Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

OPINIÓN

Hablemos del gobierno

 

Me quedaba en el último artículo (Pura y dura) con las ganas de desgranar de un modo más pormenorizado las medidas que están adoptando los distintos ministros de Rajoy y que son las que en realidad me llevan a pensar de la forma en que lo hago respecto a la ideologización más extrema a la derecha de este gobierno.

Recuerdo cómo en los medios afines y desde las filas populares no era raro el día en el que no se trataba de ridiculizar, llegando a la mofa y al escarnio en no pocos casos, a los ministros de Zapatero y a él mismo. Sentían debilidad por las mujeres y así fueron pocas las que escaparon de sus pudorosas bocas: desde la vicepresidenta Fernández de la Vega, a Bibiana Aído, pasando por Leire Pagín, Magdalena Álvarez o Trinidad Jiménez.

Cualquier motivo era tomado por ellos como causas de irrisión o menosprecio: su formación académica, la forma de vestir, sus rasgos físicos, el modo de hablar o sus decisiones. Algunas de éstas podrían merecer la crítica más profunda, pero no creo que se debiera haber llegado a lo que con algunas de ellas se llegó colocándolas día tras día a los pie de los caballos mediáticos por cuestiones que en poco afectaban a su quehacer en el gobierno.

Todo lo contrario que sucede hoy en día. La mayoría de miembros de este gobierno están adoptando las medidas que les dictan desde las altas cúpulas del capital y que están consiguiendo que cada día nuestro país entre en un estado de mayor recesión en todos los aspectos, que no sólo en el económico. Pero están tan preparados, van todos tan arregladitos, tiene un aspecto tan elegante que pocos se aventuran a hablar mal de ellos o de ellas.

¿Qué podremos decir de esas vicepresidentas y secretarias generales de peineta y mantilla tan liberadas en la vida privada y tan devotas en la pública a un mismo tiempo? Pues nada, o sea, son lo más de lo más, que dicen en sus ambientes.

Salvo esta breve e irónica introducción, no me voy a referir al aspecto externo de cualquiera de los miembros del gobierno, sino que quiero hacerlo respecto a sus actuaciones que son las que mejor definen sus políticas, como decía en el anterior artículo, de pura y dura ideología de derechas.

Existen dos exponentes que, en un principio, parecían aparentar la línea algo progresista del gobierno y que se han desvelado como los más a la derecha del mismo, si es que más  a la derecha de la generalidad del gabinete cabe algo. Me refiero al Sr. Wert y al Sr. Ruiz Gallardón.

El primero ha entrado en el Ministerio de Educación como elefante en cacharrería y ha puesto patas arriba todo el sistema educativo. Desde la Educación para la Ciudadanía a la que ha vuelto a convertir en su añorada Formación del Espíritu Nacional, hasta su afán por evangelizar a los infieles nacionalistas y traerlos al redil de la españolización, según él lo entiende.  En medio, y en tan poco tiempo, ha dejado a la escuela pública sin recursos humanos y materiales, bien que guardando algunos fondos para los centros privados que fomentan la segregación por sexo, ya sabéis esos centros a los que van todos los inmigrantes y gitanillos, o para aquellos colegios privados catalanes que quieran enseñar en castellano a los perseguidos españoles en Cataluña; nos ha presentado la enésima reforma educativa −¡Maldita falta que haría!−, con la que una vez más se pretende favorecer a los que ya de por sí son favorecidos por la naturaleza, y en la que las asignaturas no instrumentales vuelven a ser las marías de aquellos nuestros años mozos, al tiempo que se marginan a los marginados un poco más y se vuelve a los postulados, tan queridos por la derecha, de la competitividad, que no la competencia, el esfuerzo, según sus cánones, y el mérito como elementos consustanciales al proceso educativo. Y como no podía ser menos: subida de tasas, reducción de becas, todo para favorecer a los que menos tienen ¿verdad que sí?

 De don Alberto, el deseado por los sectores progresistas de la sociedad mediática, podemos hablar en parecidos términos a los del anterior: nada de lo que había le parece bien al señor, así que hay que cambiarlo todo. La elección de los miembros del Consejo General del Poder Judicial para que todos sean de mi cuerda; reformas en el código penal a lo que dicte el día a día, en las que se busca más la venganza y la satisfacción del populista morbo momentáneo que la impartición de justicia o la redención del reo; retrotraimiento a la ley del aborto de antes de la democracia, es decir a la que no existía mas que para las que iban a Londres; una “pequeña” subida de las tasas para acceder a una justicia, en tiempos llamada gratuita, y un amagar para después claudicar ante los deseos de los miembros de la carrera judicial, no vayamos a… Como vemos un sinfín de políticas progresistas las que promueve este ministro de justicia, que no reimplanta la pena de muerte por no abrir el melón de la reforma constitucional, que sabe Dios lo que nos podría deparar.

