Reja Doña Ana. Salvador Martín

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VIEJOS OFICIOS: EL HERRADOR  

Miguel Vázquez González

Esforzando nuestra ya cansada memoria, recordamos a los herradores o albéitares de antaño. Artesanos que se dedicaban a herrar las caballerías, calzando con gran arte y pericia  a  nuestra cabaña caballar, mular y asnal. Los herradores ejercieron su oficio de forma permanente en Gaucín, hasta bien entrado los años sesenta,

Desde muy antiguo, fue uno de los oficios, junto con el de carpintero, talabartero y alarife, más preciados e imprescindibles para las sociedades agrícolas de nuestros pueblos.

Los herradores tenían un delicado tacto al tratar a las bestias que se dejaban herrar con facilidad; sin embargo, también solían utilizar métodos menos refinados cuando se trataba de animales maliciosos, nerviosos e inquietos que se herraban por primera vez, siendo los más difíciles los llamados "patajosos", cuyas patas traseras subían hasta las nubes, en muchos de los casos, con coces mortales. Para conseguir herrar a estos animales empleaban primero los halagos, pasando con cariño la mano por el lomo,  cuello  o  cabeza del animal,  con palmaditas suaves; pero, si ello no bastaba los trababan de las patas delanteras cruzando una soga o traba a una pata trasera para poder raspar o rasurar los cascos, probar la herradura o clavar con maestría los seis clavos de cada una de ellas, con el recorte de sus afiladas puntas y remache a los cascos del resto de los afilados clavos. Si, a pesar de todo, las bestias más indómitas seguían  resistiéndose, les quedaba un recurso infalible para doblegarlas, que consistía en aprisionar el labio superior del animal entre dos estriados palos del acial(1), operación que tenía siempre resultados positivos. Estos peligrosos animales eran doblegados más y más, a medida que la cuerda de abacá del acial era más apretada.  

Los materiales y herramientas o instrumentos de que se hace uso para herrar a las bestias son: las herraduras y los clavos; la bigornia(2)  y el martillo para modelar las herraduras; el martillejo para clavar, la tenaza cortante para recortar los cascos de las bestias, el gavilán; el pujavante(3) para allanar los cascos; la cuchilla o cercenador  para recortar el casco una vez acopladas y pegados los clavos y las herraduras al mismo; la escofina(4) para limar el recortado casco y, finalmente, el acial para domesticar a los animales inquietos o maliciosos.

Sin entrar en detalles, según el Sr. Francisco Robichón de la Guerniere, en “Escuela de a caballo”, los términos más en uso en orden al herraje son:  forjar, estampar, adobar, traspuntar, traspuntar somera las claveras, hacer el casco, echar clavos, clavar somero, clavar alto, enclavar, acodar arrimar, redoblar o roblar y asentar.

Antiguamente,  los herradores eran los propios albéitares(5), después convertidos en veterinarios, que al alcanzar tal categoría tenían a su servicio a los herradores de oficio, conocedores en muchos casos de ciertas enfermedades y dolores que padecían las bestias y que solían erradicar con hierbas silvestres curativas. Las hierbas curativas más usadas en nuestro entorno  fueron las malvas y las cabezas de adormideras muy eficaces en los cólicos y diarreas de las bestias; el malvavisco, el poleo y el romero indicado en resfriados, huérfago y pulmonías; el orégano con vinagre para las afecciones bucales por “sobrepuestos” o muelas sobrepuestas y sanguijuelas; la genciana hervida para las mataduras; para la fiebre se utilizaba una poción a base de corteza de quina, bayas de enebro y corteza de sauce; como sudoríparo se utilizó el pensamiento salvaje, el diente de león, la borraja, el lúpulo, la zarzaparrilla y el enebro; los parásitos intestinales se combatían con raíz de granado y polvo de helecho macho; como abortivos se utilizaban los polvos de ruda y de sabina. Además de las mencionadas, los antiguos albéitares usaron también otras muchas hierbas y plantas medicinales muy abundantes en nuestros campos y sierras, a saber: árnica, aquilea, azulejo, centaura menor, cardo santo y estrellado, achicoria, trébol de agua, comino, anís, hinojo...

Tampoco dudaban estos expertos profesionales en practicar algunas operaciones quirúrgicas tales como la castración o capadura de los machos. Sangrías indicadas para las congestiones y edemas.
 
De aquellos desaparecidos herradores de nuestro pueblo recordamos, entre otros, a don Antonio Godino, que ejerció algún tiempo el oficio, tuvo banco y taller en la Calle Alta;  a don José González, “el Charri“, con herrería abierta en la Esquina de Matías;  a don Eloy Sanz-Daza Aguilar, “el Señorito Eloy”; con taller en la calle de los Bancos; a su hermano don Edmundo que herró durante bastante tiempo en las Tenerías; a don Antonio Andrades, con taller en la calle del Chorronalto, por encima de la Carrera, dejó el oficio para ingresar en la Guardia Civil.

El último de nuestros herradores, bien conocido por todos, Alfonso Sanz-Daza, sobrino de los mencionados hermanos don Eloy y don Edmundo Sanz-Daza, es ya el único vestigio que conservamos de aquellos útiles artesanos. Don Alfonso, además de atender a nuestra cabaña caballar, en claro auge, calza también a una escasa  docena de mulos que aún nos queda en nuestro pueblo. Del antaño numeroso ganado asnal, no ha quedado ni rastro. Alfonso  atiende también la cabaña existente en la vecina Estación de Cortes de la Frontera y acude a otros pueblos del entorno donde es requerido. Pudiendo nosotros informar  que, don Alfonso, el último de nuestros herradores, es ya una reliquia valiosa que se resigna a dejar un oficio noble con el que ha disfrutado y sacado adelante a su familia.

Hasta aquí el fiel retrato de un oficio a punto de extinguirse y al que rendimos este justo homenaje y recuerdo.  
  (1) Instrumento con el que, oprimiendo un labio o una oreja de las bestias, se les hace estar quietas.
  (2) Pieza de hierro acerado, generalmente prismática, y con una punta en uno de sus lados o en ambos que, encajada en un tajo de madera fuerte, se usa para forjar en ella los metales a golpe de martillo.
  (3) Instrumento de herrador para cortar el casco de las bestias.
  (4) Lima grande de dientes gruesos y triangulares, que se utiliza  el herrador para emparejar los cascos de las bestias.
  (5) Antiguos veterinarios
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