Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

OPINIÓN

Ilusión, ilusos e ilusionismo

 

Se está convirtiendo para mí en una costumbre, que me despierta viva complacencia, el hecho de comenzar cada mes de septiembre con una visita a mi pueblo, Gaucín, así doy más sentido al frontispicio de esta web, al tiempo que retomo con ánimo renovado una nueva temporada después del parón veraniego.

En su segunda acepción nos dice el diccionario que la ilusión es una esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo. Pues con esa ilusión es como acudo a mi pueblo unas veces por un motivo y otras por otro. En esta ocasión el motivo principal ha sido el de recorrer con mi hija mayor y su marido algunos de los lugares por los que de pequeño correteé junto a mis amigos de infancia. La verdad es que la visita mereció la pena y ellos dos disfrutaron del paseo por las piedras del castillo, las calles del pueblo y de la más que exquisita gastronomía gaucineña.

Tras dejar Gaucín nos encaminamos a Gibraltar donde bien que pudimos corroborar lo ilusos que son algunos de nuestros políticos cuando se empeñan, con sus políticas restrictivas, cuando no de castigo, en alejar cada día más a los habitantes de la roca de un supuesto ánimo pro-español. En mis anteriores visitas a Gibraltar jamás había visto una proliferación tal de la Union Jack, junto a la bandera gibraltareña, en las ventanas y balcones de las casas de la ciudad como en esta ocasión. Fuese porque estaba próximo el National Day (10 de septiembre) o porque las restricciones por parte del gobierno español les animan a ello, lo cierto es que el ambiente pro-británico era extraordinario y más que evidente en toda la ciudad.

Y de vuelta a Granada de nuevo pude comprobar cómo un 90% de ilusionados españoles, según las encuestas, quedaron totalmente desilusionados por la eliminación, a las primeras de cambio, de la candidatura de Madrid 2020 para los Juegos Olímpicos. Y es que estos políticos nuestros de hoy en día se empeñan en realizar prácticas de ilusionismo con el pueblo por ver si lo ilusionan, pues tienen asumido que somos unos auténticos ilusos.

¿Qué puede ser sino ilusionismo el presentar la candidatura de Madrid como la más solvente de todas las que se acudían con la que está cayendo en nuestro país con temas como los del dopaje sin aclarar, o los casos de corrupción política que salpican toda la geografía patria, empezando por el que implica al propio presidente del Gobierno, siguiendo con el de la familia real, y terminando por los periféricos de Andalucía, Cataluña, Valencia o Baleares, por señalar los más significativos?

¿Quién puede vender, sino un ilusionista, una depauperada marca España, por el hecho de que en el pasado mes de agosto haya bajado el paro registrado en 31 personas, cuando sabemos que desde que ellos están en el gobierno han sido cientos de miles los emigrantes que han salido de España y por tanto de las listas de las oficinas de empleo, así como otras decenas de miles de españoles que también salieron en busca de trabajo, o los estudiantes y amas de casa que antes, sin tener ningún interés en trabajar, se apuntaban al paro para que empeorasen los datos y ahora se dan de baja para echar una manita?

¿O no es puro ilusionismo hablar de España como el país occidental con mejor balanza comercial cuando bien sabemos todos a costa de qué se está produciendo este hecho puntual, que no es sino por la devaluación a pasos agigantados de todo lo que aquí se produce, debido a la salvaje devaluación del nivel adquisitivo del trabajador español?

Sólo nos falta que nos ilusionen haciéndonos creer en una salida de la crisis gracias al renacer del turismo, y nos lo presenten como la panacea que nos va a sacar de todos los males. Mal vamos si todo lo fiamos al turismo, a la devaluación de los productos que exportamos y a la inhibición de las importaciones porque el currito de a pie no gana ni para pipas. De esta manera llevamos todas las papeletas para de nuevo volver a ser el país subdesarrollado que éramos cuarenta o cincuenta años atrás, ese país que algunos tanto añoran.

Ya va siendo hora de que los políticos se dejen de ilusionismo y dejen de jugar con la ilusión del pueblo porque, aunque ellos no lo crean, muchos, la mayoría, no somos tan ilusos como para seguirlos a pies juntillas. Las ilusiones están bien en el ámbito personal, pero en la política se necesita más realismo y menos ilusionismo.

Los magos al circo junto a los payasos que, por desgracia, muchas veces son los mismos.

 

Teodoro R. Martín de Molina. 9 de septiembre de 2013.

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