Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

"INHIBICIÓN"

        Con motivo de la decisión del juez Garzón de considerarse competente en el caso de los desaparecidos durante la guerra civil y el franquismo, se han vertido ríos de tinta a favor y en contra del auto del señor juez y han surgido cientos de informaciones al respecto.
    Yo, al vivir en Granada y estar vinculado de algún modo a la Alpujarra granadina, he prestado más atención a las noticias y datos referidos a estos lugares, y una de las que más me llamó la atención y me produjo más escalofrío fue la referente al número de fusilados en el período comprendido entre 1939 y 1945. Hablaba la noticia de que en esos primeros seis años de la posguerra fueron 600 los fusilamientos registrados en el cementerio de San José de la capital y 6000 en el resto de la provincia, la mayoría de éstos en la fosa común conocida como el barranco de El  Carrizal en las proximidades de Órgiva.
    Todo esto ocurrió una vez acabada la guerra civil, con lo cual no podemos hablar de acciones llevadas a cabo en plena contienda, cuando incluso cabría disculpar algunas acciones debido a la obnubilación propia de momentos irreflexivos, cuando el cuerpo puede más que el espíritu, cuando los bajos instintos tienen camino ancho frente a la angostura de los de la sensatez. Fueron víctimas de la dictadura, de una dictadura que no cesó hasta ver colmados los deseos de venganza de sus dirigentes y de una parte de las bases que la sustentaban, y que no se dio por satisfecha hasta ver multiplicado por cien el dolor que algunos de ellos pudieron sentir cuando, durante la contienda, perdieron a sus seres queridos. Víctimas de los que caminaban bajo palio y se llenaban la boca de Padrenuestros, pero sin un resquicio para el perdón. Víctimas de los que tendrían su reconocimiento durante los largos años de dictadura.
    Los descendientes de las víctimas del bando de los vencedores, con más o menos certeza, conocieron el paradero o la suerte que corrieron sus familiares asesinados, fusilados o desaparecidos, mas son infinidad las familias españolas de los perdedores que aún anhelan conocer el cómo, el dónde y el porqué de la muerte o desaparición de los miembros de las mismas que una mañana, una tarde o una noche de cualquier día de ese negro período de nuestra historia los sacaron de sus casas a las que nunca más regresaron sin que llegase a saberse a ciencia cierta su paradero definitivo.
    Se dicen pronto cien muertes cada año en Granada capital y mil muertes anuales en la provincia. Hoy nos ponemos las manos en la cabeza cuando hacemos recuento de los mil muertos por el terrorismo en los últimos treinta años, se convocan manifestaciones y se buscan justos soportes económico y afectivo para todas las víctimas del mismo, mientras tanto me pregunto ¿qué hacemos con esos seis mil seiscientos que sólo son una muestra?
    Parecía que la actuación del juez Garzón iba a dar pie a una posibilidad de reconocimiento de esas víctimas a las que a muchos les da urticaria su sola mención, pero por lo visto, el juez más desinhibido de la judicatura española se ha inhibido en el caso que tanta polémica ha levantado entre algunos políticos y medios de comunicación afines.
    Este juez que no se cortó ni un pelo para saltar a la política y en un triple salto mortal y medio volver a la judicatura para procesar a toda la cúpula de su recién abandonado Ministerio del Interior, que se consideró competente para ello, así como para procesar a Pinochet, a la Junta Militar Argentina, que ha sido competente en contra y a favor de las tesis en política antiterrorista de los dos partidos de gobierno que se han ido sucediendo a lo largo del tiempo desde que decidió dedicarse a ser el más mediático de los jueces, ahora, para sorpresa de todos, después de considerarse a sí mismo competente en el caso de la Memoria Histórica, de igual modo se considera incompetente y se inhibe en favor de los juzgados territoriales.
    No entiendo cómo todo un señor juez puede defender un postulado y su opuesto sin inmutarse. Tenía conocimiento de que algo así podía suceder (de hecho ocurre) cuando son dos los jueces que encausan un mismo hecho, pero siendo el mismo juez…, no lo entiendo.
    Parece que son muchos los que se han alegrado de esta nueva decisión del juez, por algún casual coinciden con los que mostraron su enfado con su auto anterior y son los mismos a los que esto de la ley de la memoria histórica no les cuadra en sus planteamientos pues la ley de amnistía de 1977 fue para ellos una ley de punto final, o de “pelillos a la mar”, que diríamos coloquialmente, un argumento que no soporta el más mínimo debate intelectual. También son los mismos que se desgañitan argumentando a favor de las víctimas del terrorismo y de los derechos que les asisten. Está visto que en este nuestro país eso de medir a todos con el mismo rasero es algo difícil, pero que muy difícil, de conseguir.
    Confiemos en que las familias de los represaliados del franquismo también puedan alegrarse porque las audiencias provinciales o los juzgados de instrucción no se inhiban y retomen el auto primero del juez Garzón, aunque me da la impresión de que, como en tantos y tantos casos nos demuestra la experiencia, eso dependerá de la “sensibilidad política” de su señoría y no de que se ajuste o no a justicia.

Teodoro R. Martín de Molina. Noviembre de 2008
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