"YES, WE CAN"
En mi artículo de hace un par de semanas, titulado “El legado Bush”, hacía un somero recorrido por lo “mejor” de las actuaciones del todavía presidente de los Estados Unidos y que como herencia le deja a su sucesor, ya electo, Barak Obama. Después de todas las celebraciones a nivel global –de globo terráqueo– de la elección hecha por los norteamericanos, parece haber surgido un movimiento de esperanzas puestas en el senador por Illinois que confiemos se concreten en algo real una vez tome posesión de su cargo, allá por los finales de enero, y, sobre todo, a lo largo de sus cuatro años de mandato. La verdad es que su predecesor se lo ha puesto bastante fácil, pues hacerlo peor que Bush es algo que casi parece imposible. No obstante la situación en la que se encuentra a su país y al resto del mundo, en el que tanto influye el gigante americano, no es nada halagüeña y mucho tendrá que trabajar Obama para poder enderezar los torcidos surcos trazados por el Caterpillar de su predecesor en la Casa Blanca. El “Yes, we can” tiene que ser algo más que un eslogan de campaña. Ese sujeto en plural, ese “nosotros” es mucho y tiene que ser mucho más. Debe convertirse en otra forma de entender la política que debe de emanar de uno de los más grandes países del orbe. Debe ser el punto final de una política personalista protagonizada por uno de los más indocumentados seres que hayan ostentado tanto poder en toda la historia de la humanidad. Como decía, ese “nosotros” representa a todas las minorías que siempre han sido los parias de la sociedad americana y mundial. En este mundo, siempre gobernado por la otra minoría, la poderosa, la que posee el dinero con el que comprar las voluntades de los que en un supuesto acto democrático elegimos los ciudadanos, Obama puede representar el acceso al más alto estatus de poder de una minoría que hasta hace poco estaba privada de casi todos los derechos de los que disponían los “puros”. Mas con Obama no accede al poder solamente la minoría afroamericana (eufemismo insufrible para no llamar negro al mulato Presidente electo), sino que también ven sus posibilidades la de los hispanos, ese otro gran contingente de personas que se han labrado su porvenir en los Estados Unidos gracias a su trabajo y teniendo que luchar constantemente con todos los sambenitos que les cuelgan los que no son como ellos. También deben acceder al poder, de la mano de este mulato, esas minorías de marginados que no se distinguen por su raza, su lengua o su procedencia, es ésa en la que están mezclados todos: son los desheredados de la fortuna (otro eufemismo), los que no disponen de medios suficientes para acceder a una sanidad o a una educación como la que disfrutan los que disponen de ellos. Y no me refiero al poder de mandar, sino al poder de acceder a todo aquello que hasta ahora les ha estado vedado por su color, sus orígenes o su pobreza. Fuera de Norteamérica también debe representar el nuevo Presidente el acceso a ese poder, al que me refería al acabar el párrafo anterior, de los pobres de todo el mundo: del África que se desangra en guerras, en emigraciones, en hambre, en enfermedades…; de la América del sur siempre colonizada desde que los españoles pusieron sus pies en La Española, siempre oprimida bajo la bota de un imperio, de aquí o de allá, que la ha sangrado y que ha esquilmado todos sus recursos de una u otra manera a lo largo de sus últimos 500 años de historia, cuando no sus propios naturales que la vendieron por parcelas o que fomentaron los negocios que sólo ayudan a enriquecer a unos pocos en detrimento de unos muchos; del Asía en la que se ceba la naturaleza con todas sus desgracias y en la que la explotación de hombres y mujeres, niños o ancianos es el “pan nuestro de cada día”, por un plato medio lleno son muchos los que se dejan la piel en el trabajo para mayor gloria de los prebostes que los dirigen y los engañan en su diario transitar por este “valle de lágrimas” que nos decían de pequeños que era esta vida terrenal y que en ellos se hace palpable y real cada día de su existencia. Aunque lo dicho hasta ahora era mi primera y principal intención, no quisiera terminar sin comentar en estas líneas las esperanzas que ponemos en Obama aquellos que deseamos que el derecho a la libertad prime sobre el de la seguridad, sobre todo cuando éste último se convierte muchas veces en la perfecta excusa para cercenar todos los demás derechos del más humilde de los ciudadanos del mundo. Por ello esperamos que se acaben las guerras y los Guantánamos, así como el selectivo uso de la violencia contra los mismos de siempre. Que la ONU y todos los demás organismos internacionales tengan el protagonismo que en verdad deben de tener y sirvan para que los derechos y libertades de todos los ciudadanos del mundo se respeten por encima de los intereses de los países que lo dominan, que la Justicia con mayúscula sea el normal modo de actuar de estos organismos y que dejan de hacerlo bajo la presión y la influencia de los de siempre, que sean dirigidos por personas honestas y ecuánimes que luchen por el bien del planeta y no por el bien de los que los aúpan a desempeñar los puestos de dirección que ostentan circunstancialmente y mientras sean “buenos chicos”. En fin, como veréis, son muchas las esperanzas puestas en el futuro presidente de los Estados Unidos y que darían para escribir y seguir escribiendo por siempre jamás: son tantas las cosas que deberían ser mejoradas, que… Yo, particularmente, tengo la esperanza de que Obama no nos defraude y sea el ariete que haga mover la conciencia de todos aquellos que pueden hacer que el mundo funcione más de acuerdo con lo que la utopía me dicta: igualdad entre todos los seres que lo habitamos. Teodoro R. Martín de
Molina. Noviembre de 2008
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