Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

 

Madrid

 

Como comentaba en mi anterior artículo, finalmente me decidí por no secundar la huelga general. Pocas ganas me quedan de explicar la vergüenza que sentí en propias carnes al verme en mi lugar de trabajo junto a aquellos que repetían las consignas emanadas desde la derecha y todos sus medios afines en contra de sindicatos y partidos de izquierdas. Ya no tenía remedio y tuve que lidiarlos de la mejor manera posible y con las argumentaciones más básicas, algo que les sonaba a filfa, pues sus cabezas y sus mentes no van más allá de lo que día a día, machaconamente, les imbuyen los susodichos medios y que, cual papagayos, repiten sin cesar. Me está bien empleado por no haber tomado lo decisión más adecuada a pesar de lo difícil que a veces resulta decidirse por papa o por mama (gobierno o sindicatos), como era mi caso.

            Por ello, tras este breve inciso, paso a centrarme en el tema que trae a colación el título que encabeza estos párrafos.

 

Cuando eres pequeño hay cosas que se te quedan grabadas para siempre, sobre todo cuando vienen de alguien que tiene cierta ascendencia sobre ti. “Dios nos libre del día de las alabanzas”, era una frase que uno de mis maestros solía repetirnos con cierta frecuencia relativa al día en que dejábamos de existir y en el que todos nos perdonarían nuestros muchos defectos y sólo tendrían palabras para ensalzar nuestras escasas virtudes, él añadía que las alabanzas, en general, serían fruto más del momento que de la sinceridad del que las pronunciase.

            De acuerdo con la citada sentencia, algo así como que su último día estaba cerca, debe de haber sentido Tomás Gómez cuando una vez abierto el proceso de primarias en la federación socialista de Madrid solamente recibía halagos y más halagos por parte de la prensa que siempre se distingue por fustigar todo lo que huela a izquierdas.

            Así, en cierta medida, han sido estos medios de la derecha los que le han hecho toda la campaña propagandística a Tomás Gómez en su afán por castigar y desprestigiar a Trinidad Jiménez, y por medio de ella a Zapatero, que en un principio, y según las encuestas esgrimidas por sus defensores, podría haber resultado ser una oponente más consistente a la hora definitiva de enfrentarse a la señora Aguirre por la disputa de la presidencia de la comunidad madrileña, que era de lo que se trataba.

           Claro está, como era de prever, esos halagos sólo eran para la ocasión y tan falsos como la mayoría de aquellos que recibiremos el día de nuestra despedida siguiendo el guión previsto en el humano comportamiento. No han tenido que transcurrir muchas horas desde el triunfo de Tomás Gómez en las primarias para que, después de haberse cebado todos con Zapatero, volver sus ojos al ya candidato a la presidencia de Madrid para comenzar a desgranar todos los defectos, reales o ficticios, que antes de las primarias se mantuvieron a buen recaudo para usarlos convenientemente si la ocasión, como ha sido el caso, lo requería.

            Junto a este dicho de mi maestro se me viene a la memoria la fábula del cuervo y la zorra en la que los halagos de ésta a las beldades acerca de la voz del cetrino pájaro negro tenían el no muy loable propósito de arrebatarle, como así ocurre al final, la hermosa pieza de queso que tenía en el pico. No cabe duda que hay más de una zorra por esos corrales de los intereses periodísticos dispuesta a quedarse con el queso que cualquier cándido pajarillo lleve en su pico. Aunque pensándolo bien a los socialistas madrileños, desde un tiempo a esta parte, que ya parece prolongarse demasiado, no les hace falta que nadie externo a sus filas se encargue de embaucarlos con el fin de dejarlos con la miel en los labios. Ellos solos se sirven y se bastan para satisfacer los deseos de la derecha de mantenerse en el poder. Sus luchas internas desde hace décadas y las esporádicas traiciones, en puntuales y precisos momentos, los siguen manteniendo fuera de los grandes centros de decisión de Madrid, dejando a la derecha campar a sus anchas sin el más mínimo atisbo de oposición y la más mínima posibilidad de volver a tocar poder. Algo no deben de estar haciendo muy bien para que todo suceda de ese modo.

            No sé cuánto tiempo soportará Tomás Gómez los envites de los mismos que tanto lo ensalzaron, pero mucho tendrá que trabajar él y todo el partido socialista si quieren que este proceso de primarias, que en sí es algo loable, no se les vuelva en contra de sí mismo, y pase de la euforia de una victoria a la dura realidad de una nueva derrota ante la imparable derecha madrileña de doña Esperanza, sus consejeros implicados en el caso Gürtel y la panoplia de alcaldes de los pueblos del cinturón azul de la capital saciados de un urbanismo depredador que tanto parece gustar a sus votantes.

Teodoro R. Martín de Molina. 5 de octubre de 2010

 
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