GAUCÍN
Y SU SANTO NIÑO DIOS.
Teodoro
de Molina de Molina
Sevilla,
1 de Enero de 2005.
Desde lo más alto, observa. Se recrea y sigue la conducta
de un hombre nacido Montemar-o-Novo. Le estudia como espía
estudia los pasos de su objetivo; como felino, entre pastizales,
clava su aguda mirada en los gestos y momentos de su próximo
bocado; le mantiene la mirada continuamente, igual que el ojo
de puente mira el paso del agua entre su vetustos muros de piedra
labrada a manos de canteros.
Por los vericuetos del mundo, donde, y como él quiso
vivir, es permanentemente acompañado nuestro portugués
; por tierras de Castilla mientras ejerce de pastor en Oropesa;
por los tortuosos caminos de la tragedia durante la batalla,
en Fuenterrabía y Viena, contra franceses y turcos; entre
dehesas lusas cuando intenta reencontrase con sus orígenes,
a los que no encontró por hallarse en Gloria de Dios;
en su viaje a orillas del Guadalquivir para sentir el vaivén
de la cosmopolita ciudad en azarosa tarea de ida y vuelta a
tierras recién conquistadas para la corona de Castilla;
al norte de África donde comienza, en Ceuta, una tímida
transformación de su agitada vida sin rumbo, -"episodios
confusos y poco clarificados", que le
llaman sus biógrafos-; por los caminos del Campo de Gibraltar
donde se gana el sustento como vendedor de historias y leyendas;
por los caminos y veredas -en malísimo
estado,…… que ni las caballerías pueden transitar,
decía Madoz, allá por 1844- que suben desde el río
hasta Gaucín.
Pero, ¡he aquí! Quién desde lo más
alto diseña esta obra, define que ha llegado la hora
de ayudar al librero. Le arregla el guión por no parecerle
del gusto de la época, rescribiendo un nuevo papel que
se ajusta al personaje como anillo al dedo. Enfoca definitivamente
el destino del alentejano, orientando su vida mediante la reflexión
y ayuda al prójimo, en tierras de la taha del Darro.
Para ello, y siempre desde lo mas alto, prepara las cosas
de tal forma que nuestro personaje no volverá a dudar
nunca jamás.
Los Hechos.-
De esta manera, según nos cuenta
la tradición, ocurrieron los hechos en el renacentista
año de 1536:
Cierto día de
ese verano, nuestro personaje, Juan Ciudad, se encaminaba a
subir a Gaucín para vender su pesada carga de libros.
Cuando mayor era el calor y más sufrida la caminata,
agravado por el peso y el enorme desnivel que presentaba el
camino de Gibraltar a Gaucín, en el tramo que une el
río Genal con la Villa -entonces, Plaza de Armas de la
Casa de Medinasidonia en territorio serrano-, justo hacia la
mitad de tan abrupto paraje, denominado por los lugareños La
Adelfilla, ocurrió lo que nos cuenta la tradición,
y que a finales del S XIX, nos dejó escrito el cronista
oficial de Gaucín D. Ubaldo de Molina Fernández:
<<sucedió
que de lo más intrincado del monte y cuando menos
lo esperaba vio salir un lindo niño de muy pobre atalaje
que, con sus piececitos descalzos, caminaba por la misma senda
adelante.
Considerándole extraviado, Juan Ciudad, y temiendo
que los abrojos del camino desgarrasen aquellos tiernos piececitos,
más que el marfil, blancos, con más caridad
que criterio le invitó a que calzase sus enormes alpargatas,
cuya oferta agradeció el niño sin aceptarla,
pues de la punta al talón podía muy bien sentarse
dentro; pero como el candor y extraordinaria hermosura del
tierno infante atraían y fascinaban cada vez más, a
Juan, enternecido le dijo:
"Niño precioso
y hermano, si no os sirven mis alpargatas, servíos de
mis hombros, que más justo será lleve en ellos, lo que a
Dios tanto costó, que libros que tan poco valen", y
esto diciendo, como no fuesen vanas sus palabras, bajó
la cerviz para que aquel subiera, y así lo hizo el
rapazuelo, prosiguiendo ambos la marcha, descansando el pequeño,
y ufano aquel buen Juan, que tal descanso le proporcionaba.
Más a poco, el que de pastor fue soldado con el Conde
de Oropesa, después peón de albañil,
era librero y había de ser fundador de una Orden, consagrada
a la caridad, en Granada, sintió como S. Cristóbal
en otro tiempo, se le hacía aquella ligera carga,
harto pesada, y comenzó a alentar y desfallecer, y buscar apoyo
en la cayada hasta que al cabo topándose con una fuente
conocida por la Adelfilla, que en un risco aún brota,
a la derecha del antiguo camino de Gibraltar dijo:
"Niño precioso y hermano, dadme licencia para beber
un poco de agua y descansar, que me habéis hecho sudar".
