Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

OPINIÓN

El otro

 

Esta mañana me he encontrado un mensaje en el Libro de Visitas de la web de un anónimo paisano indignado en el que hace un comentario sobre el superávit de los municipios y lo elevado del IBI en mi pueblo, por lo que pide a algunos políticos que tomen nota, supongo que se referirá a los que están en el gobierno de la localidad. Al leerlo me han venido a la memoria unas fotografías que ha colgado en Facebook el alcalde del pueblo que junto con otros ediles de la provincia de Málaga se encuentran encerrados en la Delegación del Gobierno para exigir que la Junta les abone lo que les adeuda, que con ese dinero ellos van a crear mucho empleo.

Hace tiempo que no escribo nada sobre mi pueblo, entre otros motivos porque, mejor o peor, las aguas parece que ahora bajan más calmas y, por fortuna, nuestros ediles han dejado de ser primera página de los medios por motivos, normalmente, poco edificantes. Supongo que los que gobiernan como los que están en la oposición estarán tratando de sobrellevar el temporal de la mejor manera posible.

En este artículo tampoco voy a hablar de la política de mi pueblo. Solamente he querido tomar como excusa las fotografías mencionadas para referirme a un mal endémico de nuestra sociedad.

Ese mal no es otro sino la facilidad con la que todos culpamos al otro de todo lo que no funciona, mientras que nosotros miramos para otro lado y nunca somos responsables de nada que haya podido salir mal por nuestra gestión o porque las circunstancias han predispuesto todo en ese sentido. El marido culpa a la mujer, la mujer al marido, el padre al hijo, el hijo al padre, el alumno al profesor, el profesor al alumno… y rara vez nos paramos a reflexionar seriamente y sin ofuscación por las causas que han producido los males en cuestión y tratamos de buscar soluciones, sino que lo primero que pretendemos es señalar a un culpable y con ello nos conformamos, y si el culpable es el de enfrente y no soy yo, pues mejor que mejor. Qué trabajito nos cuesta reconocer nuestros errores y mucho más los aciertos del contrario.

Y éste es un mal que se hace más evidente en los políticos. Con qué rapidez se lanzan a reclamar y reclamar del otro todo aquello que cuando gobiernan los suyos se pasa por alto con una desmemoria tal que es digna del mayor de los amnésicos. Si son de signos contrarios los gobiernos de las distintas instituciones, no es extraño que los ayuntamientos reclamen a las diputaciones o a los gobiernos autonómicos y estos al gobierno central, y finalmente todos al maestro armero que todo lo soluciona. Cuando son del mismo signo político todas las reclamaciones se olvidan y sólo vemos bondades donde antes sólo existía el mal, hagan lo mismo que hacían los otros o, incluso, aunque lo hagan peor.

A modo de ejemplo: vivo en una ciudad, Granada, gobernada desde hace lustros por la derecha, que pienso que se lleva la palma en el aserto anterior que he expuesto. Aprendieron bien del llorón Boabdil, y aquí siguen llorando, lamentándose y sintiéndose menospreciados, agraviados y ninguneados por la Junta que la gobierna la izquierda, y queridísimos por el gobierno central, de su misma ideología. No existe mal, real o ficticio, que no sea achacable a la gestión de la Junta; no hay aspecto positivo, real o ficticio, que no sea achacable a su propia gestión o a la del gobierno de Madrid. Mientras renegaban de la Junta porque no les hacían un metro –para qué lo querremos, digo yo-, durante su construcción, y ahora que está a punto de concluirse, no cesan de ponerle piedras en las ruedas para que no llegue a moverse o para que descarrile en cuanto eche a andar. En las anteriores legislaturas socialistas se desgañitaron reclamando un AVE como el de Sevilla o Málaga y la terminación de la A7 a su paso por la provincia de Granada, ahora parece que nada de eso tiene la menor importancia y se conforman con un tren de mercancías en vez del AVE como el que antes reclamaban, o con una carretera secundaria en vez de la autovía que por fin una Almería con Málaga.

Y a nivel nacional qué decir de las lindezas que estamos oyendo desde un tiempo acá respecto al culpable de todos los males habidos y por haber en nuestro país desde que el mundo es mundo: Zapatero, no cabe duda. Tanto es así que hasta han llegado a culparlo de la decisión del Tribunal de Estrasburgo respecto a la revocación de la doctrina Parot, esa malintencionada metedura de pata de los tribunales españoles, avalada por el Constitucional, que, precisamente, se adoptó durante el gobierno de Zapatero.

Pienso yo que bien estaría un poquito de cordura, que dejásemos de culpar al otro de todos los males que nos aquejan, que nos pongamos codo con codo a fin de buscar soluciones a los problemas  en vez de culpables y que seamos igual de exigentes con las reivindicaciones que creamos justas esté quien esté al frente de las instituciones. Quizás así nos iría un poquito mejor a todos los niveles.

 No hay que olvidar que yo soy el otro para los demás.

Teodoro R. Martín de Molina. 26 de octubre de 2013.

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