Enero el del escaso dinero
Vueltas y vueltas le doy A esta pobre cabeza En este enero de hoy Me está doliendo una muela El bolsillo está vacío Y vacías las ideas. ¡Ay, Dios mío! ¿Qué haré Para poner en la mesa? Y ya que soy muy mañosa, Perspicaz y manos diestras, Prepararé la comida Sabrosona y muy buena. ¡Son las sopitas de ajo De las que hacía mi abuela: Pan, aceite, ajo y sal, Exquisita en la cazuela! Mi marido me dirá: ¡Apriétate el cinturón Que la vida está muy cara Trabajando de peón! ¡Pero hijo de tu madre, Le responderé yo, Ya no tengo ni una tripa Dentro del caparazón! ¿Y sabes lo que te digo, ¡Que a ahorrar No hay quien me gane! Y mi marido dirá: ¡Para el próximo enero A la calle a mendigar! ¡Eso ni que te lo pienses! Mientras que esté aquí Micaela No me verán mis doce hijos, Ni mi madre, ni mi suegra, Como una paria cualquiera! ¡Siéntate, hombre de Dios Que voy a poner la mesa! Hoy comeremos sopitas Y mañana, si prosperas ¡un potaje de habichuelas!
Cuento del ayer Las adelfas movían sus hojas húmedas por el agua caída durante la madrugada; los perros movían sus cabezas para desprenderse del agua acumulada en su piel, y salía un humillo parecido al del cigarrillo. El abuelo Sebastián salió del cobertizo para otear el horizonte, pues no sólo era viejo, sino sabio. Cogió un pesado cayado y entrando en la cocina, donde su hija María hacía unas ricas tortas de harina y miel le pregunta: −¿Dónde está tu madre? La joven le mira y responde: −Está buscando nidales, pues las gallinas se van lejos a poner sus huevos y hace días se presentaron varios polluelos. El pequeño rebaño de ovejas amarillentas y tontonas estaban en el marchito manchón; el pastorcillo hacía una tomiza y con la navaja preparaba una caña para hacer una zambomba para la noche de Navidad, con la piel de un conejo bien tirante y sobre una maceta de barro. Aquella noche, todos junto al fuego rojizo y chirriante de la enrojecida chimenea, la familia hablaba y, entre sorbo de aromático café y bocaditos de golosinas, pasaban la noche más buena del año. Villancico
En el sendero De los caminos Brotan las flores De los espinos. Tanta belleza Que me enamora, Tanta pureza Que me demora. Oigo los cantos De cortijeros Son de la Almuña Mozos solteros. Tocan zambombas Y los panderos, Es Nochebuena Y hay festejos.
Nota. Éste y los demás poemas de nuestra paisana Ana Mª del Carmen Corbacho Jiménez, que publicamos en la sección "Colaboraciones" de La Gaceta de Gaucín, se los debemos a la amabilidad de su hijo Ricardo Gálvez Corbacho que periódicamente se pone en contacto con nosotros para enviarnos los sentidos poemas de su madre. |