Lo siento, pero cada vez que veo, oigo o mientan a Ana Mato no puedo por menos que acordarme de su ex y del Jaguar que tenían en el garaje y ella no sabía de dónde había salido. Desde la facilidad de palabra que la caracteriza, esta ministra de Sanidad me ha dado a entender que se ha saltado, con la aquiescencia de su presidente, todas las líneas rojas que en campaña electoral dijeron que jamás las traspasarían. Empezando por los recortes en la dependencia, el copago o repago para los pensionistas, el medicamentazo para sustituir las medicinas que “no sirven para nada” por remedios naturales, el anuncio de los recortes en pruebas diagnósticas, el cobro a los inmigrantes irregulares por la asistencia sanitaria, etc, con lo que está consiguiendo que la sanidad pública deje de ser gratuita y universal y pase a manos privadas para que sólo tengan acceso a ella aquellos que tienen posibilidades.

La primera medida del ministro de industria, Sr. Soria, en el primer consejo de ministros, fue la de dejar en suspenso todo lo referente a las energías renovables, en el segundo, después de defender a capa y espada a Repsol en su litigio con Argentina, decidió dar luz verde a las prospecciones petrolíferas en aguas canarias, luego manifestaría su intención de prolongar la vida de nuestras viejas centrales nucleares, por lo que vemos a las claras cuál es la apuesta energética del ministro y del gobierno en general. Para una industria que parecía tener futuro en España, va este señor, ministro del ramo, y la quita de en medio de un plumazo.

La reforma laboral sin consenso de ningún tipo, siguiendo el dictado de la CEOE, no sabemos bien si ponerla en el haber de Fátima Báñez o de la Virgen del Rocío, a la que la ministra se encomendó para la salida de la crisis. Bien es que ella está colaborando haciendo más fácil el despido de los trabajadores, con lo que aumenta el paro, y reduciendo en el próximo presupuesto las prestaciones por desempleo.

El ministro del interior, Sr. Fernández Díaz, que está dejando pequeños a los de la era preconstitucional con las medidas tendentes a coartar las libertades y derechos de expresión y manifestación, y el uso de las fuerzas de seguridad del estado como las antiguas fuerzas del orden público, devolviendo a nuestra memoria la imagen de aquellos grises que con tan escasa materia del mismo color actuaban como represores de todo lo que significase un soplo de libertad en nuestro país.

El jerezano Arias Cañete que además de sus negocios varios tiene como hobby hacer de ministro de agricultura, pesca y medio ambiente, para no hacer ni pum en beneficio de cualquiera de estos sectores, teniendo como botón de muestra la llamada ley de costas con la que, probablemente inspirado por su compañero Montoro, ha decidido amnistiar a todos los cientos de miles de propietarios de viviendas ilegales, que como sabemos son la mayoría pescadores y agricultores que sobreviven con el salario mínimo interprofesional o algo menos, cara dura como ancha que tiene el señor ministro.

¿Y qué decir de las decisiones que emanan directamente desde la presidencia del consejo de ministros? Sólo un ejemplo: la radio televisión pública. Siguiendo el clamor de la prensa adepta ha roto con el consenso alcanzado en la pasada legislatura y con el que se había llegado a tener una televisión y una radio públicas independientes y de las que nos podíamos sentir bastante orgullosos. Sin encomendarse a nadie tiró por la calle de en medio y amparado en su mayoría absolutísima actuó acorde con los intereses de su partido y sus seguidores mediáticos eliminando de un plumazo todo aquello que pudiese dar idea de independencia y profesionalidad y colocando, sin rubor alguno, a lo más granado del casperío informativo del panorama periodístico español. Y todavía hay por ahí algún que otro entendido que se ríe ante las ocurrencias tan chistosas de este cara de acelga que tenemos de presidente.

Sigan los espíritus puros de la izquierda culpando a los anteriores gobernantes de todos los males que nos aquejan, que estos lo están haciendo muy bien. Mientras tanto los populares, y los populistas, a los que tan alegremente les hacen el juego, se frotan las manos de contento.

Con permiso, voy a relajarme un rato.

 

Teodoro R. Martín de Molina. 15 de octubre de 2012

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