Gaucín, Serranía de Ronda
Dicen que el nombre del pueblo viene
del vocablo hispano-árabe
Sajra Wassan,
que significa roca inexpugnable. Y
debieron tener razón porque el
castillo árabe se halla en la cima
de una montaña ─como todos los
castillos de esta antigua frontera
cristiano-musulmana─. Hoy le dicen
Castillo del Águila y, por supuesto,
en el siglo XIV colocaron una
iglesia para cristianizar todo
vestigio islámico.
·
El pueblo se desparrama por la
ladera de la montaña, y es blanco de
cal. Impoluto. No hay papeles ni
plásticos ni colillas por el
laberinto de callejuelas de trazado
morisco... en cada esquina explota
un grupo de macetas llenas de
flores. Los pocos vecinos que nos
encuentran, saludan con cortesía,
sin esfuerzo. No hay ruidos...
·
Tiene
el castillo una campana que debe
sonar de forma especial... mi amigo
Geni nos emplazó a tocarla, dice que
le dejó una sensación duradera (me
tiene intrigado), pero me temo que
será en otra ocasión. Amenaza
lluvia, y es mejor cobijarse debajo
de un paraguas con ella que subir
hasta el torreón. Siempre me ha
gustado oír la lluvia en la tela con
ella del brazo. Eso hicimos en
Gaucín, en lugar de subir a la roca
inexpugnable para tocar con los
nudillos la campana de Geni,
caminamos sin rumbo hasta que se nos
acabó la calle y el pueblo, y nos
encontramos de nuevo frente a la
naturaleza, al pie de un campo que
era un campo jugoso, repleto de
recientes lluvias, y fresco, pujante
de brotes verdes; de los de verdad,
no de los brotes económicos que
nunca acaban de aparecer...
·
No necesitamos visitar el museo, o
el castillo, o el centro de
interpretación, ni nada que se nos
diga... el placer consiste en pasear
con ella de la mano, y dejarnos
enamorar de cada rincón, de cada
pared con mil manos de cal, unas
encima de otras, que forma
rugosidades y sombras. Y si llueve,
compartir el paraguas. Y, ya digo,
se nos acabó el pueblo y nos
sentamos en el poyete de piedra de
la última casa. Los poyetes no
pueden faltar en los pueblos, son
como burladeros para ver pasar la
vida... Un gallo canta cascado, y
otro le contesta más cascado y más
fuerte, en una disputa por ver quien
es el más gallito. Dos gatos
dormitan abandonados al sopor de la
tarde. Un perro ladra a lo lejos...
debe estar amarrado y lo imagino
deseando una caricia. Los perros me
enternecen. La lluvia ha dejado de
caer...
...no sé, el campo debe continuar
debajo del pueblo, y a lo mejor
espera emerger algún día. Debe ser
como aquella playa que, decían los
jóvenes, esperaba bajo los adoquines
de París.