Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

colaboraciones      narrativa     romances    mis alumnos   enlaces   libro visitas   contactar  prensa digital  inicio  presentación

OPINIÓN

 

Ilusiones democráticas

 

De ilusiones se vive y la realidad te lleva a la tumba. Algo así habrán pensado los seguidores de Papandreu, y algo así he pensado yo que, sin ser seguidor del primer ministro griego, me sentí por un momento identificado con su decisión de convocar un referendo para que el pueblo griego se pronunciase respecto a las condiciones impuestas para el segundo rescate de Grecia por parte de la UE y del FMI.

            Me ilusioné porque vi en el dirigente griego a alguien que por fin le hacía frente a la dictadura del capitalismo que nos ha metido en esta crisis de nunca acabar y que va a hacer que el pueblo llano pague todas sus consecuencias sin haberlas provocado en ninguno de los casos. Me ilusioné porque una decisión trascendental para la vida de los griegos iba a ser sometida a consulta y porque fuesen ellos los que les diesen el visto bueno o, por el contrario, la rechazaran con sus votos, la democracia en su forma más elemental. Me ilusioné pensando que todavía había políticos que, a pesar de sus múltiples incapacidades, eran capaces de tener dignidad para llevar a cabo aquello que su credo democrático le dictaba. Me ilusioné porque al menos en una ocasión un miembro de los llamados PIGS no hacía la genuflexión de rigor ante los no PIGS y se mantenía erguido pese a la carga que llevaba sobre sus hombros. Me ilusioné porque con su decisión hizo temblar a los más poderosos, y a los más débiles, de esta nuestra Europa del mercadeo, no porque a todos ellos les importe mucho el devenir de Grecia y de los griegos, sino por las consecuencias que para ellos mismos podría suponer el rechazo al plan; y el rechazo era lo más probable pues no creo que haya pueblo en el mundo que, si no es a través del engaño, sea capaz de aceptar las infames condiciones impuestas y sobre todo los enormes sacrificios que para los que tienen menos van a suponer, sobre todo cuando se es consciente que uno nada tiene que ver con lo que se te viene encima, como decía antes, los que han creado el problema te hacen pagar a ti por sus ambiciones sin límites, su irresponsabilidad delictiva y avaricia sin fin.

            El actual gobierno griego tiene que hacer frente ahora a las exigencias de los poderosos. El mismo que recibió la herencia envenenada del anterior con unas cuentas maquilladas y falsificadas, hecho al que ayudaron las tan traídas y llevadas agencias de calificación. Las mismas que califican nuestras deudas soberanas ayudan a los políticos a manipularlas para que así puedan engañar a los organismos internacionales de control financiero, organismos que a su vez deben de estar regidos por otros inútiles o vivales, vaya usted a saber, que no se percatan de los engaños que algunos gobiernos hacen en sus propias narices. Los que ayudan a unos a camuflar las cuentas son los que ahora le hacen rendir las ídem a otros so pena de enviarle a los abismos de la pobreza.

            Por todo lo anterior, y lo que queda por venir, pienso que, como en tantas otras ocasiones, debía de estar equivocado en mis apreciaciones, porque al bueno de Papandreu le han llovido los palos desde todos los sectores: desde sus propios correligionarios paisanos y foráneos a sus opositores, desde los medios de comunicación de un signo y del otro, desde los que están en circunstancias parecidas como de los que están en sus antípodas, de los ricos y de los pobres, de todos y por todos lados. Lo han exhibido en la cumbre del G20 como un espécimen raro al que todos denostaban y al que nadie quería cerca de sí, si no era para reprimirle en público y en privado. Le han presionado de modo inmisericorde hasta que han conseguido que dé marcha atrás y haga lo que le han dicho que tiene que hacer.

            Así que la ilusión ha durado el tiempo justo. El que, una vez más, han tardado los jefes de la Unión Europea y demás organismos internacionales en poner firme al primer ministro griego y hacerle recapacitar sobre tal decisión. Y tanto ha recapacitado que se ha echado atrás y ya parece que ha desconvocado el referéndum y anda buscando alianzas entre los propios y los extraños para, sin que el pueblo tenga que pronunciarse, dar el visto bueno a las condiciones leoninas que los mercados y el capital, por boca de los dirigentes europeos y económicos, les han impuesto a los griegos. Probablemente, con esta decisión Papandreu habrá cavado su fosa política y el capitalismo feroz se ciscará sobre la misma.

            Visto lo visto, he de concluir que me ilusioné como un bobo y no me percaté de que el capitalismo y la democracia, por mucho que se empeñen algunos en decir lo contrario, tienen mala, pero que muy mala, combinación.

            Y nosotros que tenemos elecciones a la vuelta de la esquina ¿a quién votaremos?, ¿a los mercados o a los partidos?, ¿a nuestros líderes o a los de fuera? Muchas veces pienso que qué más da el resultado electoral si el resultado práctico va a ser el mismo. Aunque yo, por si un caso, ya sabéis los que me conocéis, sigo sin perder las ilusiones.

 

Teodoro R. Martín de Molina. 4 de noviembre de 2011

<<VOLVER A OPINIÓN>>