Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

 

FELIPE, SALVADOR, PERA.

 

No es la primera vez que mi paisano y amigo Pedro Herrera (Pera) me anima desde el libro de visitas de La Gaceta a ponerme delante del teclado y dedicar un rato a divagar sobre los asuntos que el día a día de nuestra vida, sobre todo la política, nos depara. Y lleva razón en su último mensaje cuando me achaca un cierto pasotismo –apático y desganado, son sus palabras– respecto a mi escasa producción “opinatera” en estos últimos tiempos.

            Para tratar de explicarme tendré que echar mano a sus propias palabras, a las de Felipe González y a las de mi hermano Salvador, de ahí el encabezado de este artículo.

            No cabe duda, como decía Felipe hace unas semanas, que los socialistas están de brazos caídos. Si esto ocurre con los de carné, qué decir de los que solamente somos simpatizantes. Y es verdad, o esa sensación es la que se propaga desde las filas de los miembros del partido socialista, que desde el gobierno y desde el partido parece transmitirse un cierto fatalismo que hace que sus votantes se contagien del mismo y demos por hecho lo que aún está por suceder. Parece que la suerte ya está echada y que lo único que se puede pretender es tener una derrota lo menos bochornosa posible. Da la impresión de que la crisis económica ha arrastrado también a los socialistas a una crisis de ilusiones, de ideas, de proyectos y, al parecer, todo lo que tenían que decir y que hacer ya lo han dicho y ya lo han hecho –sobre todo el trabajo de la derecha.

            Y es que, como dice mi hermano Salvador en su reencuentro semanal en el diario Ideal de Jaén, ya todos somos de derechas –“De derechas de toda la vida”, titula su artículo de mañana lunes–. Y si todos somos de derechas, qué pintamos en este juego de la opinión aquellos que en algún momento nos consideramos de izquierdas. Está claro que estamos obligados a guardar la compostura y portarnos como personas de bien –también de toda la vida–, no molestar demasiado y no calentar los castos y delicados oídos y pupilas de esta mayoría tan abrumadora que se decanta por las políticas de la derecha de nuestro país. Sólo nos queda ensalzar cada una de las medidas que están tomando en aquellos lugares en los que gobiernan y esperar como agua de mayo el día en el que por fin puedan aplicar políticas de similar índole, y otras que aún deben de guardar en la faldriquera cuando, por fin de nuevo, alcancen el poder en todo el estado.

            La reflexión que hace mi amigo Pera sobre mi parquedad en estos últimos tiempos a la hora de opinar se puede hacer extensible a muchos como yo que ya casi vamos pidiendo disculpas por ahí por pensar como pensamos y por no coincidir al cien por cien con aquellos que tan vehementemente defienden lo que en muchas ocasiones desconocen, o aquello que conociéndolo son capaces de aceptarlo por bueno a sabiendas de que para nada lo es, mas lo importante es que el cambio, una vez más, comience cuanto antes y a ser posible sin necesidad de ganar las elecciones. Incluso llego a plantearme algunas veces si no sería conveniente llevar a cabo un traspaso de poderes sin que sea necesario celebrar las elecciones –en época de austeridad como la actual supondría un considerable ahorro–, sino que, sin más ambages, darle directamente la mayoría que auguran todas las encuestas y a gobernar como solamente ellos saben hacerlo. Ya hemos visto desde mayo que allá donde gobiernan la crisis va disminuyendo de forma ostensible, y si no es así no es por culpa de ellos sino por la herencia recibida o por las malas influencias del muñeco diabólico.

            Pera, en cierta medida, dice comprenderme y no se extraña que ande de este modo pensando en lo que se nos viene encima. Y eso no hace falta que echemos las cartas para conocerlo, si no que se lo pregunten a los ciudadanos de  Galicia, Madrid, Murcia, Valencia, Cataluña o Castilla la Mancha donde parece que está el laboratorio en el que van haciendo los experimentos que después pondrán en marcha en todo el territorio nacional.

            La verdad es que yo también podía alguna que otra vez escribir algo criticando al gobierno, pero para eso son ya tantos y tantos los que están dispuestos a hacerlo cada día, y varias veces el mismo día, que yo prefiero esperar al momento en el que la oposición sea gobierno. Ya falta menos.

            Gracias a Pera, Salvador y Felipe he podido desatascarme un tanto.

 

Teodoro R. Martín de Molina. 2 de octubre de 2011

 

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