Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

 

 

Estado de ánimo

 

Desde que en la Alpujarra dejó de ser un problema los cortes de energía eléctrica, la mayoría de las familias se hicieron de un arcón congelador donde van guardando verduras y hortalizas del tiempo, los productos de la matanza y algún que otro alimento ya cocinado, para cuando se precise. En una ocasión en la que fuimos a ver a la abuela, mi hijo pequeño abrió el congelador y perplejo le preguntó a mi suegra: ¿Abuela, es que va a haber guerra? A su entender la cantidad de productos que tenía congelados era exagerada.

Aquella pregunta de mi hijo, que no estaba exenta de cierta ironía, en estos días está tomando visos de convertirse en algo real ante el clima prebélico en el que parecen empeñados en meternos los poderes económicos.

Cada medio siglo, más o menos, los alemanes se empeñan en que en el mundo haya una gran guerra y ya llevamos mucho tiempo sin que eso suceda. Ésta no será una guerra a la usanza de las viejas guerras mundiales pero por el imperio económico alemán se van dando parecidos pasos a los que dio el viejo imperio del Kaiser, apoyado por sus vecinos Austro-Húngaro y Otomano, para dar comienzo a la gran guerra del 14, o a los que el Nacional Socialismo, tras la grave crisis de los 30, dio para comenzar la Segunda Guerra Mundial. Por un lado se culpa a las naciones periféricas de sólo pensar en ellas mismas sin tener en cuenta al conjunto de la zona, para a continuación pasar a la acción invadiendo la soberanía de los países, como ya se ha hecho con algunos, y presionando de tal modo, caso griego, que o se suicidan o se suicidan, no tienen otra solución.

En esta ocasión no van a movilizarse millones de hombres armados hasta los dientes, unos cuantos tecnócratas y tiburones de las finanzas serán suficientes para doblegar al enemigo del sur que tantos dolores de cabeza les están produciendo a los sesudos y cuadriculados pueblos germánicos.

Comenzaron cercenando la voluntad de los electores griegos e italianos derrocando (no se puede llamar de otra manera) a los gobiernos por ellos elegidos e imponiendo al frente de los nuevos gobiernos a personajes adeptos a la causa alemana y adictos al dinero, de los demás.

Han continuado asfixiando a Grecia, pero no se conformarán y cuando en ese país se haga todo tal y como lo han decidido desde Berlín (París es un puro comparsa como lo fue Roma en la Segunda Guerra mundial), es decir cuando los griegos estén en la más absoluta de las miserias ahorrando y ahorrando para pagar a Alemania y a los grandes bancos, pondrán sus ojos y alargarán sus tentáculos para hacer lo propio con otro de los países más precarios de la eurozona, Portugal por ejemplo. En cascada iremos cayendo unos tras otros en las redes germanófilas hasta que nuestra dependencia sea tal que no habrá tornillo de nuestras máquinas que no provenga del mercado alemán o con patente suya, si es que ya no es así, y hasta para respirar tendremos que hacer uso de aires nuevos importados de Centroeuropa.

Aquí en España, el gobierno del cambio y la confianza, junto a todos sus corifeos mediáticos, se muestran encantados porque la señora Merkel alaba las reformas promovidas en tiempo record, y sin el más mínimo de los consensos, tendentes, cómo no, a disminuir el déficit y a aumentar las diferencias sociales. Para ello qué mejor que meter las tijeras y recortar en gastos sociales e inversión pública, para ir dejando el camino expedito a la empresa privada que es la que nos va a garantizar todos los derechos que hasta ahora teníamos, claro está que previo pago, aparte de los impuestos que nos seguirán subiendo. Estos se destinarán a equilibrar el déficit, ya está bien de carreteras, hospitales y escuelas públicas y gratuitas.

No se conforman con tomar este tipo de medidas, que ya de por sí asustan, sino que además en cada comparecencia no cesan de meternos el miedo en el cuerpo de cómo está la situación, del tiempo en el que se va a tardar en salir de ella, de que todas las medidas no aportarán nada positivo en el corto y medio plazo, etc, etc. Así el común de los ciudadanos que antes solía salir a la calle a tomarse una cerveza o a cenar a un restaurante, el que algún que otro fin de semana se montaba una escapadita para relax del cuerpo, que compraba lo que necesitaba con comedimiento pero sin temor, y que todo lo hacía porque podía hacerlo y ahora podría seguir haciéndolo de igual modo, pues se queda en casita, con la luz apagada y sin darle mucho a la calefacción para no gastar demasiado y si tiene algunos dinerillos en el banco está con el alma en vilo por lo que le puedan pasar, cuando no va poco a poco sacándolo y guardándolo en el calcetín. La gente no está por echarse para adelante porque la incertidumbre sobre el futuro es el sentimiento que está arraigando en buena parte de nosotros, incluso en los más optimistas.

No sé si con este estado de ánimo de la población se podrá salir de la crisis. Yo no lo creo, porque ésta es una de las muchas pescadillas que se muerden la cola en el ámbito económico: a menos consumo, menos creación de riqueza, menos creación de puestos de trabajo que lleva a más paro, menos ingresos y menos consumo con lo que el bucle se vuelve a repetir indefinidamente.

Así que si al ánimo del pueblo le añadimos las diarias castañuelas de este gobierno, o viceversa, apaga y vámonos.

Hombre, ni tanto ni tan calvo, digo yo.

 

 

Teodoro R. Martín de Molina. 15 de febrero de 2012

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