Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

 

El debate

 

Ya ha pasado una semana desde que tuvo lugar el debate con el que nos aburrieron los dos candidatos con más posibilidades de alcanzar la presidencia del gobierno y todo, desde que comenzó esta inacabable campaña electoral, sigue igual. Bajo mi punto de vista, el debate fue un calco milimétrico de todas y cada una de las viñetas con las que a diario Peridis nos hace esbozar una sonrisa en El País.

            Miraba a los señores Rajoy y Rubalcaba y cada vez los veía a uno más tumbado en su poltrona, subido a la nube o revoloteando por las ramas fumando con más complacencia su inseparable puro y al otro más desesperado que nunca dentro de esas zapatillas de siete leguas con las que suele el genial dibujante-editorialista representarlo últimamente. El uno daba la impresión de que todo le resbalaba sin importarle lo más mínimo las interpelaciones del otro: él a lo suyo, con la lección perfectamente aprendida (lo que no se sabía de memoria lo tenía que leer, casi todo). El otro bastante inquieto e incómodo por volver a oír de nuevo la retahíla de cifras negativas que apenas era capaz de esquivar con alguna propuesta poco novedosa o con preguntas al contrincante que jamás encontraban respuesta.

            El popular ufanándose de lo bien que conocía todos los datos negativos que repetía y repetía, una y otra vez, y hablándonos de la concatenación de hechos que comienzan con el crecimiento de la economía y termina con la felicidad que alcanzaremos todos los españoles, pero sin darnos ni la más mínima pista de lo que va a hacer, las medidas que va a tomar, para que lleguemos al nirvana que nos promete una vez que nos sumemos al cambio, ¡un cambio más y cuántos van!, con eso ya tenemos bastante. Al día siguiente de llegar a la Moncloa todo va a ser distinto y por fin comeremos las consabidas perdices de los cuentos de final feliz. Y si no las podemos comer… ya sabéis quién es el culpable.

            El socialista escondiéndose de su pasado más inmediato y falto de argumentos para defender todas las políticas sociales llevadas a cabo por el gobierno del que él mismo ha formado parte. Tampoco fue capaz de defender, ni lo intentó, las medidas adoptadas en el último año y medio con el único objetivo, que por el momento parece que se está consiguiendo, de que los especuladores y los mandamases europeos, nos den un respiro y que inocentemente sigamos creyendo que somos dueños de nuestras propias decisiones.

            El Sr. Rajoy, anunciándonos ahora, a buenas horas mangas verdes, que va a dialogar con todo el mundo y que espera la colaboración de todos los partidos para conseguir sacar a España de la crisis. Es decir, pidiendo a los demás todo lo contrario a lo que él y su partido han estado haciendo los últimos ocho años, tanto en tiempos de bonanza como en los más crudos inviernos de la crisis, jamás movió un dedo a favor del acuerdo, bien al contrario se encargó de sembrar dudas y desconfianza por doquier con el único fin de sacar rédito político de las dificultades por las que pasaba el país.

            El Sr. Rubalcaba, aguantando que le confundiese sus apellidos al referirse a él y  no siendo capaz ni de sacar el tema del logro, porque logro ha sido con este gobierno, del final de ETA. Solamente hizo referencia somera al tema la final del debate y casi pidiendo disculpas por lo sucedido y, cómo no, ofreciendo su apoyo para las medidas que haya que tomarse en el futuro para poner el definitivo punto y final al tema del terrorismo.

            Está claro que este tipo de debates, salvo catástrofe poco probable, poco o nada aportan a la hora de decidir el voto, pues es de todo menos debate. Cada votante tiene ya más que tomada su decisión por lo que cada interviniente recita, o lee, su sermón, y a eso se limitan sin debatir para nada las propuestas que tienen para dirigir el gobierno de la nación, si es que las tienen o si es que en algo se diferencian, porque visto lo visto, en estos tiempos cada vez queda menos autonomía nacional para solventar todos los graves problemas que la crisis está acarreándonos.

            Está claro que lo único novedoso que ha pasado durante esta semana ha tenido lugar más allá del debate, fuera de nuestras fronteras. Nada más y nada menos que el derrocamiento de dos gobiernos democráticos por la presión de los mercados y los mercaderes. Con el pueblo, por increíble que parezca, aplaudiendo lo sucedido. Esto se merece una reflexión en toda regla.

            Y en el debate para nada se habló de Europa, ni de los mercados, ni demás factótums de la economía, y por lo visto de la política. Conociendo el refrán, yo me echo a temblar, aunque aquí, por el momento, parece que nos hemos librado del rasurado por los pelos.

           

Teodoro R. Martín de Molina. 14 de noviembre de 2011

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