Bajó el niño incontinenti, púsole Juan
al abrigo de un árbol y fuese al manantial con ímpetu
de sediento; pero al volver satisfecho queda gratamente sorprendido
al oír lo llaman por SU nombre y ver en el pobre chico
la Grandeza y Majestad del Dios-Niño alargarle una
granada entreabierta, coronada con su Cruz, al mismo tiempo
que a grandes voces le dice: "te llamarás Juan de Dios.
Granada será tu cruz. Testimonia este hecho de mi
aparición legando a Gaucín una Imagen que me
represente Niño", y diciendo esto desapareció cual
nubecilla de nácar.
Repuesto Juan de su natural sorpresa, y presuroso en obedecer
la Divina Voz que le dirigía a la ciudad de la Alhambra,
ya no hubo reposo para su cuerpo y corazón, hasta llegar
a [la] expresada ciudad, donde pasado el tiempo de sus pruebas
y fundado que hubo el hospital de su nombre inmortal, siendo
su deseo constante cumplir los designios de la Providencia
trató de ver realizado tan acariciado proyecto de hacer
ofrenda de una Efigie del Niño-Dios al pueblo afortunado
en que gosara [gozara] de la milagrosa aparición del
Niño Jesús para lo que, aprovechando la ocasión
de haber de salir por Andalucía a recoger limosnas
para sus pobres, adquirió la Sagrada Imagen del Niño
que aún poseemos.
Llegado a Ronda cambió caritativamente su ordinario
vestido con el de un pobre soldado de la Ciudad, y con tal
disfraz, llevando envuelta, cuidadosamente su pequeña
imagen, se encaminó a Gaucín pernoctando en
el mesón de los Álamos, sito en la hoy calle
Luis de Armiñán.
Al alba del para nosotros memorable y trascendental día
ocho de septiembre de los años 1540 al 46, festividad
de la Natividad de Nuestra Señora, y en ocasión
de hallarse la guarnición del vetusto Castillo del
Águila, que sirvió de defensa a esta población,
oyendo la Santa Misa en su Ermita de la Encarnación
(primitiva mezquita, que aún subsiste dentro de los muros de
aquel, convertida en capilla católica, al ser tomada de
los moros la villa, por su primer Alcalde cristiano, el Capitán
Pedro del Castillo, el 27 de Mayo de 1485, cuyo nombramiento
recibió éste en Ronda del Rey Católico,
D. Fernando V de Aragón, penetró en el recinto
murado sin ser visto por los centinelas y sin decir palabra,
entrando en el templo avanzó hacia el Altar del Celebrante,
sin extrañeza de éste, y colocó sobre aquél,
la preciosa Imagen del Niño Jesús>> (1).
Con esta experiencia,
Juan Ciudad, dejó sus dudas en La Adelfilla y cumplió
sin reservas lo que el Santo Niño le había encomendado.
De Gaucín a Granada para dedicar su vida a hacer el bien
por los más necesitados dando amparo a los enfermos.
Su ejemplo diario dio lugar a la creación de una Obra
que, aún hoy, sigue los pasos del fundador y que, como
en el dieciséis, mantiene el mismo fin caritativo proporcionando
afecto al desanimado.
Desde ese día
Gaucín arde en deseo de servir en devoción al
Santo Niño Dios. Los hechos oído de sus padres,
quienes, a su vez, lo aprendieron de sus abuelos, igual que
estos los transmitieron por haberlo sabido de sus antepasados,
son fielmente reproducidos cada año, sin apenas variaciones
desde hace casi cinco siglos. No importa que la población
se haya reducido en más de dos tercios. Los devotos del
Santo Niño siguen haciendo Fiesta, el 8 de septiembre, en
Gaucín, o donde se encuentren, para acompañar a su Niño,
con el mismo entusiasmo con que lo hizo el Santo portugués,
y el narrado por el cronista en su escrito de finales del XIX.
Gaucín y los gaucineños, así como un
gran número de paisanos de los pueblos de alrededor,
siguen disfrutando de esta conmemoración religiosa porque
el cuerpo se lo pide, porque sus creencias lo necesitan para
mantener el alma alimentada. Por eso siguen fieles a la tradición
contada. Por eso y, especialmente, porque creen de corazón
que el Niño de La Adelfilla es el Niño Dios.
