Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

colaboraciones      narrativa     romances    mis alumnos   enlaces   libro visitas   contactar  prensa digital  inicio  presentación

OPINIÓN

"NO POR MUCHO MADRUGAR"

         A algunos de los que llevamos en esto de la docencia casi cuarenta años ya no nos sorprende casi nada de lo que ocurre a nuestro alrededor. Estamos curados de espanto. Por eso, cuando al inicio de este curso escolar vemos que los alumnos de primaria entran con cinco días de antelación a lo que venía siendo habitual y que los de secundaria van a permanecer en el centro media hora más cada día, tiempo en el que se le amplía su horario lectivo diario, nos encojemos de hombros y pensamos que todos los que dictan normas de este tipo es muy probable que poca o ninguna relación hayan mantenido con el día a día de una escuela, un colegio o un instituto.
    Pueden ser las anteriores unas medidas tomadas de cara a la galería, de modo que satisfagan en parte el ansia de los padres porque sus hijos permanezcan el mayor tiempo posible en las aulas independientemente del provecho académico que ello les pueda reportar. Los responsables de las políticas educativas están, en no pocas ocasiones, más pendientes de contentar a los que les pueden dar sus votos, que en preocuparse por una verdadera mejora del nivel educativo de aquellos que aún no están en edad de emitir voto alguno.
    Con esta medida se quedará bien a nivel de calle, pero a nivel de centros y administración educativa bien sabemos que lo único que se pretende es eso y nada más. Pues, si con cinco días lectivos más en primaria se pretende mejorar la calidad de la enseñanza que se imparte en los centros ¿por qué no la ampliamos en vez de en cinco en diez, en veinte, o en treinta? Y si con media hora diaria más de clases vamos a conseguir disminuir el fracaso y abandono escolares, ¿por qué no aumentar la jornada en una hora más o en dos? Podríamos llegar a conseguir que el curso escolar comenzara a principios de septiembre y concluyera a finales de julio, con algunos días de descanso en Navidad, los imprescindibles, y los días mayores de la Semana Santa, para no romper con la tradición de forma brusca, después ni eso. La jornada escolar podría también alargarse de modo que, acomodándose (conciliándose que se dice ahora) con la vida familiar, fuese de siete u ocho horas, bien en sesión única de mañana o en sesiones de mañana y tarde de acuerdo con la jornada laboral de los progenitores.  Así profesores y alumnos serían en todo equiparados al resto de la población para general regocijo.
    No quiero entrar a analizar el modo en el que tales medidas “beneficiarían” a nuestra sociedad, quizás con ellas se conseguiría acabar con el fracaso escolar, porque, probablemente, poco a poco acabaríamos con la población infantil, también se terminaría con la escasa productividad de los docentes, porque todos estarían de baja por alteraciones psicológicas.
    No sé cuando se van a dar cuenta las distintas administraciones que una escuela, un colegio, un instituto, el aula en sí misma, no es una oficina ni el tajo de una obra, sino un espacio con características tan peculiares y singulares que necesitan mucho más que la burda intentona de contentar a las masas con ampliar la jornada y el período lectivo en unas pocas horas y días al año. No deja de ser una medida populista que en nada favorecen el clima en los centros y por ende la calidad de la educación que en ellos se trata de transmitir. Otras serían las medidas que se necesitarían poner en marcha con ese fin, sin ir más lejos, un mayor gasto en educación, aun teniendo en cuenta el esfuerzo presupuestario que en los últimos tiempos se está dedicando a la educación en Andalucía, pero aún insuficiente.
    Por mucho que madruguemos no amanece más temprano. Las reglas de la naturaleza son difíciles de cambiar. Así el sol sale cada mañana cuando tiene que salir dependiendo de la época del año que sea y no de la voluntad de los hombres. De igual modo los biorritmos de nuestros alumnos son los que son y los factores de todo tipo que influyen en ellos también son los que son por mucho que nos empeñemos en tratar de cambiarlos. Está más que demostrado que el rendimiento de un alumno no mejora proporcionalmente al tiempo en el que permanece en el centro escolar, en no pocas ocasiones, por motivos más que evidentes, el resultado es el contrario al que se pretende.
    Desconozco si estas medidas perduraran en el tiempo, pues dicen que es de sabios rectificar, mas mucho me temo que algunos tienen poco de sabios y cuando cogen un carril…

Teodoro R. Martín de Molina. Septiembre de 2009.
<<VOLVER A OPINIÓN>>