Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

OPINIÓN

No sé, no sé 

 

Llevo todo el día viendo en los distintos informativos la atención que las autoridades sanitarias españolas le están prestando a un religioso español afectado de Ébola al que acompaña otra religiosa que al parecer no tiene la enfermedad. El despliegue de medios materiales y humanos, amén del propagandístico, no sé muy bien con qué fin, me llaman poderosamente la atención en contraposición con la escasa ayuda que se presta al resto de personas afectadas por el virus en cualquiera de los países en los que se está manifestando la enfermedad.

No sé si cuestionarse estos asuntos es algo propio de aquellos que nos llamamos cristianos, pero cosas de este tipo son las que hacen que en no pocas ocasiones mi fe se tambalee un poco más.

Llevo cerca de un mes comprobando cómo el gobierno de Israel, aprovechando un crimen execrable de tres de sus compatriotas a manos de radicales palestinos, no cesan de masacrar a una población civil indefensa, entre los que se encuentran un gran porcentaje de niños, arguyendo defensa propia y saltándose a la torera, como llevan haciéndolo durante más de cincuenta años, todas las leyes internacionales y todas las resoluciones de la ONU.

No sé si cuestionarme la actuación de los israelíes en estos sucesos, y otros parecidos, es caer dentro de lo que algunos llaman antisemitismo, pero me da igual: me repugnan aquellos que abusan de su fuerza y que justifican sus actuaciones con argumentos tan peregrinos como los que, a mi parecer, utilizan los defensores de las actuaciones israelitas contra el pueblo palestino desde no se sabe ya cuánto tiempo.

Llevo casi un par de semanas oyendo hablar de cómo un honorable ex President de la Generalitat de Catalunya ha estado engañando al fisco, a todo su pueblo y al resto de los españoles, al tiempo que ha ido amasando, junto a su familia, una fortuna de procedencia, a decir de las informaciones, tan ilícita como obscena, mientras que nos vendía su identificación, y la de su partido, con lo que ellos dan en llamar nación catalana.

En estos últimos días, aquí por el sur, nos ha surgido otro desfacedor de entuertos para beneficio propio en la figura de un ex consejero de hacienda de la Junta de Andalucía que, también al parecer, se preocupaba más de su propia hacienda que de la de todos los ciudadanos que era para lo que había sido nombrado.

Hace también ya algún tiempo que estamos oyendo una sucesión de condenas y resoluciones judiciales en las que no salen muy bien parados, que digamos, una multitud de antiguos dirigentes del actual partido en el gobierno y de los que sus halagadores correligionarios de antaño, que ostentan el poder ahora,  parecen no tener memoria o, si se acuerdan de ellos es para argumentar una insostenible justificación exculpatoria ante las “nimiedades” por las que han sido condenados o pudieran serlo.

No sé si cuestionarme la actuación tan reprobable de tanto político de signo tan diverso pudiera entenderse como una claudicación de mi confianza en la democracia y en los poderes que la sustentan, sobre todo en el judicial, pero me es igual: aquí se seguirá condenando severamente al ladronzuelo de turno, a los que se manifiestan o realizan un acto de protesta por las actuaciones de esos mismos políticos, mientras que éstos dentro de poco pasarán a un segundo plano de la información al tiempo que disfrutarán panchamente de los beneficios acumulados con sus negocios particulares al amparo de sus cargos institucionales.

Hace más de dos meses que no me sentaba a escribir sobre temas de opinión y hoy, aunque me deje muchos más asuntos en el tintero, me ha  apetecido enumerar algunos de los casos que me amargan la boca por la mañana cuando los oigo relatar en los informativos de radio.

No sé si esto servirá para algo, pero al menos me he desahogado un tanto. 

 

Teodoro R. Martín de Molina, 7 de agosto de 2014.

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