Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

OPINIÓN

En dos palabras

 

Hace un tiempo, Jesulín de Ubrique puso de moda aquello de tomar como palabra las letras “in” o “im” de cualquier vocablo que por ellas comenzase, y rara era la conversación en la que no aparecía la frase del torero cuando se hacía referencia a cualquier término que empezase por dichas dos letras. Lo malo del tema es que la mayoría de ellas tienen una connotación negativa debido al significado de negación cuando hacen las veces de prefijo.

         Bien, en estos momentos se me viene a la memoria esa expresión porque todo lo que está sucediendo respecto a las revelaciones del extesorero del Partido Popular y las actuaciones del partido y del gobierno al que sustenta, empezando por su presidente y llegando al último de sus portavoces, cada vez más se puede resumir con muchas de las palabras que contienen el prefijo “in-im”.

Y remedando a Jesulín podemos decir que resulta increíble, inconcebible, inverosímil y, a mi parecer, casi imposible, que este grupo de políticos que durante las tres últimas décadas ha tenido como gerente del partido al señor Bárcenas hayan sido tan incompetentes e incapaces de no darse cuenta del delincuente, según palabras de ellos mismos, que tenían dentro, al que hasta hace poco amparaban, algo casi indefendible,  y definían, sin que en ello vieran ningún tipo de inconveniente, como persona, trabajador y militante intachable en todos sus comportamientos al frente de la gestión económica del partido, algo que resulta harto incongruente cuando ahora nos dicen de él que es un impresentable.

Pudiera tener todo esto una cierta explicación si pensáramos que en realidad los auténticos inmorales son esos mismos que antes, cuando nada se sabía de puertas afuera, nos decían unas cosas y ahora, cuando todo se empieza a conocer, nos dicen otras. Pues parece más que improbable que todas las acciones llevadas a cabo por Bárcenas para “reunir” sus milloncejos en Suiza pasaran inadvertidas para todos los mandamases de la calle Génova, a no ser que inexplicablemente, además de inmorales, sean unos inútiles -ellos que son tan inteligentes-. O que, por otro lado, no sería inaudito que el tema de los sobresueldos los haya dejado indefensos ante las impresionantes cantidades recibidas por los directivos señalados por el extesorero como perceptores de esos indebidos extras.

Las incomparecencias de Rajoy, en su doble vertiente de Presidente del gobierno y del partido, no hacen sino abundar en la incredulidad de los ciudadanos ante su impasibilidad frente a las acusaciones, que parecen no inmutarle, del hasta hace unos días persona de su máxima confianza. Y si nos fijamos en los interminables declaraciones de los segundos de a bordo, ahora diciendo esto y después lo otro parece que, inconscientemente, están cayendo en la trampa de sus propias mentiras un día sí y otro también, titubeando y rectificándose casi de inmediato con argumentos totalmente inconsistentes. Por ello no es extraño que nos parezca incuestionable que en muchas ocasiones no se atreven a hablar porque tienen la conciencia intranquila y por lo incierto de su porvenir, dependiendo de lo que todavía pueda guardar Bárcenas en la recámara.

Esto parece una historia inacabable que nos puede durar hasta el infinito y puede tener un final imprevisible si los dirigentes populares nos están ocultando algo, pues parece inexplicable que, si no es así, tarden tanto y tanto en contar a los ciudadanos la verdad de los hechos, algo que ya resulta imperdonable.

Claro que todo lo que acabo de exponer también se puede resumir, como decía Jesulín, en dos palabras, nos toman por: “im-béciles”.

 

Teodoro R. Martín de Molina. 22 de julio de 2013.

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