La madre ha muerto, el fruto se va, la casa se apaga. Todos sin ilusiones para el futuro se apagan, se apagan, se apagan hasta la muerte. Pero ya en el cielo no hay dolor, porque Dios con su amor nos hace fuertes, no en lo físico sino en lo moral que es lo principal. ***** Celos. Son la espina de una rosa que, aunque quiero, no puedo coger. Celos. Es un ademán que no puedo controlar. Es tácito y sin embargo injuria mi pensamiento y soledad. Mi mentón siempre incesante en el pavor de los celos, que nunca puede acallar. Aunque esté pulcra ese precario crispamiento de celos no cesa, y tiene que mofarse uno mismo de su necedad que no puede controlar. Labios siempre sometidos a la sonrisa, difícil prueba para mí. Sutiles manos tocando otras manos, ojos míos exaltados, siempre a la contraofensiva, sometidos a valles de lágrimas cuyo amor es el sol que va y viene; viene con su sonrisa exaltada y se va en el crepúsculo rascando las nubes que a veces forman heridas graves, tan graves como la muerte. ***** Un torrente de palabras enigmáticas en mi transida mente giran raudas e ignotas para mí. Todas y cada una de ellas son funestas y sugieren inquirir raudamente una refulgencia diáfana y paradisíaca, que creo no podré raciocinar ni encontrar. Me quedo abstraída, congojada, esperando que decline el sol en su ocaso para recordar mi vetusto y obscuro pasado. Este verosímil pasado me tiene encerrada en una celda, con la única claridad de una claraboya donde puedo persignar mi trémula y divagante forma de ser. ***** Tus ojos son perlas sumergidas en mí. Tus cabellos son finas fibras que me enredan a ti. Tu cuerpo se mueve al compás del viento y el mar. Yo estoy loca de atar por quererte amar. ***** Tus ojos verdes Dan color al paisaje. Tus manos lo purifican. Tu voz da lecciones a los ruiseñores . tu perfume da olor a las flores, y tu amor me colma de ilusiones. ***** |
Pequeños intersticios entre los
dos,
sin embargo cómo llegué. Pequeñas menudencias flotan en mi mente, pero atroces para unir el aciago amor funesto. Y llego a la conclusión, persuadida de mi alrededor, de lo lúgubre que es el amor ávido e instigado. Triste me siento... Cerúleo, pequeño en sus angostos ojos cuando me miran. Labios dementes giran en mí, precarios, pero tediosos y con hastío. Mis manos pretenden entumecer su convexo cuerpo, persuadirlo para que frene la noria de la vida, del destino, y gire la ruleta de nuestro amor. ***** Mis lívidos ojos se pusieron hoscos y empecé a recordar el puro y plañidero amor... Cendal fino y escuálido penetraba en mis ociosos ojos juveniles. Quedaba estupefacta ante esa súbita y sugestiva Mirada, mientras la mía, aunque diáfana, era obscura y muda. Qué paradisíaco momento aquél. Pululaban fantasías que explotaban en la realidad enigmática. ¡Ay! Qué bello es soltar las riendas a la imaginación, dejar que trote hasta que esta lícita vida, lícita y porfiada vida de poderes la desvanezca en el sentido físico y egoísta del hombre. ***** ¡Oh juventud! Cristal opaco para algunos. Humo negro, pérdida absurda de la profunda mente. Trampa inepta, necia; bárbaro automatismo en sus pensamientos. Juventud sedienta. ¡Oh!, cruel desilusión. Intactas actividades cálidas deslumbradas por el vicio. Alarido lastimero, congoja y agonía en el umbral del camino firme, costoso y tenaz, dejando atrás la infamia Sacad un ímpetu que no se pueda arrebatar por nadie... ¡Oh juventud! Raíz arraigada al árbol, árbol hendido por el paro, hojas secas y crujientes de los secos corazones. Ramas mugrientas de tanta contaminación. Llenad de jugo con vuestra savia consolidada, rama por rama, hoja por hoja. Haced que suba la savia por las ramas, como la sangre por las venas. Savia caliente que penetra por lo más insignificante del árbol. Encarnación Mª.
Lara.
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