La Imagen.-
La imagen
del Niño, -solo nos queda una foto, la realizada sobre
1920 por D. Juan Temboury Alvarez-, fue depositada, según
la tradición, por el propio Juan Ciudad, en 1546, en
una visita que realizó, ex profeso, al Castillo del Águila.
Su descripción la realiza magistralmente el único
documento que poseemos:
<<vestido
con sencilla túnica, potencias, en la mano izquierda un
mundito de cristal y la derecha en actitud de bendecir (cuya
linda Efigie, por lo correcto y espiritual de sus líneas,
es considerada como una maravilla del Arte Cristiano y parece
pertenecer a la Escuela Sevillana fundada en la mitad del siglo
XVI por Pedro Torrigiano, que trabajó también
en aquella época en la ciudad de los Cármenes>>.
Con
posterioridad, durante el reinado de "Pepe Botella", en
1810, fue despeñada por los franceses en uno de los diversos
asaltos que éstos realizaron al pueblo y su castillo <<lo
despojaron de sus ricos vestidos y valiosas joyas que después
vendieron a vil precio en Ronda, y ultrajándola y dándole
un bayonetazo en su Divino Rostro, cometieron el más
execrable de todos los delitos, arrojándola con vilipendio
a los inaccesibles peñascos que rodean las murallas del
fuerte, que dan cara al río Genal, donde permaneció
oculta por espacio de dos años>>;
fortuitamente encontrada por Doña Ana Jiménez Orozco, fue
restaurada y puntualmente venerada cada 8 de septiembre por
todos los gaucinenses, durante el siglo XIX y primer tercio
del XX.
Pero, en los
primeros acontecimientos de la guerra civil española,
la imagen desaparece definitivamente. Dos son las versiones
que circulan entre los mas viejos del lugar: Por un lado están
los que manifiestan que la imagen es consumida por las llamas
en una pila creada al efecto. Otros, que un alma caritativa
y devota del Santo Niño la recoge para entregarla al
pueblo en momento mas sosegado. El resultado final nos muestra
una solución incompatible con los deseos de la totalidad
de los devotos del Santo Niño, aunque existen personas,
entre las que me encuentro, que albergan ciertas esperanzas
de que la imagen vuelva algún día a su trono natural,
la Ermita del Castillo del Águila.
El 7 de septiembre de 1937 los Hermanos de San Juan de Dios,
de Granada, donaron y entregaron, a la Parroquia de San Sebastián,
una imagen del Santo Niño tallada en madera, adquirida,
según nos manifiesta D. Miguel Vázquez González
(2), por la Orden Hospitalaria en una casa de antigüedades
de Granada.
Esta imagen, posiblemente presente hoy, en algún lugar
de la iglesia parroquial es la que se utilizó para los
actos litúrgicos y procesionales hasta avanzado los años
sesenta, cuando el párroco, D. Juan Jiménez Higueras,
consigue una nueva imagen para la ermita, que es la que pose
Gaucín actualmente.
La Fiesta.-
De
siempre la fiesta se ha celebrado alrededor del día
8 de septiembre. Comenzando, el día 7 de septiembre,
víspera de la conmemoración de la aparición
del Niño, con la bajada de las imágenes del Santo
Niño y San Juan de Dios desde la fortaleza del Castillo
del Águila hasta la Iglesia Parroquial de San Sebastián.
En la Iglesia se celebraba un acto litúrgico, y una vez
terminado éste daba comienzo la fiesta civil, con bailes
en la Plaza del Pueblo, en el Corral del Concejo y en el Salón
Molina. El día grande, el día 8, amanecía
con "diana floreada" por las calles del pueblo, cohetes, y
otros elementos que, hacían recordar al vecindario en
las primeras luces del alba, el comienzo de uno de los días
más grande del calendario.
A partir de ese instante, todo el mundo preparaba sus mejores
galas para procesionar a su patrono el Santo Niño en
compañía de San Juan de Dios. Durante la mañana
las familias subían a la Iglesia a rendir cuentas y dar
gracias, en una acción de pleitesía reverente,
por el hogaño agrícola, profesional y familiar.
A eso de las cinco
de la tarde las imágenes salían de la Iglesia
parroquial, recibidas por la banda de música que les
tocaba el himno nacional, supongo que épocas anteriores
sería el himno de Riego -esto último no me consta-.
