Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

Excelencia

 

Existen personas a las que el uso de determinadas palabras les chiflan y aprovechan cualquier oportunidad para hacer uso de ellas. Es el caso de la lideresa por antonomasia, su excelencia doña Esperanza Aguirre, a la que le gusta tanto la palabra “excelencia” que se la ha colocado a un tipo de bachillerato que se ha sacado de la manga y en el que pretende ubicar a los alumnos excelentes acompañados, difícilmente podrían hacer otra cosa con semejantes alumnos, de excelentes profesores.

            Hace un par de semanas, los antiguos alumnos de un colegio en el que trabajé hace ya 35 años, tuvieron la amabilidad de invitarme a la conmemoración del 25 aniversario de su salida del mismo. Era, y es, un colegio privado en el estricto sentido de la palabra y todas las enseñanzas, regladas y complementarias, corren a cargo del bolsillo de los padres, amén de transporte, comedor, actividades extraescolares y otros extras que colegios de ese tipo suelen conllevar. Lo cual implica una primera selección de tipo económico, algo que no siempre conlleva la calidad intelectual, aunque sí una cierta predisposición, no por el dinero en sí sino por el ambiente cultural del que procede el alumnado.

            Durante la recepción a los alumnos y antiguos profesores del centro, el actual director, en sus palabras de bienvenida, hizo una somera exposición de las cualidades que adornan a la institución, haciendo hincapié en determinados aspectos que hacen del centro uno de los mejores de España. Entre otros se refirió a los medios materiales y personales con los que cuentan, mas sobre todas las cosas resaltó el apoyo incondicional por parte de las familias, sobre las que recae la máxima responsabilidad en todo lo referente a la educación de sus hijos.

            Yo que durante dos años trabajé allí y que con posterioridad he seguido de alguna manera en contacto con el colegio a través de los compañeros con los que en esos años coincidí, sé que la mayoría de los alumnos que allí reciben su formación no son alumnos excelentes, pues los excelentes, como los deficientes, son en general muy poquitos. Y esto ocurre de igual modo tanto en los centros privados como en los públicos

            Si nos referimos al profesorado de ambos tipos de centros, podemos añadir otro tanto de lo mismo. Profesores excelentes existen en los dos pero son tan pocos como aquellos que no dan el nivel por mucho que lo intenten, la mayoría somos profesionales aplicaditos que tratamos, en general, de dar lo mejor que tenemos de nosotros cuando nos ponemos delante de un grupo de alumnos, unas veces más motivados y otras no tanto, pero siempre dejándonos la piel en el intento de transmitirles los valores y conocimientos que pueden ayudarlos a formarse como personas y no sólo como estudiantes.

            Respecto a los medios materiales, la verdad es que hoy en día poca diferencia existe entre los centros privados y los públicos, el esfuerzo de las administraciones públicas por dotar a los centros de los mejores medios es más que evidente, otro asunto es el uso que hacemos de ellos que no siempre es el óptimo por motivos varios que no vienen ahora al caso. Pero poco creo que tenga que envidiar un aula de un centro público a otra de uno privado.

            Sin embargo, y a pesar de las mínimas diferencias que podemos detectar entre uno y otro tipo de centros en cuanto a los medios personales y materiales y a la materia prima, el alumnado, con el que trabajamos, ¿por qué existe esa diferencia tan grande en los resultados finales? Sin entrar a valorar aquellas de tipo organizativo o de relación e implicación entre los profesionales y la institución para la que trabajan, que tienen su importancia, solamente quiero resaltar, uniéndome a las palabras del director actual de mi antiguo colegio, una que para mí es fundamental y que no es otra que la implicación de las familias en la educación de su hijos e hijas, sabiéndose los máximos responsables de la misma y delegando en los colegios aquello en lo que ellos, los padres, no pueden actuar directamente por falta de medios, tiempo o conocimientos.

            Todo la anterior disertación, en la que he intentado dejar unas pinceladas sobre el tema sin pretender sentar cátedra respecto a la enseñanza en general, ni a la que se imparte en los distintos tipos de centros, me lleva a concluir que tanto en un centro privado como en un centro público se pueden conseguir objetivos muy similares siempre que se cuente con la total complicidad de las familias y que para nada son necesarios centros del tipo de los promovidos por la Presidenta de la Comunidad de Madrid, si no es que con ello lo que en realidad persigan no es una mejora de la calidad de la educación sino un reforzamiento de los mejores, que por experiencia sé que no son aquellos que más lo necesitan, con fines que seguramente van más allá del mero progreso de este tipo de alumnado.

            Pueden existir, de hecho existen, otro tipo de estímulos para que los “mejores” alumnos mejoren aún más, que el simple hecho de segregarlos de los otros compañeros de su misma edad entre los que la diversidad será un motivo más para hacerlos crecer como personas, no sólo como estudiantes, en una sociedad diversa y plural como es en la que vivimos y en la que en el futuro se integrarán estos buenos estudiantes junto a los menos buenos, que todos son criaturitas de Dios.

            Si acaso, los mejores medios, tanto materiales como personales, dedicarlos a aquellos jóvenes que más los necesitan porque tienen menos capacidades, quizás los resultados que se consigan no sean excelentes, en el sentido del término que tiene su excelencia la señora Aguirre, pero como en la cita bíblica deberíamos convenir en aquello de Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse”.

            Donde un profesor tiene que demostrar su excelencia es con aquellos alumnos que de excelentes tienen poco. No en pocas ocasiones solemos comentar de forma jocosa, pero con un trasfondo de convencimiento, entre los docentes aquello de: los alumnos buenos aprenden a pesar de sus profesores.

            Claro, esto lo decimos los que no pertenecemos a la elite.

 

Teodoro R. Martín de Molina. 15 de abril de 2011

 

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