Cubierta del libro, diseño y realización de Manuel Vera

LA GACETA DE GAUCÍN

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La madre ha muerto,
el fruto se va,
la casa se apaga.
Todos sin ilusiones para el futuro
se apagan, se apagan, se apagan
hasta la muerte.
Pero ya en el cielo
no hay dolor,
porque Dios con su amor
nos hace fuertes,
no en lo físico
sino en lo moral
que es lo principal.
       *****
Celos.
Son la espina de una rosa
que, aunque quiero,
no puedo coger.
Celos.
Es un ademán
que no puedo controlar.
Es tácito y sin embargo injuria
mi pensamiento y soledad.
Mi mentón siempre incesante
en el pavor de los celos,
que nunca puede acallar.
Aunque esté pulcra
ese precario crispamiento
de celos no cesa, y
tiene que mofarse uno mismo
de su necedad
que no puede controlar.
Labios siempre sometidos a la sonrisa,
difícil prueba para mí.
Sutiles manos tocando otras manos,
ojos míos exaltados, siempre a la contraofensiva,
sometidos a valles de lágrimas
cuyo amor es el sol que va y viene;
viene con su sonrisa exaltada
y se va en el crepúsculo
rascando las nubes que a veces
forman heridas graves, tan graves
como la muerte.
      *****
Un torrente de palabras enigmáticas
en mi transida mente giran
raudas e ignotas para mí.
Todas y cada una de ellas son funestas
y sugieren inquirir raudamente
una refulgencia diáfana y paradisíaca,
que creo no podré raciocinar ni encontrar.
Me quedo abstraída, congojada, esperando
que decline el sol en su ocaso para recordar
mi vetusto y obscuro pasado.
Este verosímil pasado me tiene encerrada
en una celda, con la única claridad
de una claraboya donde puedo persignar
mi trémula y divagante forma de ser.
      *****
Tus ojos son perlas
sumergidas en mí.
Tus cabellos son finas fibras
que me enredan a ti.
Tu cuerpo se mueve al compás
del viento y el mar.
Yo estoy loca de atar
por quererte amar.
            *****
Tus ojos verdes
Dan color al paisaje.
Tus manos lo purifican.
Tu voz da lecciones
a los ruiseñores .
tu perfume
da olor a las flores,
y tu amor
me colma de ilusiones.  
      *****

Pequeños intersticios entre los dos,
sin embargo cómo llegué.
Pequeñas menudencias
flotan en mi mente,
pero atroces para unir
el aciago amor funesto.
Y llego a la conclusión,
persuadida de mi alrededor,
de lo lúgubre que es el amor
ávido e instigado.
Triste me siento...
Cerúleo, pequeño en sus angostos ojos
cuando me miran.
Labios dementes giran en mí,
precarios, pero tediosos y con hastío.
Mis manos pretenden entumecer
su convexo cuerpo, persuadirlo para
que frene la noria de la vida,
del destino, y gire la ruleta
de nuestro amor.
     *****
Mis lívidos ojos se pusieron hoscos
y empecé a recordar el puro y plañidero amor...
Cendal fino y escuálido penetraba
en mis ociosos ojos juveniles.
Quedaba estupefacta ante esa súbita y sugestiva
Mirada, mientras la mía, aunque diáfana, era
               obscura y muda.
Qué paradisíaco momento aquél.
Pululaban fantasías que explotaban en la realidad
                                                           enigmática.
¡Ay! Qué bello es soltar las riendas a la
                                                            imaginación,
dejar que trote hasta que esta lícita vida,
lícita y porfiada vida de poderes la desvanezca
en el sentido físico y egoísta del hombre.
*****
¡Oh juventud!
Cristal opaco para algunos.
Humo negro, pérdida absurda
de la profunda mente.
Trampa inepta, necia;
bárbaro automatismo
en sus pensamientos.
Juventud sedienta.
¡Oh!, cruel desilusión.
Intactas actividades cálidas
deslumbradas por el vicio.
Alarido lastimero, congoja y agonía
en el umbral del camino firme,
costoso y tenaz, dejando atrás la infamia
Sacad un ímpetu que no se pueda
arrebatar por nadie...
¡Oh juventud!
Raíz arraigada al árbol,
árbol hendido por el paro,
hojas secas y crujientes
de los secos corazones.
Ramas mugrientas
de tanta contaminación.
Llenad de jugo
con vuestra savia consolidada,
rama por rama, hoja por hoja.
Haced que suba la savia
por las ramas, como la sangre por las venas.
Savia caliente que penetra
por lo más insignificante del árbol.
          


  Encarnación Mª. Lara.

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