Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

El dedo

 

Aleluya de José Mari:

 

"No pueden vivir sin mí

Y es tanto lo que me quiero

Que les mostraré mi dedo

Diciéndoles tararí."

 

 

Todos tenemos, como humanos que somos, tendencia a hacer en algunas ocasiones un uso indebido o poco decoroso de algunos de nuestros dedos. Aunque a veces nos pillen in fraganti normalmente solemos hacerlo en la intimidad, como decía Aznar que hablaba catalán. Este señor está tan imbuido de prepotencia, de egolatría, de megalomanía, y de tantos otros apelativos referidos al exaltamiento del propio yo que se le pueden aplicar, que no tiene empacho en mostrar en público su dedo en un gesto poco edificante al tiempo que esconde su soberbia detrás de esa falsa y permanente sonrisa con la que manifiesta su desprecio a todo lo que no sea él o forme parte de su elenco de incondicionales.

            Siempre se distinguió por hacer un uso discrecional de su dedo. Era, y es, un personaje al que no le gustaba, ni le gusta, dejar nada en manos de los demás sino que debe ser él el que decida por los otros y no se resiste a abandonar esa costumbre por mucho tiempo que, en teoría, lleve alejado de la política. Desde FAES, una fundación de análisis y ensayo, vivero ideológico de los neo conservadores y fuente en la que beben todos los dirigentes populares, sigue manejando los hilos de las marionetas a las que les dejó el encargo de no perder el poder, aunque la verdad es que con las actuaciones de su última época como presidente del gobierno, bien difícil se lo puso a los Rajoy y compañía (Prestige, Irak, 11M, por ejemplo). Ocasiones todas en las que con su dedo señaló el camino de la mala gestión de una catástrofe, el inicio de una guerra al servicio del imperio y el capital, y el uso de la mentira de estado con fines partidistas.

            No escondió el dedo sino que nos lo dejó entrever y lo dirigió según su capricho a la hora de elegir a unos u otros para éste o ése desempeño. Así lo vimos nombrar tanto a los dirigentes regionales de su partido como a los presidentes de las principales empresas españolas, que eran como suyas, antes de privatizarlas y cómo movió, con sus dedos, los hilos para que una vez privatizadas también fuesen los por él señalados los que se encargaran de su dirección (César Alierta, Martín Villa, Francisco González, Juan Villalonga…). Antes de su ¿retirada? de la política activa, también hizo uso de su dedo para designar a su sucesor al frente del Partido Popular y que, en su fuero interno, también lo sería en la presidencia del gobierno de la nación, pero la jugada no le salió como esperaba y el designado aún sigue en la oposición a rebujo de las gracietas, frases y gestos para la posteridad con que su predecesor nos deleita de vez en cuando. Con razón han salido estas nuevas generaciones peperas tan dicharacheras e ingeniosas a la hora de hacer comentarios o valoraciones sobre cualquier tema que la actualidad nos depare, tuvieron a un gran maestro en tan poco recomendable arte.

            Esta semana, no sabemos muy bien si intencionadamente o no, se ha superado a sí mismo y ante el abucheo de una veintena de estudiantes (manipulados) de la universidad de Oviedo nos dejó algunas de las perlas a las que nos tiene acostumbrados: “No pueden vivir sin mí”, dijo con su sonrisa a medio labio mientras se atusaba su nunca bien ponderada melena. Si él supiera lo a gusto que vivimos muchos sin saber nada de él, sin tener que soportar su chulería, su altivez suprema, y su autosuficiencia. Él debe de ser el que no pueda vivir sin estar rodeado de los que le doran la píldora todos los días y que le aplauden y le vitorean (no manipulados) ante cada una de unas sentencias que, para ellos, ni el mismo Cicerón sería capaz de igualar.

            No contento con el uso sarcástico e hiriente de la palabra, también se superó en el uso de su dedo omnipotente. No se podía esperar menos de todo un ex presidente del gobierno, del máximo ideólogo de nuestra derecha. Altamente educativa y ejemplar la imagen que ha recorrido todas las aperturas de informativos de nuestro país y las portadas de los periódicos, seguro que a partir de hoy todos los cachorros de Nuevas Generaciones lo tomarán como el gesto a imitar, y en los próximos mítines cuando sus dirigentes loen al adversario todos alzarán sus dedos mostrando tan modélico gesto.

            La respuesta que el señor Aznar dio a los que le increpaban levantando el dedo corazón haciéndole este obsceno gesto anglosajón que en mi pueblo conocíamos como “la peseta”, que ahora llaman “la peineta”, y que en definitiva no es otra cosa que la muestra del desprecio hacia quienes va dirigida, ha terminado de encumbrar al ex presidente. Con tal gesto grosero el Sr. Aznar se pone a la misma altura de aquellos a los que pretende insultar, incluso los supera. Este señor de modales tan finos y sonrisa tan enigmática, cuando hace el gesto da la impresión de dedicárselo no sólo a esos alumnos de la universidad de Oviedo sino que, por medio de ellos, nos la está haciendo a todos: tanto a los que le apoyan como a los que nos da repelús la sola mención de su nombre. No me cabe duda de que en su fuero interno nos desprecia a todos, en su corazón y en su mente sólo existe lugar para sí mismo. Seguro que en el futuro nos seguirá deleitando con más chascarrillos, y gestos soeces como esa especie de corte de mangas en  miniatura que es “la peseta”.

            La pena es que en el pasado no se lo hiciera a su maestro Bush, por ejemplo.

 

Teodoro R. Martín de Molina. 19 de febrero de 2010.

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