islas que componen el archipiélago nipón nunca supusieran una catástrofe parecida a la que suele ocurrir en otros lugares de la tierra cuando ésta tiembla con la misma intensidad que allí o incluso mucho menor. Mientras en Japón los daños personales eran mínimos y los materiales anecdóticos, en otras zonas del mundo las pérdidas personales y materiales eran desoladoras. No cabe duda que todo este tipo de “seguridades” se las han ido ganando con su propio esfuerzo y disciplina los japoneses, entre otros motivos porque han dispuesto de unos medios que a otras comunidades del planeta le están vedados, y no vamos a entrar ahora en la justicia o injusticia de esas circunstancias, pero que ahí están.

            Pero a pesar de todo lo preparado que pueda estar un país, este terremoto, sus consecuencias, nos llevan a reflexionar sobre dos aspectos que a casi nadie han debido pasar desapercibidos. Uno, el hecho de que la naturaleza es más fuerte que todas las fuerzas humanas que se puedan concitar en su contra. Ver las imágenes en las que el agua del tsunami posterior al terremoto arrastraba edificios como si de cajas de cerillas se tratasen, pone de manifiesto la imposibilidad del hombre para luchar contra una fuerza de tal naturaleza. El país estaba preparado para el terremoto pero no para el tsunami posterior, y no sabemos si existe el medio para prevenir un fenómeno de este tipo. Si no hubiese sido por esto, probablemente el seísmo hubiese pasado a la historia como uno más de los que se producen en esa zona, de una magnitud importante, pero poco más, a no ser por el tsunami y el otro hecho que aún no sabemos en qué puede concluir.

            Y ese sería el segundo aspecto que nos debería llevar a la reflexión: el efecto del terremoto sobre las centrales nucleares y su seguridad. Los daños que se han producido en varias de ellas y las explosiones habidas en algunos de sus reactores nucleares, las dificultades para el enfriamiento de los mismos y demás contratiempos sobrevenidos tras el terremoto, al común de los mortales nos hace ponernos en lo peor y por nada del mundo quisiéramos estar cerca de algunas de esas centrales o de otra cualquiera, pues nunca nos sentiríamos seguros por mucho que sus defensores nos digan que es el método más limpio y económico de conseguir energía. Puede que casi nunca pase nada, pero cuando pasa…

            Como veréis estos sucesos, también ocurridos un 11M, son mucho más preocupantes que el primero al que me refería, aunque no me cabe duda de que si una cosa así sucediera en nuestro país no faltarían los conspiranoicos de turno que culparan no a las fuerzas de la naturaleza sino a las fuerzas del mal de todo lo sucedido y respecto a los relacionados con la seguridad de las centrales nucleares, esas fuerzas del mal serían para ellos, sin lugar a dudas, los ecologistas y los progres que constituyen la base de los tan poco recomendados partidos de izquierda.

            Es que somos únicos.

 

                                                               Teodoro R. Martín de Molina. 14 de marzo de 2011.

 
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