A partir de ese momento todo el pueblo acompañaba a los
Santos. Las mujeres en riguroso orden, en fila, portando cirios
encendidos y cánticos alegóricos al Niño. En contraste
con otras procesiones de la villa, -Semana Santa, Corpus Cristi-,
el Santo Niño recorría todo el perímetro
interior del pueblo, pasando prácticamente por todas
las calles de Gaucín. Sobre las ocho treinta de la tarde
el Niño después de volver a la puerta de la iglesia
de San Sebastián, comenzaba su regreso a la fortaleza,
donde los jóvenes pugnaban por coger las andas del trono,
o paso como le llaman en Sevilla, para hacer el último
esfuerzo. El Niño llegaba a las puertas del Castillo entre vítores
de los devotos y cánticos de la muchedumbre que, agolpada
entre los tajos, piedras y canchos del camino, acompañaban
al Santo Niño para celebrar en la ermita el segundo
día de novena. Con la noche casi cerrada, los gaucineños
se resisten a dejar a su Imagen entre muros y almenas de fabricación
sarracena. Se produce ese momento mágico donde el pueblo
asume que ha llegado la hora de la despedida, la hora de dejar
a su Niño entre torres, murallas y garitas militares.
Cinco siglos de tradición han hecho comprender que entre
esos muros de adobe y piedra se encuentra el lugar, el sitio,
donde el Santo de Granada quiso que estuviera nuestro Santo
Niño.
Desde
ese día el Santo Niño figura en los corazones de las
gentes como el defensor de todo un pueblo; aquel al que hay que
recurrir a la hora de pedir agua cuando la tierra tiene sed; al
que, necesitados de luz porque la noche es oscura, pedimos que
ilumine y reconforte nuestras conciencias dándonos un
claro día de primavera; aquel al que solicitamos recomendación
para afrontar la decisiva hora del hombre en su balance final;
al que las madres le piden que sus hijos caminen por sendas
que les lleven al paraíso; para pedirle soluciones a
los problemas sobre los que los hombres no tienen respuestas
y para reflexionar conjuntamente sobre temas que transcienden
de lo terrenal.
Por delante un año de intensa espera para poder tener
cerca a su Niño, tan cerca como la esperanza de tocar
el cielo nuevamente desde la torre del homenaje que cobija el
campanario que llama a la salvación.
De esta forma, los
gaucinenses, desde hace casi quinientos años, celebran
tanto el encuentro de La Adelfilla, como el regalo de la imagen donada por
Juan Ciudad.
La Fiesta de
hoy no difiere mucho de la que se viene celebrando desde la
memorable fecha de 1536. Solo se le ha añadido la romería
al lugar del encuentro el último domingo de agosto. Esta
se celebra desde hace ya cuarenta años, justo desde que
el Padre Juan Grande Nebreda, Hermano de San Juan de Dios, tuvo
la feliz ocurrencia de proponer a la Junta de Gobierno de la
Hermandad del Santo Niño, el proyecto de edificar una
ermita en el Lugar. Proyecto que parió, supervisó
y mimó hasta el mismo momento de su inauguración. El día
en que el maestro de obras, el gaucinsense D. José Delgado
Rodríguez, le llamó para que certificara la finalización
del proyecto, el Padre Juan Grande Nebreda al contemplar la
obra terminada, no pudo contener sus emociones y delante de
todos los que le acompañaban dejó para siempre
en el aire de la Adelfilla y en la memoria de los paisanos
presentes la siguiente frase:
"Fruto
de mis sudores/
Esperanza de mi
cariño/
Alegría
de mi corazón".
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Con estas palabras expresó el
inmenso sentimiento de felicidad que le produjo la obra terminada
en el Lugar del Encuentro, colofón de toda una vida religiosa
dedicada a los más débiles; dando gracias por
el amor recibido de su fundador hacia los sitios por donde éste
caminó en busca de una señal que le dirigiera
hacia lo más alto.
Gloria
a ti, hermoso Niño Amparo
de mis pesares,
Con melodiosos cantares
Te celebramos aquí.
(3)
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Notas
Bibliográficas.-
1.- CRÓNICA DEL SANTOS NIÑO.
Ubaldo de Molina Fernández. www.gaucin.tv
2.- DON JOSÉ GUTIÉRREZ
JAÉN. EXPOSICIÓN ICONOGRÁFICA EN LA IGLESIA
PARROQUIAL DE SAN SEBASTIÁN DE ESTA VILLA, TRAS LA GUERRA CIVIL.
Miguel Vázquez González. http://usuarios.lycos.es/gacetadegaucin/colaboraciones.html
3.- LETRILLAS AL SANTO NIÑO
DE DIOS DE GAUCIN. Ignacio Garrido Montilla ( GAUCÍN
1885). Ayuntamiento de Gaucín y Diputación de Málaga.
4.- Fotos: Gaucín.tv; Jesús
Martín de Molina; Salvador Martín de Molina; Juan
Temboury Álvarez; Orden Hospitalaria de San Juan de Dios;
gaucin.com.
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